domingo, septiembre 28, 2014

Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo

Tras las últimas cosas que hemos andado haciendo en la Estepa, apenas quedaba moto por retocar, que no fuera por cosas estéticas. Hay que repintar la Ossa naranja parcialmente, un kit de una 247, cambiar el guardabarros delantero de la Cota 304 y alguna que otra cosa más que requiere -entre otros pequeños detalles sin importancia- que me acuerde previamente de pedir la pintura y las piezas. Por no añadir que me horroriza lo de la pintura porque no le tengo nada cogido el punto.

Aunque me da que pronto no me quedará otro remedio.

Así las cosas, el fin de semana se planteaba -al menos a priori- con poco objetivo. Como supuestamente íbamos a salir a montar los dos cabritos que se rajaron y yo mismo, no había hecho planes ni preparado nada.

Rumiando mi desgracia aparecí por el taller el sábado. Agarré la 247 de John y le quité un bollo al guardabarros delantero que trajo del penúltimo Cabrianes de José María. Aunque lo hice con tan poca fe, que ni me molesté en sacar fotos de los martillos y los tases empleados. Y eso que el resultado fue más que digno para ser mi primer bollo arreglado.

Pero luego se terminaron liando las cosas, como casi siempre. Para empezar porque al mover una batería que saqué de la GS 1200 me di cuenta de que tenía un tamaño muy parecido al de la Suzuki SV 650 que le regalaron hace poco a mi hijo. Y cuando probé, cabía en el hueco. Como además hacía poco que la había recargado con el Optimate para poder usarla con la estroboscópica, el resultado fue que me dio por ver si la moto arrancaba.

Y arrancó: 


No suena mal, ¿verdad? Además hay que reconocer que lo hizo sin que le costara mucho y con la gasolina "Gran Reserva" que llevaba en el depósito. Tampoco humea ni tiene síntoma extraño alguno. Así que me proporcionó una tarde de sábado entretenida, aunque no quise sacarla a la calle sin papeles ni seguro.

Y esta mañana de domingo, visto que llovía y no había con quien irse al campo, pensé dedicarme a hacer inventario de tornillería, porque toca hacer pedido y es mejor prepararlo a conciencia. Pero la diversión duró cinco minutos, con lo que terminé dando vueltas como un león enjaulado ... hasta que pasé a la habitación donde están la pulidora y la lavadora de piezas y reparé en el chasis de King Scorpion con el que quería hacerme una segunda moto el día de mañana.

Lo que no podía sospechar es que el día de mañana fuera a empezar precisamente hoy mismo. Pero es que poner el chasis de una moto sobre el banco tiene ese peligro: una cosa te lleva a la otra y al final terminas por liarte. Ahora le pongo los amortiguadores, luego miro si las estriberas quedan bien, presentas el guardabarros trasero a ver qué tal queda ... luego piensas que con el portaequipajes se verá mejor, pones la horquilla para equilibrar la parte de delante y la de atrás ... y al final resulta que tienes montado un trocito de moto que empieza a tomar forma:



Y recuerdas rápido lo mucho que te gustan las King y te lías un poco más todavía. Pata de cabra, manillar y empiezas a ver si hay llantas para poder ponerla en pie y moverla de un lado a otro.


Y a ese punto no llegué, pero sí a chequear que la inmensa mayoría de las piezas necesarias están en casa. Así que creo que voy a ir dando pasos para montar la segunda King ... que será la tercera en casa, contando con la de Carlos. Si algún día me hubieran dicho que bajo mi techo iban a estar 3 King Scorpion y 3 Cotas 247 de Tambores Grandes no me lo habría creído.


Pero conste que voy a tardar, y lo tengo asumido. Quiero hacerlo yo todo ... o casi. Al menos, que me valga para aprender cosas que no he hecho hasta ahora, como el radiado de las ruedas.

Supongo que si en cada visita a la Estepa le voy dando un toquecito, a final del invierno puede que empiece a verse una moto casi completa. De momento, el próximo fin de semana que me acerque, puliré las botellas de horquilla, les pondré retenes y las dejaré montadas y con su guardabarros delantero.

Ya os contaré qué tal va quedando.

domingo, septiembre 21, 2014

Pepe Gotera y Otilio arreglan la pata de cabra de una Ossa TR 250

Siguiendo con la vida naranja que llevo últimamente, tenía un reto pendiente por resolver con la pata de cabra, como os contaba a principio de este mes. Y era un arreglo fastidiado por el lugar donde tocaba hacerlo: la parte inferior del basculante.

Se trata de que la moto lleva un muelle que se fija en una argolla en la misma pata de cabra y otra en la parte inferior del basculante, que es la que faltaba cuando la moto llegó a casa. Y aunque quedaba bastante sujeta sin necesidad del muelle, es una barbaridad llevar una moto donde la pata de cabra puede descolgarse en un bache cualquiera y hacer que te partas la cabeza.

