Una nota imprescindible:
Revisando el blog, que he tenido muy abandonado durante años, me encontré con varios borradores de entradas que, por unas cosas u otras, no llegué a terminar. Y la primera que rescato es ésta, a la que mantendré el formato y el contenido, añadiendo en cursiva algo de texto para que tengan sentido las fotos que dejé preparadas al final del artículo. Espero que no quede demasiado raro.
Arrancamos ...
Han pasado tres semanas desde que volvimos de la Impalada 2.012. Una eternidad para lo que debería haber sido ser una crónica rápida, ligada a un evento de actualidad.
De hecho, empecé a escribir el lunes siguiente al fin de semana de autos, pero lo dejé con el artículo medio esbozado. Faltaban fotos, faltaba claridad de ideas y sobraban vivencias. Mi sensación de vacío al escribir era casi absoluta. No podía evitar la sensación de estar siendo tremendamente injusto con un evento en que tantos amigos habían volcado tanto cariño. Porque tal vez muchos no lo sepáis, pero este año la Impalada conmemoraba el 50 aniversario del modelo y de la Operación Impala, y eso ha hecho que los amigos del Moto Club Impala se hayan superado. Han sido semanas casi sin saber de Pep o Jaume, que andaban viviendo varias vidas a la vez con la vista puesta en ése 9 de Junio que han convertido en el centro de un fin de semana inolvidable.
Por otro lado, no sé si lo he comentado en alguna ocasión, pero empecé a escribir estas páginas hace ocho años con el objetivo inicial de poner mi grano de arena en torno a una moto que fue parte de mi vida, y con la idea de que no las leería casi nadie. Pero cada vez que asisto a un evento de clásicas vuelvo con la sensación de que esto ha terminado por tomar vida propia y convertirse en algo que ya no sé si es estrictamente "mío". Increíble la cantidad de caras amables que durante estos días me han dicho ése "te leo" que tanto me impresiona. No sé si habéis hecho algo parecido a escribir en público, pero una cosa es andar escribiendo para uno mismo, y otra que te paren para agradecerte el esfuerzo, cuando en todo caso debería ser yo quien agradeciera todo el cariño que recibo a cambio de emborronar unas páginas de vez en cuando.
Preparativos y viaje.
Los que recordéis la crónica de la Impalada 2011 sabéis que aquella fue "mi primera vez", y que tuve la suerte de vivirla a los mandos de una preciosa King Scorpion prestada por Pep Itchart. Un año para recordar, en el que sólo faltó un elemento importante: mi compañero José María, que por aquel entonces aún no había probado mi Impala, ni se había comprado su propia Impala 2 como consecuencia de la impresión que le hizo aquella moto de ruedas lisas.
Pero entre entonces y ahora, Domínguez se ha vuelto usuario habitual de su moto, en la que lleva ya muchos más kilómetros que yo con la mía. Y la primera consecuencia es que no estuvo dispuesto a perderse el 50 aniversario. Así que, en lugar de llevarme a mi mujer y a mi hija, este año salimos para Barcelona José María y yo con nuestras motos cargadas en su remolque cerrado.
Quedamos el viernes a las 9 de la mañana para enganchar en mi coche su remolque y salir para Barcelona sin agobio. Y casi lo conseguimos. Porque agobio de tiempo no lo hubo, pero sí de otro tipo: al parar a 50 kilómetros de Madrid para echar gasolina nos dimos cuenta de que el remolque llevaba la matrícula de su coche, en lugar de la del mío. Cosas de los 48 años y de tener la cabeza en treinta cosas a la vez. Pero la pregunta era ... ¿y ahora qué hacemos? Descartada la opción de volver atrás a recoger la placa de matrícula correcta, las opciones eran parar en algún pueblo donde pudieran hacernos una placa, o seguir hasta Barcelona pidiendo a Dios que la "Meretérita" -como la llamaba el gran Chiquito- no se diera cuenta del error.
Así fue finalmente, y llegamos a Barcelona sin más incidencias, aunque con un consumo que nunca vi antes en mi coche. Puntas de 12 litros a los 100 cuando el consumo de mi Alfa está sobre los 7 litros en carretera. La solución habitacional que arrastrábamos tuvo la culpa, porque pesa como un noviazgo tonto.
"Magic Itchart" aparece de nuevo.
