domingo, junio 29, 2014

Día y medio en paz con la Impala 2 y la Cota 304

Hacía tanto tiempo que no pasaba día y medio en la Estepa, que ya ni recuerdo cuándo fue la última vez. Pero a veces se alinean los planetas, y me encontré con la posibilidad de escaparme a última hora de la mañana del viernes, sin tener que volver a Madrid hasta el sábado por la tarde. Así que el viernes comí con mi patrocinadora (si no es por la buena de mi suegra hubiera sido imposible montar todo este jaleo de motos que tengo) y a eso de las cuatro me fui para el taller, con algunas piezas en el maletero del coche y sin más idea que disfrutar del día y medio que tenía por delante.

Y tal vez el mayor disfrute fue no tener un guión preestablecido. Quiero pasarle la ITV a la Impala 2 con idea de llevármela a Cádiz este verano, pero no tengo mucha más claridad en este momento, y como no hay mucha prisa pretendo disfrutar del proceso de revivir una moto que ha estado durmiendo quince años, pero que está tan entera que no voy a restaurar sino a conservar.

Pese a ello, hay cosas que valía la pena cambiar porque están en mal estado, y una de ellas eran los plásticos. Desde el ángulo con que hice la foto no se aprecia mucho pero el guardacadenas, por ejemplo, tenía un roto que hacía que parte de la grasa pudiera ir hacia arriba. Así que voy a retirar los originales y ponerlos nuevos. Son cuatro pesetas y se nota un montón.


Y ya que estaba en el costado derecho, pensé que sería buena cosa ver qué piñón de salida llevaba, para lo que retiré la tapa del encendido. Encontré 14 medios dientes (el kit de arrastre está para el ídem) ... y uno de los volantes magnéticos más sucios que haya visto. Supongo que buena parte de los 24.000 kilómetros que marca los hizo por caminos polvorientos, y que por las rejillas de la tapa de encendido se fue acumulando todo el polvo que me encontré. No hice una limpieza a fondo del plato, que ya llegará cuando ponga el RM Lightning, pero sí del alojamiento y de la tapa por dentro. Podéis ver sobre el elevador la cantidad de herramientas que iba usando, así como un bote de líquido de encender barbacoas, que es mano de santo para desengrasar.


La retirada de la tapa central me dejó al descubierto tonelada y media de tierra arcillosa de la vega del Guadalquivir. Una de las mejores del mundo para cosechar, pero que no sirve de gran cosa sobre una moto y mezclada con grasa procedente de la cadena.


 Al mirar el otro lado me encontré con que en algún momento alguien retocó el cableado del freno trasero dejando los cables mal guiados. Y como ya tenía fuera el plástico central dediqué un rato a hacer las cosas bien y sanear parte de la instalación eléctrica. El primer punto, como os comento, fue dejar en orden los cables del interruptor, que sigue siendo el de origen.


Y ya que estaba con el freno, recordé que el día anterior dejé la moto con la luz de freno cruzada con la del piloto, y me pasé a revisar ése otro tramo de la instalación. El resultado fue el que se ve en la foto:


Al cambiar el piloto por uno de Enduro - y hacer un mal guiado de los cables- alguien se quedó corto y empalmó tres trozos de cable azul para conseguir tener electricidad atrás. Así que rectifiqué la guía, retiré la cinta aislante y los cables azules y conecté el piloto tal cual debía estar antes de poner los plásticos nuevos.


Tras eso, y ya con la electricidad en la cabeza, me puse a mirar qué razón había para que la moto llevara un montón de cinta aislante blanca en la espina principal del chasis. En la foto podéis ver (aunque algo desenfocado) el lío al que me refiero ...


... que, al ser retirado, dejó a la luz una cosa extrañísima: habían cortado el cable de la bobina por la mitad, y empalmado dos trozos de cable negro entre ambos tramos. Supongo que un mal montaje del cableado debió fisurar el cable original, o se quemó en contacto con la culata. Sepa Dios. Pero lo curioso del caso es que hicieran el invento sin comprobar que con el segmento de cable que quedó en la bobina de alta, era suficiente para que la pipa llegara a la bujía sin estar forzada. Así que retiré todo el lío de cables, monté la pipa sobre el trozo sano y a correr.