Teníamos dos alternativas: la ortodoxa, que implica desmontar el basculante para trabajar sin problemas (y que no tenía malditas las ganas de usar porque no tenía tiempo ni ganas de ensuciarme mucho), y la chapucera que consistía en tumbar la moto sobre un costado e intentar soldar en vertical sin salir ardiendo. Mira la foto de abajo y averigua tú mismo cuál de las dos nos gustó más:


Aquí una foto desenfocada del problema: los dos puntitos que se ven a la izquierda del tornillo son los puntos donde iba la argolla original. Parece que el problema fue que uno de los dos extremos no estaba soldado y el otro saltó. Sepa Dios a quién y cuándo. La moto llegó a casa sin pata de cabra (la que lleva la compré a los Vitale hace años), y la que se ve en la foto se ha pasado años puesta al revés hasta principios de este mes.


La estrategia que se me ocurrió fue limar una arandela M6 para aplanar uno de sus lados y darle un par de puntos de soldadura con la inverter. Abajo tenéis la arandela tras haber pasado por la amoladora ... y quemarme el dedo índice de la mano izquierda al recogerla. Menos mal que llevaba un guante de plástico y con eso se me pegó a la piel.


Tras achicharrarme el dedo hice un primer intento interesante. Descubrí que un electrodo de 2,5 mm a 100 Amperios derrite las arandelas M6 con una facilidad maravillosa. Y que el resultado es un basculante con unas pocas de gotitas negras de soldadura ... y un trozo de arandela M6 mal pegado en un extremo.

Así que pasamos a la arandela M8, un electrodo de 1,6 mm y el amperaje adecuado al mismo (no sé si eran 40 amperios).



Lo que sí hice bien fue preparar la operación con prudencia. Aquí puedes ver cómo la pinza de masa iba al final del basculante y el mártir que dejé cogido al mismo con un alicate de presión para calentar bien el electrodo antes de puntear. Todo ello con una madera debajo para evitar salpicaduras.


Y también puse un cartón bajo el otro extremo para proteger su entorno en la medida de lo posible. No sólo descubrí que protege bien, sino que resulta muy divertido verlo arder en mitad del proceso. Agiliza mucho la capacidad de respuesta y mejora los reflejos, que a mi edad es importante.


Pero finalmente, como puedes ver aquí, gran triunfo: la arandela quedó bien fijada en su posición y es capaz de aguantar la tensión que crea el muelle. Por cierto, parecido -si no igual- al que llevan muchas Montesa.


Con lo que sólo faltaba una cosa por hacer. Si miras de nuevo la segunda foto de arriba, verás que el tornillo que tenía puesto en la pata es muy largo y tocaba con el muelle. De tal modo que agarré un M10 de 40 mm y lo corté a la medida exacta para que quedara a ras de tuerca y no dé problemas. Abajo lo tienes:


Sí, ya sé que la moto tiene los bajos más guarros que se hayan visto por aquí en años. Y aunque no lo sepas, tengo un juego de juntas y unos retenes de cigüeñal listos para darles un cambio. Pero eso será en otro momento, porque primero quiero probarla un poco en campo, que ya va siendo hora.

Con un poco de suerte, el fin de semana que viene. Sobre todo si José María y Julián se animan a probar las nuevas.


domingo, septiembre 14, 2014

Tuneando una Cota 200

La pobre de la Cota 200 entró con mal pie en casa, como ya os conté en una entrada anterior. Desde entonces, y de forma inexplicable, se había convertido en el patito feo de la familia. Su madre no la quiso y su padre -que soy yo mismo- la dejó en un rincón del garaje porque el asiento biplaza con el que vino de Italia le parecía espantoso.

Es una moto dulce y sencilla de conducir. Y salvo que te llames Charlie y te guste romper cosas inverosímiles cada vez que sales al campo, es raro que te dé problemas. Pero el dichoso asiento me mataba. Y la pata de cabra era un rollo porque estaba deformada y salía como 20 centímetros hacia afuera cuando la subías para arrancar ... además de dejar la moto extremadamente tumbada cuando parabas y la ponías. Dos chorradas, sí. Pero dos chorradas molestas que la han tenido condenada durante años.

Feo, como pegarle a un padre.


Hacía falta un asiento (que conseguí hace tiempo) y un rato con nada mejor que hacer que dedicarlo al patito feo para decidirse a cambiarlo. Justo lo que ha coincidido este fin de semana, en que llegué a la estepa sin nada concreto en la cabeza. Quiero decir sin nada concreto en cuanto a planes de moto; que mi cabeza sigue igual de hueca que siempre. Así que lo primero que tocó hacer era ver si encajaba el asiento en su base, cosa que afortunadamente sucedió:

Sobraba un trozo de kit.

Y lo siguiente, tomar medidas para hacer los taladros en su sitio. Se me ocurrió que siendo fibra tal vez la mejor opción fuera una broca de madera, y así fue. Tienen la ventaja de una punta muy fina que marca rápido la posición de taladrado sin que la broca se desplace lateralmente.

Agujeros marcados para taladrar.

