Allá por el final de 2005 o principios de 2006 compré una Ossa naranja en Italia. Lo conté hace la tira de tiempo en este mismo blog al hilo de la restauración de una Ossa amarilla que había comprado previamente y con la que intercambié alguna pieza.
Retomando aquella historia, entre unas cosas y otras, la moto llegó a casa en Marzo de 2.007, con el aspecto que os pongo en la foto de aquel día:
Mirándola bien, probablemente fue una de las compras más razonables que he hecho. Porque por 500 euros me enviaron una moto bastante entera, aunque con sus cositas. Entre otras, con el chasis muy levantado en la cola de un golpe, una chapuza en el silencioso para poderlo usar, sin pata de cabra, con una careta de faro extraña y la instalación eléctrica aún medio puesta, unos Marzocchi traseros que nunca fueron suyos y el manillar montado al revés sobre sus suplementos de tija.
Pero arrancaba, el motor no sonaba mal y estaba bastante entera. Incluso con algunos detalles italianos curiosos que me gustaron, como los guardabarros o los topes de manillar especiales que trajo puestos a casa.
Sin embargo, entre líos de trabajo y falta de tiempo, nunca tuve ocasión de meterme con ella. No sólo porque fueran llegando otras motos a casa, sino también -entre otras cosas- porque no se me ocurría un modo de bajar la cola del chasis sin montar un lío. Alguna cosa le he ido haciendo a ratos perdidos (como ponerle al revés una pata de cabra que compré a los Vitale o instalarle unos amortiguadores originales que me costaron un congo hace unos años), pero nunca de un modo sistemático.
Hace unos días, sin embargo, me encontré en la Estepa con un par de tardes libres y sin objetivo concreto a la vuelta de la playa. Y por alguna razón la Ossa y yo nos miramos y decidimos que era un momento tan bueno como otro cualquiera para pasar un rato juntos.
Y no es que le haya hecho grandísimas cosas, pero se le va notando el cambio. Lo primero fue desmontar el depósito para ver qué pasaba en el chasis, y encontrarme con que sólo la cola estaba afectada ... de tal modo que con un listón largo de hierro de los que había usado para hacer caballetes, pudimos bajarla sin más que hacer palanca con cuidado. Eso trajo consigo la necesidad de hacer una chapucilla con la pletina que habían puesto para conectar el silencioso con su soporte ... y digo chapuza porque el cafre que la hizo no sólo puso una pletina sino que desoldó y remachó la pestaña del silencioso que ahora queda demasiado delante y que tendré que mover en cuanto tenga un rato hacia atrás para eliminar la pletina definitivamente.
Además limpié la (enorme cantidad de) mugre que había bajo el depósito, retiré la instalación eléctrica salvo la mínima para poder arrancar la moto y parar, puse la pata de cabra al derecho (aunque para añadir el muelle tendré que soldar un anclaje al basculante que se ha perdido).
Después de arrancarla y moverla un ratito, creo que valdrá la pena repasarle la horquilla (tal vez incluyendo pintura), limpiar un poco escape y culata y dejarla en uso como moto para algún amigo que quiera salir al campo sobre una montura sencilla de manejar y relativamente cómoda para ser una trialera.
Espero que no vuelva a hablaros de ella dentro de otros siete años como paso la vez anterior. :-)
miércoles, septiembre 03, 2014
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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.