Y aunque no lo tenía previsto, la cabra tira al monte, con lo que terminé abriendo la primaria para echar un vistazo y cambiar el retén del cigüeñal. No tenía nada claro que el humo procediera de ahí, pero nunca está de más asegurarse de que todo está en orden. Y si debo ser sincero, me picaba la curiosidad por ver cómo había sido tratada la moto en cuanto a reparaciones mecánicas. Afortunadamente me encontré con un motor poco tocado y bien reparado.


Aparte de la sustitución preventiva del retén, lo único que me tocó hacer fue reponer dos de los tres muelles silenciadores del embrague, que se habían roto. De hecho, sólo encontré uno de sus cadáveres, lo que me hace pensar que el que faltaba ya había sido retirado en una reparación anterior. Como el paquete de discos lleva ranura, la próxima vez que abra el motor sustituiré los muelles por otros de tijera, que inmovilizan todo el paquete de discos y no sólo el último.

Como diría José María, todo esto se hizo con material de fábrica. Que hace que el disfrute sea aún mayor. De hecho, como cada vez que uso en la primaria el extractor procedente de Iniesta, no pude evitar pensar en cuántas motos habrán sido desmontadas con esta herramienta. Pero cada vez que recurro a ella me alegro más de haberla conseguido porque es de una robustez incomparable a la de los extractores de patas.


Para cerrar motor nada como una de las juntas especiales de Esteve que son de lo mejorcito que se pueda usar en una Montesa. Aproveché para reponer el Transoil 10W30 que uso siempre en las primarias, cambié los puños Pro-Grip que llevaba por unos Montesa y retiré la pegatina del costado izquierdo del depósito. Debo confesar que eso último lo hice un poco acongojado por no saber qué iba a encontrarme. Pero esta moto está completamente por la labor de no darme más que alegrías: tras ella no había ningún destrozo gordo, y aunque el color que queda es levemente diferente al resto del depósito, no es algo escandaloso como se puede apreciar abajo:


Como os comenté arriba, todo esto lo hice con mimo. Despacito y saboreándolo como Dios manda. Cada vez que un tornillo o una tuerca no estaban bien fueron sustituidos por tornillería inoxidable. Cada picado que encontré en un cromado le pasé un poco de lana de acero para retirarlo. Los cables fueron engrasados. En el plástico central puse incluso el pasamuros del desagüe del carburador. Es decir: le estoy dando todo el cariño que Rosa esperaba que le diera, pero intentado que siga siendo la moto de su padre. El resultado -ahí la podéis ver con buen tamaño y al sol del verano manchego- es que la moto va reviviendo poco a poco. Espero que su vuelta a la actividad le esté haciendo disfrutar tanto como a mi.


Los siguientes pasos deberían ser el cambio de la cadena y piñón de salida, ponerle su mando de luces original y sanear el cableado interior del faro, poner neumáticos nuevos y pasarle la ITV. A ver si me da tiempo en las próximas dos semanas. La duda que me corroe es el conjunto del escape, que está muy mal y no creo que valga la pena cromar. Habrá que pensarlo con calma.

Y abajo podéis ver que todo disfrute tiene su contraparte. Ahí está parte del montón de herramientas empleadas con la Impala. Menos mal que no se ve el estado del elevador, que era cochambroso.


Pero tenía que cambiar de moto, y hace tiempo que me prometí a mi mismo que nunca empezaría con una sin haber limpiado antes la zona de trabajo. Y tocaba meterle mano a la Cota 304. 


Si recordáis la historia, hubo que cambiar el cigüeñal y el encendido tras reventar todo el conjunto por culpa de un volante que se negó a salir. Y desde principio de Abril no había tenido ocasión de hacerle nada, pese a tener las piezas.

Parte del problema estaba en que, al montar, no caí en que esta moto lleva el hueco de la bujía en diagonal, lo que hace complicado encontrar el punto muerto. Y aprovechando que tuve la culata levantada, debía haber hecho las marcas correspondientes en el cárter. Pero se me olvidó, y al calor de las 4 de la tarde en la Estepa no me apetecía nada retirar el escape entero para levantarla de nuevo. Así que pensé que igual con un poco de tacto y un destornillador metido en el hueco conseguiría localizar el PMS o algo bastante aproximado.

Dicho y hecho. Una vez hecha la marca calculé a ojo de buen cubero unos 3 mm antes ... porque tampoco recordaba el valor exacto de avance de esta moto, regulé la apertura sin usar las galgas y cerré el cárter encomendándome a la Virgen santísima.

