miércoles, diciembre 29, 2010
Una alemana moderna
A petición de Agustí subo la primera foto de moto moderna en mucho tiempo. La amiga de Harvey, para más señas. La BMW R1200GS que entró en mi vida un 28 de Diciembre dejándome sin gasolina en mitad de una autopista.
Llevo con ella apenas 300 kilómetros desde que la saqué ayer a esta hora de un concesionario, pero mi sensación con ella es de que haya sido mi moto durante años. Sé que sus dimensiones imponen, pero puedo dar fe de que el topicazo que circula sobre estas motos ("una vez andando te olvidas del tamaño y el peso") es cierto: echas a andar con ella y la sensación es de una ligereza que no esperas.
Y la sensación se confirma en puerto de montaña: la mueves con una tremenda facilidad de un sitio a otro. Con la cintura y sin agobios. Con el único punto extraño de que cuando frenas no hunde la suspensión delantera porque el telelever delantero independiza suspensión y dirección. Dicen que una vez que te acostumbras no quieres saber de nada de las horquillas de siempre, y no sé si será verdad, pero de momento sorprende sin resultar desagradable.
Otra de las cosas llamativas de la moto, es que me hace regresar a mis años con la Le Mans, porque lleva el mismo sistema de "frenada integral" ("semi-integral" lo llama BMW) mediante el cual el pedal de freno trasero maneja también uno de los discos. La diferencia está en que el otro disco tiene una capacidad incomparablemente mejor que la italiana para detener el conjunto. Hay fotos en la red levantando rueda trasera en una apurada.
Por otro lado, ofrece múltiples opciones para jugar con la electrónica, ya que te permite modificar desde el puño izquierdo el reglaje de la suspensión, el ABS, el control de tracción, e incluso pedir una información muy completa que abarca desde temperatura o nivel de aceite hasta la presión de los neumáticos.
En fin, que Dios dirá qué me traiga el destino a sus mandos, pero que de momento estoy encantado con el sonido ronco de su escape y lo fácil que resulta de llevar. Tanto como para olvidarme de que su electrónica, a veces, dice cosas que no son muy realistas.
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BMW R 1200 GS
martes, diciembre 28, 2010
Harvey, el mensaka sudaca
Madrid, 28 de Diciembre. Día de Inocentes, para quien no haya caído. Esta mañana a última hora recojo mi moto nueva: una flamante BMW R1200GS con la que llevo soñando unos meses. Debo confesar que, en los últimos días, lo de soñar era algo más que un modo de hablar. Tenía pesadillas pensando que la moto no me gustara. Sé que suena idiota, pero no había probado una antes de comprarla, y el cambio desde mi moto de los últimos diez años (una BMW K100 RS) era como de la noche al día. Y para más inri, es la moto más nueva que he tenido. Como para equivocarse, vamos.
El caso es que, después de recogerla cerca de las dos de la tarde y hacer un par de docenas de kilómetros por Madrid haciéndola probar a Myriam y los niños, tocaba comer. Justo cuando más ganas tenía de seguir subido en su sillín. Pero es Navidad, la familia es lo primero, y dejé la moto en el garaje con idea de salir hacia la sierra en cuanto hubiera acabado el café y la sobremesa.
Dicho y hecho: saqué del armario las viejas botas que no usaba desde que paré la Guzzi recién casado, me puse unos pantalones de carretera forrados, la cazadora Dainese que me regaló mi mujer hace doce años, y me bajé al garaje dispuesto a poner rumbo a Collado Mediano.
Antes de arrancar, mirada a la nueva inquilina del garaje, y jugueteo con la multitud de botones que tengo en la piña izquierda. Uno de ellos me dice que tengo autonomía para 69 kilómetros con lo que pienso que ya rellenaré en la primera área de servicio de la carretera de la Coruña. Salgo hacia Moncloa y por fin enfilo la autovía. La moto es una seda. Alta, suave, manejable, con unos frenos maravillosos y un sonido ronco que echaba de menos en mi otra BMW. Tráfico todavía no muy cargado a las cinco de la tarde, carril izquierdo y gas. La alfombra mágica me transporta entre mil sensaciones olvidadas cuando de pronto noto que la moto se viene abajo. Reduzco una marcha sin conseguir nada y me doy cuenta de que debo pasarme cuatro carriles hacia la derecha si no quiero morir aplastado por algún conductor despistado. Afortunadamente consigo hacerlo con la inercia que llevaba, pese a que estoy al inicio de una rampa que lleva a la gasolinera del kilómetro 7.
