Hacía tanto tiempo que no pasaba día y medio en la Estepa, que ya ni recuerdo cuándo fue la última vez. Pero a veces se alinean los planetas, y me encontré con la posibilidad de escaparme a última hora de la mañana del viernes, sin tener que volver a Madrid hasta el sábado por la tarde. Así que el viernes comí con mi patrocinadora (si no es por la buena de mi suegra hubiera sido imposible montar todo este jaleo de motos que tengo) y a eso de las cuatro me fui para el taller, con algunas piezas en el maletero del coche y sin más idea que disfrutar del día y medio que tenía por delante.
Y tal vez el mayor disfrute fue no tener un guión preestablecido. Quiero pasarle la ITV a la Impala 2 con idea de llevármela a Cádiz este verano, pero no tengo mucha más claridad en este momento, y como no hay mucha prisa pretendo disfrutar del proceso de revivir una moto que ha estado durmiendo quince años, pero que está tan entera que no voy a restaurar sino a conservar.
Pese a ello, hay cosas que valía la pena cambiar porque están en mal estado, y una de ellas eran los plásticos. Desde el ángulo con que hice la foto no se aprecia mucho pero el guardacadenas, por ejemplo, tenía un roto que hacía que parte de la grasa pudiera ir hacia arriba. Así que voy a retirar los originales y ponerlos nuevos. Son cuatro pesetas y se nota un montón.
Y ya que estaba en el costado derecho, pensé que sería buena cosa ver qué piñón de salida llevaba, para lo que retiré la tapa del encendido. Encontré 14 medios dientes (el kit de arrastre está para el ídem) ... y uno de los volantes magnéticos más sucios que haya visto. Supongo que buena parte de los 24.000 kilómetros que marca los hizo por caminos polvorientos, y que por las rejillas de la tapa de encendido se fue acumulando todo el polvo que me encontré. No hice una limpieza a fondo del plato, que ya llegará cuando ponga el RM Lightning, pero sí del alojamiento y de la tapa por dentro. Podéis ver sobre el elevador la cantidad de herramientas que iba usando, así como un bote de líquido de encender barbacoas, que es mano de santo para desengrasar.
La retirada de la tapa central me dejó al descubierto tonelada y media de tierra arcillosa de la vega del Guadalquivir. Una de las mejores del mundo para cosechar, pero que no sirve de gran cosa sobre una moto y mezclada con grasa procedente de la cadena.
Y ya que estaba con el freno, recordé que el día anterior dejé la moto con la luz de freno cruzada con la del piloto, y me pasé a revisar ése otro tramo de la instalación. El resultado fue el que se ve en la foto:
Al cambiar el piloto por uno de Enduro - y hacer un mal guiado de los cables- alguien se quedó corto y empalmó tres trozos de cable azul para conseguir tener electricidad atrás. Así que rectifiqué la guía, retiré la cinta aislante y los cables azules y conecté el piloto tal cual debía estar antes de poner los plásticos nuevos.
Tras eso, y ya con la electricidad en la cabeza, me puse a mirar qué razón había para que la moto llevara un montón de cinta aislante blanca en la espina principal del chasis. En la foto podéis ver (aunque algo desenfocado) el lío al que me refiero ...
... que, al ser retirado, dejó a la luz una cosa extrañísima: habían cortado el cable de la bobina por la mitad, y empalmado dos trozos de cable negro entre ambos tramos. Supongo que un mal montaje del cableado debió fisurar el cable original, o se quemó en contacto con la culata. Sepa Dios. Pero lo curioso del caso es que hicieran el invento sin comprobar que con el segmento de cable que quedó en la bobina de alta, era suficiente para que la pipa llegara a la bujía sin estar forzada. Así que retiré todo el lío de cables, monté la pipa sobre el trozo sano y a correr.
Y aunque no lo tenía previsto, la cabra tira al monte, con lo que terminé abriendo la primaria para echar un vistazo y cambiar el retén del cigüeñal. No tenía nada claro que el humo procediera de ahí, pero nunca está de más asegurarse de que todo está en orden. Y si debo ser sincero, me picaba la curiosidad por ver cómo había sido tratada la moto en cuanto a reparaciones mecánicas. Afortunadamente me encontré con un motor poco tocado y bien reparado.