Grifo de gasolina abierta, dos patadas y funcionando. Como JM sabe perfectamente, no hay mejor lema que el que empleo en estos casos: "Dios protege a los imbéciles" ... lo cual me hace sentirme de lo más tranquilo cada vez que me meto en una de estas batallas.

Lástima que fueran las seis y media de la tarde y tocara recoger de nuevo para poner proa a Madrid. Si todo va como espero, la semana que viene, más.

domingo, junio 22, 2014

Primer diagnóstico de la Impala 2

Como premio a haberme llevado a mi santa a Oporto este puente del Corpus, tuve la oportunidad de acercarme el domingo a la estepa para empezar el trabajo con la Impala 2 de Rosa. No demasiado tiempo, porque llegamos a las 12 de la mañana y nos fuimos a las 6 y pico con una comida familiar en medio, pero suficiente para empezar con algunas cosas que me tenían loco.

La primera - y sé que no era fundamental, pero no me lo podía quitar de la cabeza- fue quitar la pata de cabra artesanal que llevaba la moto. Y que no estaba mal hecha, dicho sea de paso, pero que no pensaba conservar en ningún caso.

En la foto se ve el resultado:


Una cosa menos, pero también una cosa más: tengo que pensar en un modo de tapar esos agujeros y pintar sin que haga demasiado contraste con el resto de la moto.

El siguiente paso fue levantar la culata, que apareció bastante limpia, y que me permitió comprobar que la lumbrera de escape estaba bien y que el pistón es una tercera sobremedida (se puede leer en la cabeza el +0,75 con bastante claridad). La moto comprime maravillosamente bien, cosa que ya había notado al arrancarla en Córdoba, y da la sensación de que ha rodado poco desde el último rectificado; buenas noticias también, porque salvo problemas extraños, eso supone que tengo motor para rato.



El carburador era el principal objetivo de hoy, como sospechoso de que la moto en Córdoba no arrancara tan bien como se espera de una Impala 2. Había que limpiar por fuera, desmontar y soplar por dentro todo lo soplable para asegurar un funcionamiento correcto. Aquí lo podéis ver a medio camino:


Lo que me encontré en la cuba recordaba a la Cota 247 que compré en Ebay USA. No sólo por el aspecto sino por el olor repugnante a gasolina podrida que tenía ... y que aún llevo metido en lo más profundo. ¡Qué asco!

El filtro de aire tenía por dentro la mitad de la vega de Córdoba. Incluso los tres tubos verticales de aspiración estaban llenos de una pasta tremenda hecha a base de polvo cordobés, aceite de época y tiempo. Gracias a Dios ya está limpio y engrasado con su spray especial para filtros de aire, con lo que no debería volverse a tocar en mucho tiempo.


Y ahí fue cuando me decidí a arrancarla, sólo para encontrar que la moto pasaba de mi por completo. Bujía fuera para encontrarme con una chispa magnífica que, combinada con un carburador recién limpio sólo podían significar una cosa: la gasolina no estaba llegando a su destino. Así que quité el macarrón, abrí la llave, y comprobé que en reserva no caía ni una gota, y que en abierto poca cosa. Afortunadamente en casa va habiendo lo que mi tío Eduardo llama "un buen fondo de garaje" y encontré un grifo que -si no estoy muy despistado- procede de la Ossa naranja que vino de Italia. No es el más bonito de los grifos, pero cumple con su función, y una vez cambiado hizo que la moto arrancara perfectamente.

Y ya que tenía la moto en marcha (y a mi fisioterapeuta a 150 kilómetros de distancia), pensé que lo suyo era darse una vuelta rápida con ella para ver qué sensaciones transmitía. Con ello pude comprobar que el sonido es magnífico, que el cuentakilómetros funciona a la perfección y que, aunque no tiene luz delante ni detrás, el pito funciona divinamente. Que siempre es un consuelo que el pito funcione como debe. Pero, sobre todo, disfruté como un marranillo en un charco, porque la moto es una absoluta delicia. Es como si llevara quince años esperando que alguien le diera la oportunidad de sacar lo que lleva dentro para que alguien la disfrute.

