domingo, febrero 13, 2022

El Fueraborda Montesa de Ramón (III)

Unos días después volvimos a la Estepa con ánimo de darle un empujón al motorcillo, y terminar al menos el montaje. Tal como pensaba, fue una cosa de lo más sencillo, pero a vez muy agradable. Porque el diseño de casi un siglo, la simplicidad de las ideas que se emplearon en su construcción, e incluso los materiales y los acabados son un verdadero placer para echar un rato entretenido. Y dan juego para hacer fotos tan curiosas como las que veis.

La primera de ellas nos muestra el tubo de la transmisión, con su cromado impecable, y el de la salida del agua de la refrigeración, que va por dentro de la salida de la lumbrera de escape, que se ve al fondo de la toma.




Desde otro ángulo, la junta de cobre que lleva en la culata. No sé si la elección del material se debió a la capacidad de transmitir calor (a diferencia del cilindro, la culata no va refrigerada por agua) o a la ductilidad que la convierte en material idóneo para adaptarse a las imperfecciones de la fundición de las dos piezas que separa. Or both, que dirían los británicos.

Al fondo de la imagen se aprecian tanto el stator y el volante como el tubo de escape y la tuerca cromada que fija el conjunto del alternador.



Una vez montada la transmisión se aprecia, sobre el amarillo de la hélice que domina la vista, la forma del escape a través de la misma pieza de fundición que contiene la "caja de cambios", que es el pomposo nombre que los británicos daban a un receptáculo donde estaban los engranajes cónicos que convierten el movimiento vertical del cigüeñal en uno horizontal para propulsar la hélice en el plano adecuado.

Y si os fijáis, todo el conjunto está apoyado en un soporte que se puede graduar para que el motor entre en el agua lo justo, dependiendo de la altura del espejo de popa de cada embarcación.


Nueva imagen. En este caso, con el pistón en punto muerto superior y la caja de engranajes descansando sobre el tornillo de banco de mi mesa de taller. Que sí, que sé que está necesitando una limpieza y un repintado, pero no me da la vida.


Con el stator puesto en su sitio, cosa la mar de sencilla porque lleva un tornillo que hace que sólo pueda ser montado en una posición para no perder la puesta a punto, se ve lo bonito que luce el tanque cromado que Montesa puso en lugar de los latonados pintados en negro que montaban los British Seagull originales. Una preciosidad que luego decidieron ocultar bajo un plástico rojo que le da su aspecto definitivo.


La imagen tomada desde el lado opuesto permite adivinar la Impala 2 sobre el banco de trabajo, a la espera de ponerle el asiento, que está en Madrid.


El penúltimo momento es la vista superior del volante con su arrancador puesto en su sitio ...


Y el último, el motor metido en un cubo grande de agua (el que uso para la basura del taller, que está muy limpio porque siempre se emplea con su bolsa puesta, para que mi mujer no me chille), justo antes de ponerle medio litro de gasolina con 50 cc de aceite (sí, mezcla al 10% por salvaje que pueda parecernos en nuestros días).


Bueno ... en realidad, el último momento para recordar. Porque intenté arrancarlo, con resultados nejatifos, que diría aquel entrenador holandés. Motor 1- Julián 0. De momento, al menos, porque me tenía que ir y se quedó tan fresco, el hijo adoptivo de la Gran Bretaña.

Si sois detallistas, en el suelo están el tirador (excesivamente largo, lo cual es un peligro), la llave de bujías y un destornillador, que no sé qué hace ahí porque no me servía de nada. Por dar ambiente, supongo.

En siete días, más.

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.