La consecuencia divertida del episodio fue que el bueno de Pep salió a recogernos con el no menos bueno de Jaume Domínguez, que volvían de marcar el recorrido del día siguiente. Y cuando le contamos el episodio puso una de esas caras que él pone, hizo una foto con su teléfono a la matrícula de mi coche, nos llevó a su oficina, y en dos minutos nos había fabricado una matrícula perfecta con la que pudimos hacer luego el viaje a Madrid.
De allí nos fuimos a dejar el equipaje en el hotel, salir de nuevo para colocar el coche y el remolque en un parking de Sant Adriá del Besos (malas cosas se fabricaron allí, pero no había alternativa) y volver con las motos a Barcelona para la cena del viernes ... gracias al GPS que pusimos en la moto de José María, porque el protector de manillar de mi Impala no deja suficiente tubo de manillar al descubierto para poder montarlo en mi moto.
Reencuentros y cena del viernes.
Lamento tener que contaros todas estas cosas sin fotos, pero no siempre tienes el tiempo o la ocasión de usar la cámara ... o te la has olvidado en el hotel, como pasó en la cena. Otra vez los 48. Seguro que a más de uno os suena, ¿verdad?
En la agradabilísima cena del viernes nos reencontramos con amigos de Madrid a los que no veíamos desde meses, y con los que compartimos mesa. Juan Félix Cid y su mujer, y Eduardo Maldonado se sumaron a los hermanos Bartlett y Ramón Valls en una cena precedida por muchos otros reencuentros con amigos impaleros. Recuerdo con especial cariño el rato con José Antonio hablando sobre el futuro libro de Pedro Pí, o la primera sonrisa que nos regaló Domi, que ha sido uno de los descubrimientos del año.
El único testimonio gráfico que conservo (y que me encanta) es esta foto del paseo nocturno por Barcelona con que acabamos la noche:
De derecha a izquierda, José María con la santanderina, Domi con un casco gris, servidor, casco blanco de Pep al fondo, José Antonio con casco rojo, scooter desconocido, Jaume y alguien más que no conozco. Íbamos camino del mercado del Born a tomar una cerveza antes de acostarnos.
Y llegó el sábado: ¡Qué impresión!
A la mañana siguiente nos recogían Ramón Valls y Nacho Bartlett en el hotel para acompañarnos hasta Montjuïc, desde donde salían la mayoría de las motos. Creo que estas imágenes os pueden dar una idea del exitazo que tuvo la convocatoria:
Creo que finalmente fuimos 350 impalas de todos los modelos las que tomamos salida, con cerca de 400 participantes inscritos, llegados desde toda España. Mayoría de barceloneses, como era previsible, pero muchos murcianos (impresionante la afición que hay a las Impalas allí), algunos extremeños (saludos para Jotita, que ha sido uno de los héroes de la vuelta a España), e incluso un grupo de gallegos que ¡¡vinieron en moto!!
Dimos una vuelta al trazado del antiguo circuito de las 24 horas acordándonos del bueno de Edu Carol y de su batallita de la chica de la Cruz Roja, y salimos en dirección al desayuno. El aspecto de la caravana por las calles de Barcelona era impresionante:
... como también lo era el del parking del hotel donde desayunamos para tomar fuerzas antes del tramo más largo del recorrido.
Aquel año también vino con nosotros Rafa Estropá, que en esta ocasión no empotró su Impala USA bajo ningún coche. Abajo la veis junto a la Impala Moritz, que no sé si era el primer año que se sumaba al evento.
Más compañeros aún: Eduardo Maldonado, que se hizo la Impalada con su King Scorpion de segunda serie, tan impecable como todas sus motos. En la foto, junto a José María.
Y la de abajo es una foto de lo más atípica: al frente Nacho con la Texas, en medio Ramón con mi Impala Turismo, y al fondo servidor con la Sport de Nacho. Aquel fue el año en que hice con ella un invertido en una frenada de emergencia en mitad de un pueblo. Esa moto frena como ninguna otra Impala que yo haya visto.
Par de fotos de los preciosos paisajes de que disfrutamos aquel año. Creo que eran del Montseny, pero no podría jurarlo. El caso es que Ramón sigue con mi Turismo y Nacho con la Texas.
Una foto mítica para la comunidad impalera: la del 50 aniversario hecha desde la parte de arriba del restaurante, que en aquella época no teníamos drones ni nada que remotamente se le pareciera.
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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.