También me encontré con otras cosas que me gustaron menos, como que la dirección no va tan suave como debería. Creo que no tiene bien apretado el cojinete delantero, pero eso lo miraré el próximo fin de semana porque lleva un tiempo del que no disponía hoy.

El poco que me quedaba lo dediqué a ponerle su piloto, que también tenía en casa procedente de no sé qué, y que ha funcionado sin problema, aunque tiene cruzados los cables de iluminación y freno. Los pondré en orden cuando revise también el faro, que no sé si no funciona por culpa de la bombilla o del cableado.

Y así la dejé después de esta escapada dominical:


Mucho más operativa, pero aún le falta para llevarla a pasar la ITV. El tema de las luces, como poco, deberé resolverlo antes.


Ahora tengo cinco días por delante para pensar poco a poco qué le hago el sábado que viene. ¿Cambio aceites? ¿Repaso la dirección? ¿Le pongo un encendido bicurva que me mandó Ramón? ¿Me atrevo a despegar la pegatina de "Barcelona 92" que lleva en el costado izquierdo del depósito?

Lo que está claro es que tengo unas ganas de ponerme con ella que no me las creo ni yo.

domingo, junio 15, 2014

Azules, rojas y amigos.

Día intenso ayer. Había que llevar la Suzuki SV 650 S que le han regalado a mi hijo Julián (hay quien nace con suerte) a la Estepa, y recoger de Córdoba la Impala 2 de Rosa. Y las condiciones de partida para todo el movimiento eran muy buenas: un coche sin bola de remolque (vendí el Alfa hace unos meses y no me ha dado tiempo a poner una en el Lexus que lo reemplaza), y un hombro derecho aún poco útil para hacer fuerza con él.

Afortunadamente, en la vida hay algo importante, que son los amigos. Si no los tienes, no sabes lo que te pierdes. Por explicarlo en pocas palabras, eso de los amigos consiste en gente que te ayuda a llegar donde no llegas, que te evitan gastar en psicólogos, y que hacen de tu vida algo mejor y más agradable de ser vivido. Desde mi punto de vista, cuantos más tengas, más feliz será tu paso por este valle de lágrimas. Sin duda.

Y yo tengo la suerte de tener una colección mucho más amplia de amigos que de motos. De tal forma que en dos ratos de conversación aparecieron el bueno de Carlos -que puso a mi disposición su Volvo XC 90 con bola- y José María -que se ofreció a tragarse los casi 900 kilómetros que tocaba meterse entre pecho y espalda.

Así que a las 7 de la mañana empezamos por subir al carrito la SV 650 S que os muestro en las fotos. No sé si es mucho arroz para tan poco pollo, pero es la que ha aparecido en la vida de mi hijo "gratis total", a la espera de que tenga un carnet apto para llevarla.



Es un modelo de 1999 que puede ser limitada para conducirse con el carnet que hoy puedes sacar con 18 años (ni idea de cómo se llama, pero creo que es el A2), y a la que hay muchas cosas que hacer. Tiene la carrocería bastante tocada, incluyendo un bollo feo en el tanque de gasolina, y no hemos podido arrancarla porque la batería pasó a mejor vida hace mucho tiempo. Pero parece ser que "se paró funcionando", como dicen esos anuncios que tanta gracia me hacen (¿hay alguna moto en el mundo que no se parara funcionando?). Ya veremos qué sale de ahí, porque el mundo de las Sukiki no es el mío y no soy capaz de valorar el coste que pueda tener poner en marcha la moto azul.

La segunda cosa que tocaba hacer era recoger la moto de Rosa para llevarla a la Estepa, donde deberá ser analizada con tranquilidad antes de trazar un plan de acción. Y debo reconocer que no tengo las ideas nada claras. Me debato entre conservar y restaurar, pero no sé dónde poner el límite entre una cosa y otra ... en caso de que quepa ponerlo.

Ahí tenéis una foto en el garaje de mi madre en Córdoba.


Se puede ver perfectamente que la moto lleva pata de cabra. Creo que tendré que quitarla porque ni era suya ni me gusta (aunque como dijo José María, igual por eso tiene el asiento entero por abajo, a diferencia de la mayoría de las Impala 2 que lo llevan roto porque todo el mundo tira de él por abajo para subirlas al caballete). Pero si lo quito, habrá dos preciosos agujeros en el chasis que habrá que retocar. ¿Sueldo y pinto? Pero si pinto ... ¿no cantará ése trozo comparado al resto de la moto?

