Dejamos el otro día la Cota 348 de José María a medio camino de la nada. Con los retenes del cigüeñal cambiados, algo más estable de carburación, pero sin terminar de ir bien. Y como el fin de semana pasado pasé por allí sin compañía, no hice fotos del siguiente paso, que fue bastante simple: limpieza a fondo del carburador (por segunda vez), posicionar la aguja en la posición central (no me había dado cuenta pero estaba demasiado elevada con lo que enriquecía la mezcla) y poco más.
El resultado fue que la moto arrancaba perfecta en frío y marchaba bastante redonda en las marchas cortas que pude probar por el patio de casa, y allí la dejé, pendiente de probarla más a fondo en el campo con su dueño.
La ocasión se presentó este sábado. Los planetas se alinearon de modo que en lugar de ser dos, se apuntaron también mi amigo Carlos, y el bueno de Germán (más conocido como Ger.Maneta en los ambientes moteros clásicos) que se vino con dos de sus motos. Una preciosa 348 ex JR Piñeira (que se puede ver en la foto de abajo) y una Cota 247 flamante. La idea era hacer un par de cosas a la 348 de José María, probarla en campo y echarle luego un ojo a la 247 de Germán, que no terminaba de ir bien.
Así que en cuanto llegamos a la Estepa nos metimos en el taller para repasar la horquilla de la 348, que perdía aceite por los retenes. Y aprovechando que estaba desmontada, decapamos la pintura negra con que alguien la disfrazó no sé sabe de qué. En la foto puede verse a José María entregado a la brocha:
Mientras uno decapaba, otro montaba retenes para ir ganado tiempo. Y para jugar con la última herramienta: una carraca neumática de media pulgada que es perfecta para manejar vasos pequeños. Los tornillos del 10 que sujetan el guardabarros salían a toda mecha. Un gusto ... que ojalá hubiera tenido en las largas sesiones de "Tambores Grandes".
Y más abajo, otra foto del montaje, con Carlos sujetando el manillar mientras servidor aplica la 32 plana a los tapones de la horquilla, observado por un José María cuya cara refleja con claridad que empieza ser consciente de lo mucho que ha aprendido, y se reserva a sí mismo para labores de más valor añadido.
El caso es que en un rato tuvimos la horquilla montada y las motos arrancadas para irnos al campo. Salimos con las dos 348, mi incombustible 349/4 y la Enduro 250 que llevaba Carlos porque no pensaba hacer trial sino simplemente acompañarnos.
Estábamos terminando de recorrer la última calle antes de salir del pueblo, cuando oigo a mi espalda un golpe fuerte seguido por el característico ruido de una arrastrada por el asfalto. Me giro y veo a Carlos medio incorporado junto a un bordillo con la Enduro unos metros más allá, tirando gasolina. Me doy la vuelta, compruebo que no le ha pasado nada y levanto la moto. Viendo el entorno está claro lo que ha ocurrido: los neumáticos de cross que monta la moto no se llevan bien con el montón otoñal de hojas húmedas que tapiza la carretera. Pero no entiendo cómo puede haber sucedido esto en una recta a bajísima velocidad. Aunque luego se aclaró el misterio: Carlos iba probando el tacto que le daban las botas sobre el freno trasero cuando éste se le escapó y terminó una frenada innecesaria clavando el delantero. Entre el gesto y el suelo sólo faltaba que se pusieran de acuerdo el Pentacross, las hojas húmedas y el asfalto. Con la colaboración, supongo de un piloto que conduce a diario una moto con ABS. Una combinación ideal para irse al suelo; menos mal que llevaba casco integral porque arrastró la cara sin mayor consecuencia.
Bueno ... consecuencias sí que hubo. Por parte de Carlos un pantalón roto, una rodilla que parecía la de un niño de cinco años volviendo del fútbol, un dedo medio chungo, unos guantes destrozados y un casco rallado. Poco mejor balance puede obtenerse de un paseo de 300 metros. Por parte de la moto, el depósito tiene un golpe feo -e incomprensible porque está en la cara superior que no tocó el suelo- y poco más.
En la imagen de abajo, el dedo de José María y la rodilla de Carlos.
Volvimos al taller, decapamos y sellamos la rodilla de Carlos, le atizamos un ibuprofeno preventivo y nos fuimos de nuevo al campo. Allí pasamos un rato probando la 348 de José María, que va bien en marcha pero cuyo arranque falla como una escopeta de feria en cuanto se calienta. El próximo fin de semana cambiaremos platinos y calaremos encendido ... aprovechando para probar los condensadores electrónicos que nos ha recomendado el maestro Ramón Valls.
Y del habitual campo de operaciones, nos alargamos a tomar unas raciones en la gasolinera cercana. Estando allí dentro, apareció una pareja de la Guardia Civil con sus BMW, que estuvieron mirando nuestras motos un buen rato. Afortunadamente, como son moteros como el que más, se limitaron a disfrutarlas sin decirnos nada. Aunque, por supuesto, ni se nos ocurrió movernos hasta que se fueron. Tampoco hay que tocar las narices más de la cuenta.
El la primera foto, de izquierda a derecha, servidor, José María y Carlos. En la siguiente es Germán el que sustituye a José María.
De allí nos volvimos al taller a hacerle algunas cosillas a la 247 de Germán. Había que cortar la cadena y cambiar platinos y condensador. Pero cuando abrimos estaba el retén derecho del cigüeñal para pocas fiestas y lo cambiamos. La luz de la foto, proporcionada por el sol poniente de La Mancha, es verdaderamente especial y hace que la moto luzca como merece.
Y esta foto me encanta. Hecha a taller cerrado porque estoy comprobando el cambio de intensidad de la bombilla con la que chequeamos la apertura de los platinos.
No tuvimos tiempo para mucho más, pero fue suficiente para disfrutar de la compañía de los amigos y pillarse las estupendas agujetas que tengo hoy. Mi forma física está para poco trial, me temo.
Seguiremos contando como evoluciona la 348 de José María. Empieza a tener buena pinta.