martes, diciembre 28, 2010

Harvey, el mensaka sudaca

Madrid, 28 de Diciembre. Día de Inocentes, para quien no haya caído. Esta mañana a última hora recojo mi moto nueva: una flamante BMW R1200GS con la que llevo soñando unos meses. Debo confesar que, en los últimos días, lo de soñar era algo más que un modo de hablar. Tenía pesadillas pensando que la moto no me gustara. Sé que suena idiota, pero no había probado una antes de comprarla, y el cambio desde mi moto de los últimos diez años (una BMW K100 RS) era como de la noche al día. Y para más inri, es la moto más nueva que he tenido. Como para equivocarse, vamos.

El caso es que, después de recogerla cerca de las dos de la tarde y hacer un par de docenas de kilómetros por Madrid haciéndola probar a Myriam y los niños, tocaba comer. Justo cuando más ganas tenía de seguir subido en su sillín. Pero es Navidad, la familia es lo primero, y dejé la moto en el garaje con idea de salir hacia la sierra en cuanto hubiera acabado el café y la sobremesa.

Dicho y hecho: saqué del armario las viejas botas que no usaba desde que paré la Guzzi recién casado, me puse unos pantalones de carretera forrados, la cazadora Dainese que me regaló mi mujer hace doce años, y me bajé al garaje dispuesto a poner rumbo a Collado Mediano.

Antes de arrancar, mirada a la nueva inquilina del garaje, y jugueteo con la multitud de botones que tengo en la piña izquierda. Uno de ellos me dice que tengo autonomía para 69 kilómetros con lo que pienso que ya rellenaré en la primera área de servicio de la carretera de la Coruña. Salgo hacia Moncloa y por fin enfilo la autovía. La moto es una seda. Alta, suave, manejable, con unos frenos maravillosos y un sonido ronco que echaba de menos en mi otra BMW. Tráfico todavía no muy cargado a las cinco de la tarde, carril izquierdo y gas. La alfombra mágica me transporta entre mil sensaciones olvidadas cuando de pronto noto que la moto se viene abajo. Reduzco una marcha sin conseguir nada y me doy cuenta de que debo pasarme cuatro carriles hacia la derecha si no quiero morir aplastado por algún conductor despistado. Afortunadamente consigo hacerlo con la inercia que llevaba, pese a que estoy al inicio de una rampa que lleva a la gasolinera del kilómetro 7.

Todavía con el corazón a 200 pulsaciones coloco el warning, pego la moto al guardarrail, me coloco por fuera de éste y corto el contacto. No tengo la menor idea de qué ha podido pasar. De haber sido otra época y otra moto, juraría que me he quedado sin gasolina, pero ... no es posible porque han pasado apenas cinco o seis kilómetros desde que salí de casa con autonomía para 69. Meto la llave de nuevo, pulso el botón que me da la información de autonomía y ... ¡otra vez los mismos 69 kilómetros! Está claro que algo no funciona.

Pienso en qué hacer y recuerdo que me he dejado en casa el papel con el teléfono de la asistencia en carretera, así que llamo a mi mujer y le pido que me lo busque. Mientras tanto, pongo el casco en el suelo tras la moto. Sé que somos pocos los que todavía recordamos qué significa el gesto, pero aún así, decido que vale la pena probar. Pasan varias motos modernas y sólo en un par de casos el piloto me mira al pasar. El resto, ni eso. Llamada de mi mujer con el teléfono de la grúa a la par que un Guardia Civil, que está atendiendo una avería en el carril Bus Vao frente a mi, me pregunta qué me pasa. Parece que al final encontraré ayuda de algún tipo: el Guardia me hace una seña dándome a entender que vendrá en cuanto acabe con la emergencia en el carril rápido, y la grúa me promete tardar menos de media hora.

Estoy pensando en la suerte que he tenido de ir tan abrigado porque el frío se hace notar a medida que se va retirando la luz, cuando de pronto para una moto dos metros por delante de la BMW muda. Es un mensajero: pantalón y chaqueta negros, guantes de invierno y, cuando me acerco, cara de piel oscura que indica que no es de aquí. Manda huevos -pienso- que no pare ni un españolito y tenga que ser esta criatura la única que tiene un minuto para mí. Y según estoy en esas, con su acento del altiplano me pregunta qué me pasa. Le explico que creo haberme quedado sin gasolina y me dice que él tiene una bolsa de emergencia y que estamos muy cerca de una gasolinera a la que se ofrece a llevarme. Le digo que no puedo dejar la moto allí sola porque está la Guardia Civil pendiente y una grúa en camino, y se ofrece a ir él a por combustible para probar si podemos arrancar mi moto. Así que le doy las gracias, y diez euros para combustible.