En fin ... que hay cosas claras y otras que no lo son tanto.

Lo que sí es cierto es que la moto está muy entera. El sonido, una vez la arrancas, es magnifico. Comprime muy bien y arranca dignamente pese a que no se le ha limpiado el carburador. El humazo que se veía al arrancarlo puede ser que se deba a que le pusieron mezcla al 7% para lubricarla bien después de tanto tiempo parada. Pero si no es así, no tiene más misterio que cambiar el retén izquierdo del cigüeñal, que es un rato.


Como no podré ir el fin de semana próximo, tendré tiempo de pensar cual es la estrategia más correcta, pero después de tantos kilómetros charlando con el hombre del polo verde, creo que la línea puede estar más o menos clara.


Tengo que comprar algunas cosas que es seguro que pondré. Entre ellas, juntas para el carburador, gomas de manillar y estriberas, conmutador de luces, piloto y un cerquillo para el faro. Seguro que Esteve tiene todo. Luego desmontaré la rueda y el guardabarros para poder quitar el pitón que lleva y que no tiene llave. Cámaras y cubiertas hay que cambiarlas, y a partir de ahí levantar culata para limpiar y comprobar si vale la pena sacar el cilindro para quitar carbonilla, limpiar el carburador ponerle juntas, y hacer unos kilómetros para comprobar si el humo desaparece al gastar la gasolina.

En fin ... que vamos a tener un principio de verano entretenido poniendo a la nueva inquilina en forma para pasar la ITV y dejarla lista para acompañarme por Madrid.

Iremos contando qué tal salen las cosas. Pero el aspecto de la moto es francamente prometedor.

lunes, junio 02, 2014

La Impala 2 de Rosa

El 12 de Diciembre de 2012 (hasta la fecha tiene su encanto) recibí el primer correo de Rosa, que desde Córdoba me contaba que hacía más de diez años que había heredado de su padre una Montesa Impala, y que estaba buscando a alguien que la quisiera y que "la cuidara como él la cuidaba" para vendérsela.

Como también soy cordobés, le contesté que estaría encantado de ayudarla a encontrar un comprador si me pasaba unas fotos para poder ver en qué estado estaba ... y aproveché para preguntarle por qué razón me había escrito precisamente a mí. Y la verdad es que ahí se cortó la comunicación y no volví a acordarme del tema.

En Marzo de este año, año y pico después de este cruce de correos, recibo un nuevo email de Rosa, que me recuerda el tema, y me pregunta si yo conocía a un médico de Córdoba que tenía mi mismo apellido.

El médico era mi padre, y así se lo dije ... para descubrir que ella había sido su paciente desde los 7 años hasta que mi padre murió.

Un par de días después acabamos hablando por teléfono y terminamos emocionados los dos. Si debo decir la verdad, colgué el teléfono con dos lagrimones. Estoy orgulloso de ser hijo de mi padre. Y aunque ya estoy acostumbrado a echarlo en falta cada día, que una extraña te hable de él con el cariño que Rosa lo hacía es mucho más de lo que puedo aguantar con tranquilidad.

Ya en Mayo, vuelve a contactarme. Me manda unas fotos y me cuenta que ya tiene los papeles de la moto a su nombre para poderla vender, y me insiste en que por favor busque un amigo mío que la trate con cariño, cosa que le prometí que haría.





Y desde ésa última conversación pasé muchos ratos dando vueltas a qué diablo hacer. No tenía pensado comprar una Impala 2 en este momento. Pero ... ¿no era estúpido dejar pasar una moto con una historia tan bonita?

Debo confesar que creo que las cosas pasan porque alguien hace que pasen. Y que también pienso que casualidades en esta vida, vivimos las justas. Así que tampoco creo que fuera casualidad que José María, Pep y Jaume coincidieran en decirme que sería un idiota si la dejaba ir.

Así que la llamé de nuevo, y le dije que consideraría un orgullo quedarme con la moto de su padre. Dios mediante estará en casa en un par de semanas, y la pondremos en uso tan pronto como sea posible con este hombro medio tonto que tengo desde hace un tiempo.

Gracias, Rosa. Creo que voy a sentir muchas cosas cada vez que la ponga en marcha. Ojalá que nuestros padres la disfruten con nosotros.