Todavía con el corazón a 200 pulsaciones coloco el warning, pego la moto al guardarrail, me coloco por fuera de éste y corto el contacto. No tengo la menor idea de qué ha podido pasar. De haber sido otra época y otra moto, juraría que me he quedado sin gasolina, pero ... no es posible porque han pasado apenas cinco o seis kilómetros desde que salí de casa con autonomía para 69. Meto la llave de nuevo, pulso el botón que me da la información de autonomía y ... ¡otra vez los mismos 69 kilómetros! Está claro que algo no funciona.
Pienso en qué hacer y recuerdo que me he dejado en casa el papel con el teléfono de la asistencia en carretera, así que llamo a mi mujer y le pido que me lo busque. Mientras tanto, pongo el casco en el suelo tras la moto. Sé que somos pocos los que todavía recordamos qué significa el gesto, pero aún así, decido que vale la pena probar. Pasan varias motos modernas y sólo en un par de casos el piloto me mira al pasar. El resto, ni eso. Llamada de mi mujer con el teléfono de la grúa a la par que un Guardia Civil, que está atendiendo una avería en el carril Bus Vao frente a mi, me pregunta qué me pasa. Parece que al final encontraré ayuda de algún tipo: el Guardia me hace una seña dándome a entender que vendrá en cuanto acabe con la emergencia en el carril rápido, y la grúa me promete tardar menos de media hora.
Estoy pensando en la suerte que he tenido de ir tan abrigado porque el frío se hace notar a medida que se va retirando la luz, cuando de pronto para una moto dos metros por delante de la BMW muda. Es un mensajero: pantalón y chaqueta negros, guantes de invierno y, cuando me acerco, cara de piel oscura que indica que no es de aquí. Manda huevos -pienso- que no pare ni un españolito y tenga que ser esta criatura la única que tiene un minuto para mí. Y según estoy en esas, con su acento del altiplano me pregunta qué me pasa. Le explico que creo haberme quedado sin gasolina y me dice que él tiene una bolsa de emergencia y que estamos muy cerca de una gasolinera a la que se ofrece a llevarme. Le digo que no puedo dejar la moto allí sola porque está la Guardia Civil pendiente y una grúa en camino, y se ofrece a ir él a por combustible para probar si podemos arrancar mi moto. Así que le doy las gracias, y diez euros para combustible.
Sin más, el mensaka del altiplano monta en su moto y se va autopista adelante. No han pasado cinco minutos cuando aparece el coche de la Guardia Civil. Amables y profesionales como siempre, me preguntan sin viene ayuda de camino y les respondo que llamé a la grúa, pero que estoy esperando a un mensajero sudamericano al que he dado diez euros para gasolina. Uno de los guardias mira al otro como pensando en lo pardillo que puede llegar a ser un ser humano, pero no ha terminado de decir nada cuando vemos que a 500 metros de nosotros, por el lateral de la autopista, viene corriendo una figura negra y bajita con algo en las manos. Medio minuto más tarde está claro que el bueno del mensaka, lejos de fugarse, viene con todo el cuidado del mundo y medio litro de gasolina porque su bolsa está rota y gotea.
Según llega mi ángel de la guarda, echamos la gasolina en el depósito y aparece la grúa. Aquello parece un congreso en torno a mi muda moto negra hasta que le doy al botón y ¡¡arranca!! El puñetero marcador electrónico de autonomía está jorobado, y probablemente tiene una obsesión con la cifra de marras.
El mensajero hace amago de devolverme la vuelta del dinero que le he dado, pero le contesto que se tome una cerveza a mi salud por las molestias, a lo que me mira con cara de incredulidad. Hay que jorobarse; con el pedazo de detalle que se ha marcado, y aun le parece un exceso que le dé un puñado de euros. Si encima le va a parecer demasiado, pienso, y no sabiendo ya cómo darle las gracias le pregunto por su nombre. "Harvey, señor", me contesta, y ante mi cara de extrañeza lo deletrea: se ve que está acostumbrado a que nos parezca raro.
La historia termina quinientos metros más arriba en la gasolinera donde llego gracias al medio litro de mi nuevo amigo, y donde me acompañan la Guardia Civil y la grúa por si pasara algo más, una vez llena la panza de mi glotona alemana nueva.
