lunes, mayo 26, 2008

Robregordo 2008. Haciendo trial con mi padre.

No creo que Robregordo sea una carrera más.

Una prueba a la que acuden ex-campeones del Mundo, donde se citan pilotos británicos que rara vez salen de su país, y que atrae a los mejores pilotos españoles de clásicas no es una prueba cualquiera. Pero para los habituales del campeonato de clásicas de Madrid, Robregordo es, simplemente, "la carrera".

Basta con asomarse a los foros en los días previos para ver el nivel de nerviosismo que tenemos todos, y que cada uno exterioriza a su manera. Hay de todo; desde bravatas entre compañeros, hasta apuestas, pasando por preguntas de los menos expertos que intentan entender a qué van antes de tomar la salida. Pero si conoces a muchos de los que escriben, sabes que por detrás de tanta broma en los foros, muchos han planificado el año para llegar a la carrera en el mejor estado posible. Llevan meses de gimnasio, de entrenamientos, o incluso de dietas a fin de tomar la salida en condiciones óptimas para poder salir contentos de ella. Porque todos tenemos un objetivo con relación a la prueba, lo confesemos o no. Lo sé desde que en 2.007 me quedé sin salir el segundo día, y me he pasado un año diciéndome a mí mismo que este año sería diferente.

Yo también tenía idea de haber hecho bicicleta para coger fondo físico, de haber perdido algunos kilos para ir más cómodo sobre la moto, y de haber entrenado algo más. Pero muchas veces las cosas son completamente distintas a lo que uno espera, y mi arranque de 2.008 ha estado muy marcado por el final de la enfermedad de mi padre, que murió hace dos semanas, después de dos años de pelea con un cáncer devastador.

Suena muy duro, pero cuando lo has vivido sin verle una mala cara ni oírle una palabra de desánimo por su situación, lo ves de otra manera. Sigues igual de triste, porque la realidad de fondo consiste en algo tan simple -y tan brutal- como que se ha muerto tu padre. Pero das gracias a Dios porque lejos de dejarse vencer, que era lo fácil, mi padre ha utilizado estos dos años para mostrar a su gente que si esta vida tiene un sentido, no es mucho más que trasladar hacia delante aquellos valores en los que crees. Y que éso sólo hay un sólo modo eficaz de hacerlo, que es dando ejemplo.

Y en eso, aunque lo hizo siempre, fue aun más estricto en esta última temporada. Nunca nos habló de ello, porque él no era hombre de muchas palabras, pero si juzgo por lo que he visto, se ha pasado dos años dedicado a preparar su alma para el momento que esperaba, a hacernos ver a todos que cada uno de nosotros tenía un lugar especial en su corazón, y a pelear contra el cáncer con un valor tan sereno que, sólo ahora cuando lo pienso, me doy cuenta de lo valiente que ha sido mi padre.

Creo que los párrafos anteriores son una descripción más o menos exacta de cómo llegué a Robregordo este año. Resumiendo: fuera de forma, triste como no lo había estado en mi vida, y con una deuda conmigo mismo desde 2.007. Un cóctel peligroso para meterte en el cuerpo una competición de esta dureza.

Intentando describir con una imagen lo que sentimos este año, sólo tengo a mano esto:


La foto no es demasiado buena, pero creo que recoge cosas que sientes en esta carrera. Aunque tengas la suerte de ir bien acompañado, hay tramos en que estás a solas contigo mismo, sin más compañía que una Naturaleza maravillosa pero durísima y una moto que se ha convertido en una extensión de ti mismo. Trial en estado puro: con independencia de que haya un resultado por obtener, a lo que estás en realidad es a probarte.

Y aunque mi estado de partida no era tal vez el ideal para afrontar la prueba, pronto empezaron a pasar cosas que me hicieron sentir mejor. Alguna de ellas tan tontas, pero tan especiales, como cuando recogí mi dorsal y me encontré con que mi Cota 349 iba a lucir el 247 en la placa frontal. Justo el que corresponde a la Montesa de trial por antonomasia.

Podéis verlo en la foto junto con el 191 de la Honda de José María (¿casualidad que acabe la carrera el año que salimos juntos?) y la Italjet de Enrique Llorente, que es otro de los fijos en las carreras.

Y con la moto hay aún más, que para eso se lo ha ganado con su comportamiento, intachable como siempre. Como por ejemplo, lo curioso que resulta encontrarte a su diseñador saliendo de una zona, y que se pare a hacerse una foto contigo mientras te cuenta sus años con Montesa. Un tipo estupendo Manuel Soler, que iba charlando con todos los que andábamos por allí, prestándose a cualquier cosa que se le pidiera con una sonrisa y un amabilidad totales. Todo un caballero.


En mi caso, además, me despejó una duda sobre la Cota 330, de la cual me habían dicho que era "la más parecida en motor a las Bultaco de entre todas las Montesa". Pero Manuel me confirmó lo que yo pensaba: "su Montesa" fue la blanca, y en ella se probó el motor que lleva mi 349/4. La 330 pertenece a otra etapa en la que él ya no tuvo que ver. Básicamente la misma historia que me había contado Miquel Cirera por otro lado, con lo si alguien quiere seguir sosteniendo teorías contrarias, lo va a tener complicado.

Otro momento especial para mí fue conocer a Mercé y María Dolors, mujeres de Víctor Martín ("Bonaigua") y Toni Buxadé ("ToniBH"). Dos señoras como la copa de un pino que te hacen entender aquello de que "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer". El rato de conversación con Mercé el sábado es de esas cosas que uno se lleva puestas de esta vida, como lo es recordar la delicadeza con que María Dolors "baja la cámara" para hacerme ver que no iba a tomar la foto de mi tonta caída en una entrada de zona. Siento no tener una foto con la familia Motocat al completo, pero me vale la de abajo para recordar que compartimos ratos estupendos con Toni durante buena parte del recorrido.


