A veces a uno se le olvida que lo que realmente le gusta es montar en moto. Pasamos tanto tiempo pensando en ello, arreglando cosas y dando vueltas a proyectos que, sin darnos cuenta, de repente caes en que hace seis meses que no arrancas una trialera.
Pero del mismo modo, también hay momentos en que -sin buscarlo- las cosas se lían por sí solas y se alinean todos los planetas necesarios para construir un día inolvidable.
Ayer sábado fue uno de esos días. Durante la semana me crucé en los foros de TodoTrial con Javier Cruz. Javier es ingeniero, castellano, buen tipo y, sobre todo, trialero. Amigo de José María desde hace diez o doce años, propietario de algunas motos preciosas (entre ellas una James con la que corre algunos triales clásicas en UK), y piloto habitual de una Cota 247 con la que hace un papel más que digno en muchas de las carreras en que participa en España.
Pero el retrato no estaría completo sin añadir que tiene la suerte de tener una casa en Segovia, y una familia aún más acogedora que la casa. Y nos había dicho mil veces que nos esperaba cuando quisiéramos ir. Pero entre que la vida se lía y que te da un cierto apuro meterte en casa de alguien un fin de semana, nunca lo concretamos. Mea culpa, porque José María me había hablado maravillas del entorno de la casa de Javier, donde se hicieron alguno de los primeros cursos que dio Mick Andrews en España.
Total, que en el cruce en los foros, y hablando de las posibilidades del encendido para trialeras, me dice Javier de nuevo que a ver si nos dejamos caer por allí, y sin saber bien por qué, le tomo la palabra, hablo con mi compañero y decidimos que el sábado echamos al remolque la Honda y la 348 y nos vamos para allá. Y nos plantamos en su casa, con dos grados bajo cero y el cielo cubierto por completo.
Motos fuera del remolque, Honda pinchada, Javier que ofrece una Ulf Karlsson como reemplazo de la japonesa y nos presenta a Víctor, que estaba también dispuesto a pasar la mañana con otra 348. Nos cambiamos, y sin más dilación ... ¡al campo!
¡¡Y qué campo!! Arena, tierra, barro, agua, piedra. No falta absolutamente de nada para poder probar en todo tipo de condiciones. Las fotos no hacen justicia para nada a la maravillosa naturaleza en que nos estuvimos moviendo, pero al menos dejan constancia de nuestro paso por allí.
En la primera, José María con la 348 (que va fantástica de motor con su condensador electrónico metido bajo el asiento) entrando a la primera zona que nos marcó el anfitrión, que le mira desde su Sherpa.
Una zona clásica, preciosa en el modo "non-stop" en que la hicimos, sin peligro, pero ... ¡¡complicada de hacer a cero!! porque requería una mezcla de velocidad concreta, equilibro, tacto de gas y ritmo. Lo que es saber hacer trial, vamos. En la imagen de abajo de ve mejor a José María con la Ulf Karlsson abordando el giro de izquierdas previo a una subida de arena suelta. El giro era la clave porque venías de una bajada hacia el río (donde no debías meterte) con una entrada muy estrecha y donde lo complicado era dar con la velocidad correcta.
Desde allí nos fuimos a una zona de agua que podía recordar a cualquier trial clásico británico. Una preciosidad donde también la clave estaba en mantener el equilibrio en velocidad durante el recorrido, porque la adherencia era crítica.
A esas alturas del recorrido, mis piernas me estaban dejando claro que tantas horas de ordenador no son el mejor modo de prepararse para correr triales. Pero aún quedaba mucha mañana por delante, con paisajes verdaderamente bonitos.
Entre otros, el entorno de un molino que se ve a la izquierda de la imagen y que aún está en funcionamiento. Pocas veces tiene uno la posibilidad de moverse en un paisaje como éste, la verdad:
De ahí nos fuimos para otro paraje precioso, entre rocas y jaras, con un olor espectacular y unas vistas magníficas. Entre otras, de tres Montesas clásicas en mitad del campo. Una imagen cada vez más complicada de ver, lamentablemente.
Y por si faltara algo, resultó que Javier es, además, un estupendo cocinero, y nos invitó a comer con su familia como remate del día. Una comida relajada y agradable, viendo desde el comedor la nevada que empezaba a pintar el paisaje (¡y las motos!) de blanco:
Como os decía al principio, un día inesperado, pero de los que te hacen recordar lo bonito que es este deporte, conocer mejor a la gente estupenda que lo practica, y recargar las pilas para una muy buena temporada.
El lunes empiezo de nuevo a hacer bicicleta todos los días. ¡Hay que ponerse en forma!
Fantástica mañana. Con anfitriones así y parajes como ese, el trial se convierte en algo más.
ResponderEliminarUn sábado de los que no se olvidan. Habrá que hacer caso a Javier y a Alejandra y volver muy a menudo. Espero que no se arrepientan :-).
El trabajo que hiciste con la 348, espectacular.
Lo de Javier y Alejandra, impagable, efectivamente.
EliminarY lo de la 348 lo comentamos ayer: parece mentira cómo una moto que iba de pena se convierte en otra cosa con un puñadito de euros repartidos en retenes de cigüeñal, condensador y aceites. Da gusto.
Se me están poniendo unos dientes... largos, largos, vaya paisaje!, creo que lo he soñado alguna vez, solo de ver el río ya me pongo nervioso...
ResponderEliminarCelebro tengáis días como estos, por mi parte no me quejo aunque ahora me toca ir de mochilero a pie de mi hijo en bici, hoy ha empezado el campeonato de BikeTrial con cambio de categoría y aunque ha sudado lo suyo ha ido de narices!.
Me gustaría compartir un día de estos con vosotros!!!
Un abrazo
Pep
No te lo puedes imaginar, Pep. Si no es el paraíso del trial, le falta muy poquito. Y en un día como ayer no nos cruzamos ni un solo ser humano durante toda la mañana ... pero ni de lejos, siquiera.
EliminarPor lo que nos contó Javier, las vacas -únicos habitantes de aquellos parajes- estaban en otras laderas que son mejores para pasar el invierno. Y los (pocos) lugareños que viven de ellas no tienen el más mínimo problema con los trialeros porque no perjudican para nada.
Si quieres, te aviso en caso de que alguna vez vuelva a montarse algo en plan dos días, porque debe valer la pena. Imagina aquello en primavera, con la vegetación en pleno subidón. ¡¡La leche!!
Pues no estaría nada mal organizar un "dos días" con Mick y los amics en primavera, el fin de semana anterior a Robregordo, por ejemplo. Igual sale algo carillo pero valdría la pena sin duda. El hostal de Sotosalbos es precioso y los acompañantes pasarían un fin de semana distinto y relajante.
ResponderEliminarYo me apuntaría, encantado ...
EliminarUmmm, que fechas, más o menos?
ResponderEliminarTodo es negociable, mon cher
Eliminar