Harvey se va dándome la mano -y las gracias una vez más- y me deja pensando en la de cosas que puede enseñarte un desconocido un día de Inocentes cualquiera en una carretera de salida de Madrid.
El caso es que, después de recogerla cerca de las dos de la tarde y hacer un par de docenas de kilómetros por Madrid haciéndola probar a Myriam y los niños, tocaba comer. Justo cuando más ganas tenía de seguir subido en su sillín. Pero es Navidad, la familia es lo primero, y dejé la moto en el garaje con idea de salir hacia la sierra en cuanto hubiera acabado el café y la sobremesa.
Dicho y hecho: saqué del armario las viejas botas que no usaba desde que paré la Guzzi recién casado, me puse unos pantalones de carretera forrados, la cazadora Dainese que me regaló mi mujer hace doce años, y me bajé al garaje dispuesto a poner rumbo a Collado Mediano.
Antes de arrancar, mirada a la nueva inquilina del garaje, y jugueteo con la multitud de botones que tengo en la piña izquierda. Uno de ellos me dice que tengo autonomía para 69 kilómetros con lo que pienso que ya rellenaré en la primera área de servicio de la carretera de la Coruña. Salgo hacia Moncloa y por fin enfilo la autovía. La moto es una seda. Alta, suave, manejable, con unos frenos maravillosos y un sonido ronco que echaba de menos en mi otra BMW. Tráfico todavía no muy cargado a las cinco de la tarde, carril izquierdo y gas. La alfombra mágica me transporta entre mil sensaciones olvidadas cuando de pronto noto que la moto se viene abajo. Reduzco una marcha sin conseguir nada y me doy cuenta de que debo pasarme cuatro carriles hacia la derecha si no quiero morir aplastado por algún conductor despistado. Afortunadamente consigo hacerlo con la inercia que llevaba, pese a que estoy al inicio de una rampa que lleva a la gasolinera del kilómetro 7.
Todavía con el corazón a 200 pulsaciones coloco el warning, pego la moto al guardarrail, me coloco por fuera de éste y corto el contacto. No tengo la menor idea de qué ha podido pasar. De haber sido otra época y otra moto, juraría que me he quedado sin gasolina, pero ... no es posible porque han pasado apenas cinco o seis kilómetros desde que salí de casa con autonomía para 69. Meto la llave de nuevo, pulso el botón que me da la información de autonomía y ... ¡otra vez los mismos 69 kilómetros! Está claro que algo no funciona.
Pienso en qué hacer y recuerdo que me he dejado en casa el papel con el teléfono de la asistencia en carretera, así que llamo a mi mujer y le pido que me lo busque. Mientras tanto, pongo el casco en el suelo tras la moto. Sé que somos pocos los que todavía recordamos qué significa el gesto, pero aún así, decido que vale la pena probar. Pasan varias motos modernas y sólo en un par de casos el piloto me mira al pasar. El resto, ni eso. Llamada de mi mujer con el teléfono de la grúa a la par que un Guardia Civil, que está atendiendo una avería en el carril Bus Vao frente a mi, me pregunta qué me pasa. Parece que al final encontraré ayuda de algún tipo: el Guardia me hace una seña dándome a entender que vendrá en cuanto acabe con la emergencia en el carril rápido, y la grúa me promete tardar menos de media hora.
Estoy pensando en la suerte que he tenido de ir tan abrigado porque el frío se hace notar a medida que se va retirando la luz, cuando de pronto para una moto dos metros por delante de la BMW muda. Es un mensajero: pantalón y chaqueta negros, guantes de invierno y, cuando me acerco, cara de piel oscura que indica que no es de aquí. Manda huevos -pienso- que no pare ni un españolito y tenga que ser esta criatura la única que tiene un minuto para mí. Y según estoy en esas, con su acento del altiplano me pregunta qué me pasa. Le explico que creo haberme quedado sin gasolina y me dice que él tiene una bolsa de emergencia y que estamos muy cerca de una gasolinera a la que se ofrece a llevarme. Le digo que no puedo dejar la moto allí sola porque está la Guardia Civil pendiente y una grúa en camino, y se ofrece a ir él a por combustible para probar si podemos arrancar mi moto. Así que le doy las gracias, y diez euros para combustible.