Aparte de la sustitución preventiva del retén, lo único que me tocó hacer fue reponer dos de los tres muelles silenciadores del embrague, que se habían roto. De hecho, sólo encontré uno de sus cadáveres, lo que me hace pensar que el que faltaba ya había sido retirado en una reparación anterior. Como el paquete de discos lleva ranura, la próxima vez que abra el motor sustituiré los muelles por otros de tijera, que inmovilizan todo el paquete de discos y no sólo el último.
Como diría José María, todo esto se hizo con material de fábrica. Que hace que el disfrute sea aún mayor. De hecho, como cada vez que uso en la primaria el extractor procedente de Iniesta, no pude evitar pensar en cuántas motos habrán sido desmontadas con esta herramienta. Pero cada vez que recurro a ella me alegro más de haberla conseguido porque es de una robustez incomparable a la de los extractores de patas.
Para cerrar motor nada como una de las juntas especiales de Esteve que son de lo mejorcito que se pueda usar en una Montesa. Aproveché para reponer el Transoil 10W30 que uso siempre en las primarias, cambié los puños Pro-Grip que llevaba por unos Montesa y retiré la pegatina del costado izquierdo del depósito. Debo confesar que eso último lo hice un poco acongojado por no saber qué iba a encontrarme. Pero esta moto está completamente por la labor de no darme más que alegrías: tras ella no había ningún destrozo gordo, y aunque el color que queda es levemente diferente al resto del depósito, no es algo escandaloso como se puede apreciar abajo:
Como os comenté arriba, todo esto lo hice con mimo. Despacito y saboreándolo como Dios manda. Cada vez que un tornillo o una tuerca no estaban bien fueron sustituidos por tornillería inoxidable. Cada picado que encontré en un cromado le pasé un poco de lana de acero para retirarlo. Los cables fueron engrasados. En el plástico central puse incluso el pasamuros del desagüe del carburador. Es decir: le estoy dando todo el cariño que Rosa esperaba que le diera, pero intentado que siga siendo la moto de su padre. El resultado -ahí la podéis ver con buen tamaño y al sol del verano manchego- es que la moto va reviviendo poco a poco. Espero que su vuelta a la actividad le esté haciendo disfrutar tanto como a mi.
Los siguientes pasos deberían ser el cambio de la cadena y piñón de salida, ponerle su mando de luces original y sanear el cableado interior del faro, poner neumáticos nuevos y pasarle la ITV. A ver si me da tiempo en las próximas dos semanas. La duda que me corroe es el conjunto del escape, que está muy mal y no creo que valga la pena cromar. Habrá que pensarlo con calma.
Y abajo podéis ver que todo disfrute tiene su contraparte. Ahí está parte del montón de herramientas empleadas con la Impala. Menos mal que no se ve el estado del elevador, que era cochambroso.
Pero tenía que cambiar de moto, y hace tiempo que me prometí a mi mismo que nunca empezaría con una sin haber limpiado antes la zona de trabajo. Y tocaba meterle mano a la Cota 304.
Si recordáis la historia, hubo que cambiar el cigüeñal y el encendido tras reventar todo el conjunto por culpa de un volante que se negó a salir. Y desde principio de Abril no había tenido ocasión de hacerle nada, pese a tener las piezas.
Parte del problema estaba en que, al montar, no caí en que esta moto lleva el hueco de la bujía en diagonal, lo que hace complicado encontrar el punto muerto. Y aprovechando que tuve la culata levantada, debía haber hecho las marcas correspondientes en el cárter. Pero se me olvidó, y al calor de las 4 de la tarde en la Estepa no me apetecía nada retirar el escape entero para levantarla de nuevo. Así que pensé que igual con un poco de tacto y un destornillador metido en el hueco conseguiría localizar el PMS o algo bastante aproximado.
Dicho y hecho. Una vez hecha la marca calculé a ojo de buen cubero unos 3 mm antes ... porque tampoco recordaba el valor exacto de avance de esta moto, regulé la apertura sin usar las galgas y cerré el cárter encomendándome a la Virgen santísima.
Grifo de gasolina abierta, dos patadas y funcionando. Como JM sabe perfectamente, no hay mejor lema que el que empleo en estos casos: "Dios protege a los imbéciles" ... lo cual me hace sentirme de lo más tranquilo cada vez que me meto en una de estas batallas.
Lástima que fueran las seis y media de la tarde y tocara recoger de nuevo para poner proa a Madrid. Si todo va como espero, la semana que viene, más.