Sigo con las personas, que lo son todo en esta vida. Y turno para dos de los que me acompañan arriba. José María y David. Poco que decir que no haya dicho de mi compañero de fatigas, como poco más podía haber pedido a un David que estuvo con nosotros todo el Domingo con una simpatía que tampoco olvidaré. La siguiente foto es reflejo de más cosas de las que vives en Robregordo:


Una Honda metida en barro hasta las orejas, pero las caras de los que miran al fotógrafo son casi de placer. A esta foto le falta de banda sonora el "With a little help of my friends" de los Beatles. ¿Quien dijo que el trial no es un deporte de equipo?

Más equipo: Corsino y Lallorea ayudando a un José María enfiascado con la Honda. Él no se queja nunca de nada, pero debió echar de menos su Cota 330 pese a lo bien que iba la japonesa que Eduardo le cedió para la carrera.


Más momentos especiales: después de veinte minutos examinando todo tipo de alternativas, el triunfo de la mecánica manchega. Dos tirillas de plástico mantuvieron en su sitio la palanca de cambio de la 172 de Corsino para que pudiera llegar a la meta junto con Juanito.




Y más casualidades (¿o no lo eran?). Tomo una vista general desde el avituallamiento y ¿quien aparece entrando a la zona del río? Pues Corsino con la chicharrilla.


Y seguiría contando historias de Robregordo 2.008 porque hay mil más. Desde la escena de Togno ofreciendo a Cirera unos tornillos Bultaco para el manillar de la Montesa 330, hasta el rato que me tocó hacer de "traductor médico" para que Pim Terricabras pudiera atender a un inglés con lumbago, pasando por ver a Mick Andrews pagar la deuda de honor con José María ... una cerveza por cada cero.


Mil historias con todos los amigos que me hicieron entender de nuevo aquello de "You'll never walk alone".

Entré en Robergordo 2.008 sabiendo que llevaba a mi padre de mochilero, pero me encontré con muchos más. Con algunos sabía que contaba, como cuento siempre, pero otros fueron parte de la larga memoria de buenos recuerdos inesperados que conservaré de esta carrera. Y no hay lista, porque no es necesaria. Tú que me estás leyendo sabes que has sido parte de todo esto.

Gracias por estar ahí.





jueves, mayo 15, 2008

Escalones pre Robregordo

Aprovechando San Isidro hemos estado en la Mancha recogiendo mi Cota 349/4 para Robregordo, y cambiando de la Cota 330 de José María a la mía los amortiguadores y los estribos, porque la suya no está lista tras el problema de Jaén. Y como tenemos la cabeza como un marmolillo, ha habido que ponerle su depósito en lugar del mío. Debe ser que también él tiene un lado femenino.

El caso es que la moto que veréis en el escalón es un híbrido con base de mi 330 y piezas de la suya, porque será la que lleve a Robregordo. Esperemos que todo vaya bien.

Como pasa siempre, el escalón de bajada no produce en el vídeo la misma sensación que daba al ver la rueda caer ... con impresión de "pendiente negativa" durante un instante. Pero palabra que no era una cosa tan trivial como se ve.

Y la gracia del tema estaba en quedar pronto con la moto controlada para poder meterla en un giro a derechas y dar gas para la subida a continuación. Que no es enorme, pero sí incómoda viniendo forzado del giro anterior. Ambos la sacamos a cero, aunque luego me dí cuenta de que debía haberlo hecho con mi propia moto. Otra vez será.

El primer vídeo es el suyo, por aquello de que fue el primero en sacarlo a cero.




El segundo es del tarugo que junta estas letras. Espero que os gusten. No sé si llamar a esto "entrenamiento", pero al menos ha valido para poner la cabeza en otro lado y olvidarse un poco de la semana pasada, que falta me hacía.



Ahora hay que cruzar los dedos y esperar que la 330 funcione correctamente en el cursillo con Mick Andrews y lo siga haciendo en carrera.

lunes, mayo 05, 2008

Fin de semana atípico

Puente en Madrid. Ocasión perfecta para darle un repaso a la moto antes de Robergordo que es, sin duda, el reto de este año. Pero poco ánimo para casi nada, y al final la cosa se quedó en un paseo el viernes por la mañana con la Cota 349/4 . Sigo maravillado con el rendimiento de los dichosos "Magicals" y con la comodidad extra de las estriberas anchas que le puse antes de Jaén.

A título de pura reflexión, y aunque no se traduce en resultados, resulta increíble lo que un par de temporadas corriendo en buena compañía han cambiado mi forma de conducir. Los escalones que usé de prueba el viernes eran ya de un tamaño respetable, pero los afronto ahora sin histerias con el gas, y llegando controlado arriba casi siempre. Los de hace dos años ... ni los llamaría escalón ... pero sin embargo mi hijo recordaba como la moto se levantaba en ellos cuando me ponía a subirlos. Y no por voluntad del piloto, sino por puro descontrol entre el peso del cuerpo y el control de gas.


También hubo un rato para él con la Cota 348 en el campo. Menos productivo de lo que hubiera querido porque yo no tenía mi moto allí, ni demasiadas ganas de montar, pero él se dedicó a jugar con el cambio de marchas, que también es algo que debe aprender a controlar para acompañarnos algún día a las carreras.


Publico tiempo más tarde de la entrada y por no dejarla. Pero está tan entrecortada como yo me encontraba al escribirla. Realmente es complicado aislarse a veces cuando estás preocupado por gente a la que quieres.