Sin más, el mensaka del altiplano monta en su moto y se va autopista adelante. No han pasado cinco minutos cuando aparece el coche de la Guardia Civil. Amables y profesionales como siempre, me preguntan sin viene ayuda de camino y les respondo que llamé a la grúa, pero que estoy esperando a un mensajero sudamericano al que he dado diez euros para gasolina. Uno de los guardias mira al otro como pensando en lo pardillo que puede llegar a ser un ser humano, pero no ha terminado de decir nada cuando vemos que a 500 metros de nosotros, por el lateral de la autopista, viene corriendo una figura negra y bajita con algo en las manos. Medio minuto más tarde está claro que el bueno del mensaka, lejos de fugarse, viene con todo el cuidado del mundo y medio litro de gasolina porque su bolsa está rota y gotea.
Según llega mi ángel de la guarda, echamos la gasolina en el depósito y aparece la grúa. Aquello parece un congreso en torno a mi muda moto negra hasta que le doy al botón y ¡¡arranca!! El puñetero marcador electrónico de autonomía está jorobado, y probablemente tiene una obsesión con la cifra de marras.
El mensajero hace amago de devolverme la vuelta del dinero que le he dado, pero le contesto que se tome una cerveza a mi salud por las molestias, a lo que me mira con cara de incredulidad. Hay que jorobarse; con el pedazo de detalle que se ha marcado, y aun le parece un exceso que le dé un puñado de euros. Si encima le va a parecer demasiado, pienso, y no sabiendo ya cómo darle las gracias le pregunto por su nombre. "Harvey, señor", me contesta, y ante mi cara de extrañeza lo deletrea: se ve que está acostumbrado a que nos parezca raro.
La historia termina quinientos metros más arriba en la gasolinera donde llego gracias al medio litro de mi nuevo amigo, y donde me acompañan la Guardia Civil y la grúa por si pasara algo más, una vez llena la panza de mi glotona alemana nueva.
Harvey se va dándome la mano -y las gracias una vez más- y me deja pensando en la de cosas que puede enseñarte un desconocido un día de Inocentes cualquiera en una carretera de salida de Madrid.
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BMW R 1200 GS
viernes, diciembre 24, 2010
Últimos avances con la Cota 49
Ayer no sólo me dio tiempo a jugar un poco con el cigüeñal de mi segundo motor Impala, sino que pude darle dos pequeños retoques a la Cota 49 de Cecilia, a la que cada vez va faltando menos. En concreto le puse sus puños de goma Montesa negros, y el emblema del lado derecho del depósito, previa rascada con mucho cuidado a la hendidura que el depósito tiene para que el escudo quede un poco metido hacia dentro.
El resultado está a la vista en la foto:
Con esta moto he intentado mantener la mayor parte de cosas tal como eran al salir de fábrica, de modo que no he pintado el escape (una limpieza a fondo fue suficiente) ni el depósito (que está en un estado bastante razonable), e incluso dejé en su sitio alguno de los cables de mando, que funcionaban bastante correctamente pese a los años.
No pude finalmente salvar las llantas, que estaban podridas, ni los radios. Tampoco he recurrido a cromar nada porque con lana de acero ha sido suficiente. Probablemente lo que sí haré será cincar alguna de las piezas una vez que reciba el kit que he pedido a UK ... y que viene a reemplazar aquel que tiré a la basura hace unos meses.
Ahora estamos a falta de un par de retoques: pintura del faro, que no admite más alternativa porque está saltada del roce de los cables, y rematar la instalación eléctrica que ya tiene un piloto en buen estado y un conmutador nuevo a estrenar.
Y para decir la verdad completa, queda un problema por subsanar: los dos tornillos M6 frontales que sujetan la placa protectora del cárter y el soporte de los pedales están rotos a ras del motor y no he encontrado un buen modo de sacarlos de momento. No sé si dar un punto de soldadura e intentarlo así. A ver qué se nos va ocurriendo.
El resultado está a la vista en la foto:
Con esta moto he intentado mantener la mayor parte de cosas tal como eran al salir de fábrica, de modo que no he pintado el escape (una limpieza a fondo fue suficiente) ni el depósito (que está en un estado bastante razonable), e incluso dejé en su sitio alguno de los cables de mando, que funcionaban bastante correctamente pese a los años.