No hice fotos a partir de aquí porque en el proceso de corte con la Dremel salió tal cantidad de polvo que incluso paré para buscarme una mascarilla protectora para la nariz. Pero el caso es que tras unos minutos de corte y repaso con la lima pude montar el asiento nuevo que quedó bastante razonable.

Ahora sí parece una trialera en lugar de un engendro.

Y antes de eso, había dedicado un rato a doblar la pata de cabra buscando corregir sus defectos. El resultado -conseguido con un tornillo de banco sólido y una barra de hierro con un metro de largo- es también bastante satisfactorio:


Así que en un rato dejamos al patito feo bastante más presentable de lo que estaba al llegar a casa. Supongo que lo suyo sería guardar el faro y el piloto y ponerle un portanúmeros delantero y un guardabarros nuevo. Pero sepa Dios cuando haya otra oportunidad de dedicarle un rato a la 200.

De hecho -y aunque me dé corte contarlo, porque luego Nacho se mete conmigo- este fin de semana hice un montón de cosas más, y lo de la Cota 200 fue un modo de llenar una mañana de domingo. Antes hubo que rellenar la batería de la Norton que estaba seca, rematar dos caballetes que quedaron sin pintar ... cosa que aproveché para hacer otro nuevo, limpiar el carburador de la Ossa naranja para dejarla lista para prueba larga en campo. E incluso para limpiar la 349/4 y la 330, que me dieron recuerdos para José María. Dicen que le echan de menos.

Supongo que va tocando irse un día para montar en moto. Que se supone que las arreglamos para disfrutarlas, y no sólo por el vicio solitario.

miércoles, septiembre 03, 2014

La Ossa naranja de Stefano

Allá por el final de 2005 o principios de 2006 compré una Ossa naranja en Italia. Lo conté hace la tira de tiempo en este mismo blog al hilo de la restauración de una Ossa amarilla que había comprado previamente y con la que intercambié alguna pieza.

Retomando aquella historia, entre unas cosas y otras, la moto llegó a casa en Marzo de 2.007, con el aspecto que os pongo en la foto de aquel día:


Mirándola bien, probablemente fue una de las compras más razonables que he hecho. Porque por 500 euros me enviaron una moto bastante entera, aunque con sus cositas. Entre otras, con el chasis muy levantado en la cola de un golpe, una chapuza en el silencioso para poderlo usar, sin pata de cabra, con una careta de faro extraña y la instalación eléctrica aún medio puesta, unos Marzocchi traseros que nunca fueron suyos y el manillar montado al revés sobre sus suplementos de tija.

Pero arrancaba, el motor no sonaba mal y estaba bastante entera. Incluso con algunos detalles italianos curiosos que me gustaron, como los guardabarros o los topes de manillar especiales que trajo puestos a casa.

Sin embargo, entre líos de trabajo y falta de tiempo, nunca tuve ocasión de meterme con ella. No sólo porque fueran llegando otras motos a casa, sino también -entre otras cosas- porque no se me ocurría un modo de bajar la cola del chasis sin montar un lío. Alguna cosa le he ido haciendo a ratos perdidos (como ponerle al revés una pata de cabra que compré a los Vitale o instalarle unos amortiguadores originales que me costaron un congo hace unos años), pero nunca de un modo sistemático.

Hace unos días, sin embargo, me encontré en la Estepa con un par de tardes libres y sin objetivo concreto a la vuelta de la playa. Y por alguna razón la Ossa y yo nos miramos y decidimos que era un momento tan bueno como otro cualquiera para pasar un rato juntos.


Y no es que le haya hecho grandísimas cosas, pero se le va notando el cambio. Lo primero fue desmontar el depósito para ver qué pasaba en el chasis, y encontrarme con que sólo la cola estaba afectada ... de tal modo que con un listón largo de hierro de los que había usado para hacer caballetes, pudimos bajarla sin más que hacer palanca con cuidado. Eso trajo consigo la necesidad de hacer una chapucilla con la pletina que habían puesto para conectar el silencioso con su soporte ... y digo chapuza porque el cafre que la hizo no sólo puso una pletina sino que desoldó y remachó la pestaña del silencioso que ahora queda demasiado delante y que tendré que mover en cuanto tenga un rato hacia atrás para eliminar la pletina definitivamente.

Además limpié la (enorme cantidad de) mugre que había bajo el depósito, retiré la instalación eléctrica salvo la mínima para poder arrancar la moto y parar, puse la pata de cabra al derecho (aunque para añadir el muelle tendré que soldar un anclaje al basculante que se ha perdido).

Después de arrancarla y moverla un ratito, creo que valdrá la pena repasarle la horquilla (tal vez incluyendo pintura), limpiar un poco escape y culata y dejarla en uso como moto para algún amigo que quiera salir al campo sobre una montura sencilla de manejar y relativamente cómoda para ser una trialera.

Espero que no vuelva a hablaros de ella dentro de otros siete años como paso la vez anterior. :-)