A finales de Agosto cumplí 50 años.
Y eso no sólo quiere decir que ya sólo me faltan seis para hacer mi primer medio siglo como motero, sino también que estoy en ese momento de la vida en que ves con claridad cómo la siguiente generación viene apretando, y que ya va quedando poco para que en lugar de estar detrás, me den una pasada de aúpa en mitad de una curva.
Pero creo que nadie será más feliz que yo ése día. Sobre todo si es mi hijo quien lo hace.
Porque este Agosto ha sido, también, su primer verano con moto propia. Una Honda CBR 125 R de segunda mano que se ha comprado después de ahorrar durante todo el año y trabajar en Julio tras aprobar su Selectividad. Averiguad qué mecánico se encargó de desmontar la horquilla, cambiar retenes y revisar todo lo revisable. ¡Una japonesa en mi taller! Nunca lo hubiera creído.
Así que después de unas semanas donde se estrenó (en todos los sentidos, porque el primer día se desolló vivo al caerse bloqueando la rueda trasera) en Chiclana, este domingo, por fin, salimos juntos a dar una vuelta larga por carretera. Yo con mi GS y él con la Hondita.
8:30 de la mañana para no coger tráfico en Madrid, y proa puesta a uno de mis recorridos habituales. Aquí lo veis en una gasolinera pasado Tres Cantos, en dirección a Miraflores. Casco AGV nuevo, pero mi vieja Dainese azul, cuyos hombros todavía no rellenan sus 17 años.
De ahí pusimos rumbo al puerto de Canencia vía Miraflores de la Sierra. Una carretera con un asfalto en muy buen estado y una colección de curvas fantásticas para que un novato entienda cómo se debe trazar para no matarse con el que pueda aparecer de frente.
Un poco más adelante paramos pasado el puerto para ver si se animaba a bajar al valle del Lozoya. Creo que su cara explica mejor que mis palabras el rato que estaba pasando.
Y allá que pusimos proa. Desde Canencia a Lozoya, Alameda del Valle y Rascafría, donde paramos -como es casi obligado- en la fábrica de chocolate San Lázaro a comprar un par de tabletas para regalar a las que se habían quedado durmiendo.
Lástima que con el motorcillo de la Honda no era cuestión volverse por la autovía de la Coruña, con lo que no hicimos el puerto de Cotos ni el de Navacerrada y nos volvimos por donde habíamos venido. Pero no estuvo mal como bautismo de fuego. Más de 200 kilómetros de paseo con una sobredosis de curvas no son mal plan para un novato.
Ojalá hayan muchos domingos así a partir de ahora.
Amigo Julián,
ResponderEliminarMuchísimas felicidades !!! y por partida doble.
Por tu medio siglo y por el bautismo del "heredero".
Debió ser MUY emocionante...
Un fuerte abrazo !
Jaume
Gracias, Jaume.
ResponderEliminarNos veremos en Tona!
El máster que está haciendo Tron le va a convertir en un piloto magnífico.
ResponderEliminarAl tiempo.
Algún día nos mojará la oreja, seguro.
EliminarPero no se lo pienso poner fácil. :-)