No pude finalmente salvar las llantas, que estaban podridas, ni los radios. Tampoco he recurrido a cromar nada porque con lana de acero ha sido suficiente. Probablemente lo que sí haré será cincar alguna de las piezas una vez que reciba el kit que he pedido a UK ... y que viene a reemplazar aquel que tiré a la basura hace unos meses.
Ahora estamos a falta de un par de retoques: pintura del faro, que no admite más alternativa porque está saltada del roce de los cables, y rematar la instalación eléctrica que ya tiene un piloto en buen estado y un conmutador nuevo a estrenar.
Y para decir la verdad completa, queda un problema por subsanar: los dos tornillos M6 frontales que sujetan la placa protectora del cárter y el soporte de los pedales están rotos a ras del motor y no he encontrado un buen modo de sacarlos de momento. No sé si dar un punto de soldadura e intentarlo así. A ver qué se nos va ocurriendo.
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Cota 49
jueves, diciembre 23, 2010
Cocina fusión
Receta: cigüeñal de Impala al rodamiento C3 con aroma de alcornoque extremeño.
Mañana en la Mancha dedicada a probar recetas ajenas echándole imaginación. Se trata de poner en forma un segundo motor de Impala que quiero dejar levemente tocado para usar en mi 4M. Razones hay dos: el segundo motor está mucho mejor que el de la moto ... y me apetece trastear un poco más de lo que hice con el suyo, que está bastante original. El escenario final será guardar el motor que tiene igual numeración que el chasis, y "gastar" el motor rápido que estoy haciendo, y que llevará la culata rebajada que ahora monta la moto, y que os conté en una entrada anterior.
El primer paso fue desmontar y limpiar más o menos a fondo, y hoy es cuando he empezado la faena en serio. Había que sacar un cojinete que había quedado pegado al eje primario, cosa que hice con ayuda de un extractor de mi amigo Jesús, y retirar los retenes del motor. Para eso usé una herramienta recién llegada de Ebay UK, que os recomiendo: vale escasamente 8 ó 9 euros con el transporte incluido, y es cómoda como pocas cosas. Aquí os pongo una foto:
El uso no puede ser más sencillo. Dependiendo del tamaño del retén se emplea uno u otro lado del balancín como se ve en la imagen siguiente:
Y como el mango es bastante largo, se hace palanca con mucha facilidad y el retén sale sin sufrimiento alguno ni peligro para el alojamiento, tal como se ve en la siguiente imagen.
Por cierto ... en la foto se lee perfectamente "Montesa" en el retén que está saliendo. Muestra de que el motor no se había tocado demasiado desde que salió de fábrica en los 60.
Y llegado a este punto, metí mano al cigüeñal, con idea de taparle los agujeros de contrapeso para ganar rapidez en la precompresión (disminuyes el volumen de la cámara del cigüeñal con lo cual la succión es mayor en fase de admisión) ... y pasar un rato entretenido, que todo hay que decirlo. Esta operación puede hacerse con aluminio (así lo llevaban las Cappra desde fábrica), nylon o corcho. En mi caso, la opción más rápida era pasar por la bodega de mi familia política y pedirle a Felipe cuatro corchos. No sólo tiene la ventaja del precio, sino que si se sale alguno de los corchos, no daña el cigüeñal ni el cárter.
Una vez recortados los corchos con un cutter y redondeados con la esmeriladora, apliqué la receta de Esteve, y los herví un rato:
Con eso se consigue que el corcho se ponga gomoso y blando, con lo cual puede ser introducido en su lugar sin grandes dificultades, y quedando bastante firme una vez seco:
Y una vez puestos los cuatro corchos, llegó el turno a los cojinetes del cigüeñal, unos SKF nuevecitos en especificación C3, que pusimos a fuego lento en una lata llena de aceite SAE 90 virgen extra siguiendo la receta del afamado chef Agustí:
Una vez el cojinete esté "al dente" se coge con unos alicates de punta fina y se coloca en el extremo del cigüeñal, que está helado como corresponde a la temperatura ambiente de la estepa en esta época.
El resultado de la mezcla del cojinete al dente con el cigüeñal frappé es que aquello va a su sitio sin esfuerzo:
Y ya tenemos el cigüeñal listo para ser montado en el motor. No ha llevado más que un rato, y se supone que la diferencia se nota al andar. Y si no es así, tampoco importa demasiado; se trataba de aprender algo nuevo y echar un rato agradable.
Mientras llegan los cárteres nuevos para la bendita MkI mártir, ha sido un buen modo de entretenerse y poner en práctica cosas que no había hecho hasta ahora.
Seguiremos informando.
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Impala 175
miércoles, diciembre 08, 2010
La Cota 49 de Ceci y el Alzheimer de su padre
Según leí la pregunta de Jaume Domínguez sobre la Cota 49 pensé que verdaderamente llevaba tiempo sin hacerle mucho caso. Supongo que la razón no era mucho más que lo que me quedaba por hacer, que era el esquema eléctrico y pintar el faro ... y ninguna de las dos cosas me apasiona demasiado. La electricidad, pase, pero la pintura no ha sido lo mío hasta el momento; aunque tengo que ponerme en serio con ello.
Me voy de foco para variar. Perdón. Decía que tenía la moto echada a un lado sin hacerle mucho caso hasta que el mensaje de Jaume me hizo pensar, y me acerqué a verla. Justo para darme cuenta de que la motillo lleva un descompresor estupendo que hace perfectamente innecesario el botón de pare eléctrico. Y descubierto esto, pensé que no había ningún buen argumento para no echarle un litro de gasolina y darle unas patadas.
El resultado no pudo ser más agradable: sólo hicieron falta dos para que la Cota 49 volviera a la vida después de no se sabe cuantos años de destierro en un gallinero de Extremadura. Supongo que Miguel estará contento de verla cuando reciba el vídeo que le he mandado.
En fin, que le dimos un par de vueltas para ver como cambia perfectamente de marchas, y que ahora sólo falta localizar un escudo del depósito, un par de puños Montesa, y dejarla casi como salió de fábrica ... aunque para eso voy a necesitar ayuda porque tiene los dos tornillos de la barra que sujeta los pedales partidos dentro del bloque ... nunca hay felicidad completa.
Seguiremos informando.
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Cota 49
martes, diciembre 07, 2010
La Cappra, la Cappra, la puñetera Cappra ...
... la madre que la parió ...
Siento empezar de este modo, pero esta moto me ha dado mucha más lata de la que pensé que me iba a dar, y ha habido momentos en que he tenido serias dudas de qué hacía un cacharro así en mi garaje.
Incluso hoy mismo me preguntaba mi hijo aquello de "papá, ¿para qué compraste esa moto si no te gusta el motocross?" Supongo que no hay mucha más respuesta que "quería una Montesa de cross relativamente moderna y utilizable". No sé si suena muy lógico o no, pero es lo que me movió a comprarla en primera instancia. En segunda, parecía ser una moto en perfecto estado excepto el silencioso.
Realmente, el tema fue bastante peor: el silencioso estaba roto por la base, el escape soldado chapuceramente para unirlo con el silencioso de forma estable, el carburador tenía una de las dos patillas del flotador partida y unida con un alambre ... y algunas cosas más que no sé si he terminado de descubrir. Por lo demás, parece sana y el motor suena bien y arranca satisfactoriamente ... aunque la escandalera que montaba sin silencioso y lo inestable de la carburación en caliente han hecho que no la usara nada en los casi tres años que lleva en casa.
De todos modos, fea no está, ¿verdad?
Hoy hemos soldado el silencioso, reparado la chapuza del escape, y viene de camino un carburador 38 que compré en Ebay por 15 euros ... a un portugués que lo anunció en un sitio rarísimo donde nadie lo veía. Dios mediante, sólo me falta hacerle un apaño al silentblock del silencioso, y estará lista para salir al campo algún día a probarla.
Tengo que mirarle también la junta entre escape y cilindro, que no tengo la más remota idea de cómo va. Hoy he puesto una tórica, pero me da que va a durar dos telediarios ... si llega. Y el desmontaje del escape es un poco intravenoso porque no cabe una llave trece en las dos tuercas que lo fijan al cilindro ni por casualidad.
El resto del día ha sido en parte para el taller, que parecía la casa de un loco después del lío de cajas de cambio de estos días de atrás. He aprovechado para poner una tabla adicional en la que colgar las llaves de uso más frecuente y tenerlas encima del banco metálico donde desmontamos los motores. Y además ha llegado para desmontar entero un segundo motor Impala que compré como recambio y que ha resultado una sorpresa agradable. Estaba negro por dentro como el alma de Judas porque se ve que lo del cambio de aceite lo prohibía la religión del dueño, pero el cilindro está estupendo, el pistón en medida original y sin foguear ... con lo cual me da que voy a cambiarlo pelo a pelo con el que llevo montado ahora en la Impala que está en Madrid.
Por cierto, como curiosidad estadística, este motor de Impala no lleva portaretén en el lado del encendido, sino un retén, un disco de fieltro sobre él, y un circlip por el lado externo. Curioso.
Y mañana último día en la Estepa de un puente bien aprovechado. A ver si antes de Navidad puedo traer la Impala para repasarla, que lleva ya casi mil kilómetros por Madrid y hay cosas que dejé mal terminadas ... como las botellas de la suspensión que han perdido casi todo el aceite, y alguna que otra cosa que toca repasar.
La duda cuando la tenga aquí será ... ¿le pongo el doble leva de King que tengo preparado para ella? Al fin y al cabo lleva escape Sport Rally, culata rebajada y carburador Amal de 25 ... pero no sé si es salirse mucho del guión, la verdad.
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Cappra 250 VF
domingo, diciembre 05, 2010
Primeros cambios Montesa de 5 marchas
Puente en la Mancha. No sé cuantos meses hace que no tengo tres días seguidos para dedicarme a algo serio en el taller, pero esta vez son casi cinco, con lo cual había que aprovechar. Y ya que tenía tiempo, era un buen momento para destripar el cambio de la Cota 247 de José María, que no terminaba de ir bien.
Y a eso he dedicado una buena parte del día. A desmontar el motor entero, ponerlo sobre el banco y meter las narices hasta en lo más hondo. Y la verdad es que cuando se trabaja sin prisa, el disfrute es mucho mayor. Tanto como para que incluso puedas "recrearte en la suerte" y dedicar algo de tiempo a aprender.
Porque, ya que sacaba el cambio de la Cota, y cuando lo tenía en la mesa en el estado que muestra la foto siguiente ...
... pensé que no era mala idea sacar de la caja donde lo tengo guardado un cambio completo de King Scorpion para ver qué diferencias hay entre uno y otro. Y la verdad es que mirando la imagen de abajo, hay todo un mundo entre ambas:
... evidentemente no me refiero a que con el despiste pusiera el de King al revés (el de la Cota de arriba va como se vería desde el asiento de la moto, y el de la King está invertido de izquierda a derecha. Me refiero a que hay muchas cosas que los hacen completamente distintos.
Para empezar, en el motor King (más moderno que el de la 247 MkI de la primera foto) todas las horquillas del tambor del selector mandan sobre desplazables que están situados en el eje de salida de cambio, mientras que en el cambio de Cota 247 MkI hay dos horquillas que actúan sobre el eje de salida de cambio, y una que trabaja sobre el primario.
En concreto, la MkI lleva un disco desplazable (parecido al de las Impala) en el eje de salida entre los piñones de primera y segunda, un piñón de cuarta velocidad con una hendidura longitudinal que le convierte en desplazable, y un piñón de quinta velocidad en el primario con la misma hendidura que el anterior, y que es desplazado sobre el eje primario por la horquilla larga que se ve a la izquierda de la foto de arriba del todo.
La sensación que produce el cambio de la Cota 247 MkI es que han cogido un cambio de Impala (que lleva dos discos desplazables en el eje de salida entre primera y segunda, y entre tercera y cuarta) y le han añadido un quinto piñón intentando mantener el conjunto lo más compacto posible ... y por eso el mando de la quinta velocidad se hace con una horquilla larga sobre el piñón de quinta en el eje primario. El cambio de King da más sensación de estar hecho "partiendo de cero", y carece de piñones con acanaladura porque resuelve el movimiento con tres discos desplazables ... solución mucho más lógica para un motor que en según qué versiones llegaba a superar los 30 caballos por unos 20 en la Cota.
De hecho, a partir del cambio de la 34M, todos los cambios de 5 y 6 marchas en Montesas 250 derivados de Impala van con los tres discos desplazables en el eje de salida. Otra cosa son los "trescientos y pico" que utilizan otra técnica para eliminar los discos desplazables y poder tener piñones con más superficie de contacto.
Lástima no haber medido ambos conjuntos, porque ya tengo cerrado el motor de la MkI y mi afán por la ciencia no da como para desmontarlo entero de nuevo y poner el calibre a trabajar.
Seguiremos informando.
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restauración
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