Sin más, el mensaka del altiplano monta en su moto y se va autopista adelante. No han pasado cinco minutos cuando aparece el coche de la Guardia Civil. Amables y profesionales como siempre, me preguntan sin viene ayuda de camino y les respondo que llamé a la grúa, pero que estoy esperando a un mensajero sudamericano al que he dado diez euros para gasolina. Uno de los guardias mira al otro como pensando en lo pardillo que puede llegar a ser un ser humano, pero no ha terminado de decir nada cuando vemos que a 500 metros de nosotros, por el lateral de la autopista, viene corriendo una figura negra y bajita con algo en las manos. Medio minuto más tarde está claro que el bueno del mensaka, lejos de fugarse, viene con todo el cuidado del mundo y medio litro de gasolina porque su bolsa está rota y gotea.

Según llega mi ángel de la guarda, echamos la gasolina en el depósito y aparece la grúa. Aquello parece un congreso en torno a mi muda moto negra hasta que le doy al botón y ¡¡arranca!! El puñetero marcador electrónico de autonomía está jorobado, y probablemente tiene una obsesión con la cifra de marras.

El mensajero hace amago de devolverme la vuelta del dinero que le he dado, pero le contesto que se tome una cerveza a mi salud por las molestias, a lo que me mira con cara de incredulidad. Hay que jorobarse; con el pedazo de detalle que se ha marcado, y aun le parece un exceso que le dé un puñado de euros. Si encima le va a parecer demasiado, pienso, y no sabiendo ya cómo darle las gracias le pregunto por su nombre. "Harvey, señor", me contesta, y ante mi cara de extrañeza lo deletrea: se ve que está acostumbrado a que nos parezca raro.

La historia termina quinientos metros más arriba en la gasolinera donde llego gracias al medio litro de mi nuevo amigo, y donde me acompañan la Guardia Civil y la grúa por si pasara algo más, una vez llena la panza de mi glotona alemana nueva.

Harvey se va dándome la mano -y las gracias una vez más- y me deja pensando en la de cosas que puede enseñarte un desconocido un día de Inocentes cualquiera en una carretera de salida de Madrid.

6 comentarios:

  1. Y luego dicen que los germanos son demasiado serios...
    Aliados con sus cada vez más amigos los chinos te preparan sorpresitas como ésta con cifras simpáticas para días especiales...Unos cachondos !
    Me alegro de que haya quedado en un susto (lo de los 4 carriles en punto muerto acojona) y de que apareciese Harvey, y espero que se trate solo de un problema aislado y que disfrutes sin más sorpresas de tu nueva adquisición... pero desgraciadamente llevo mucho tiempo oyendo que las BMW ya no son lo que fueron hasta la serie K por parte de bastantes amigos y profesionales del sector. Confío que en tu caso hayas cubierto el cupo con esta "inocentada".
    Un abrazo.

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  2. Esperemos que tus amigos se equivoquen, Jaume. La verdad es que mi referencia es precisamente mi K100RS, que he disfrutado durante un montón de años con muy pocos problemas.

    Esta moto es "otra cosa", pero tiene un muy buen tacto de momento. Ya comentaré por aquí qué tal va en el largo plazo.

    Un abrazo y Feliz Navidad.

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  3. Bufff, qué montón de sensaciones y comentarios al respecto se me ocurren...

    Primero, envidia. No sé si sana o de la otra, por ese peazo amoto. Me consuelo pensando que ya me llegará, que de momento no soy tan pureta como tú (va a ser envidia de la otra, sí, de la cochina)

    Segundo, solidaridad. Pondría la mano en el fuego de que tuviste que tragar el cachondeíto de la jefa por teléfono... conozco esa sensación.

    Tercero, respeto, y mal que me pese, admiración por Harvey. Si nos ponemos a pensar en el país donde vivimos, eso lo resume todo.

    Cuarto, vergüenza. Qué cara puso el Señor Guardia cuando venía Harvey con la bolsa chorreando gasolina?

    Todo esto se va a resumir en que, experiencias como ésta, te hacen sentir vivo. Que vale la pena.

    Un abrazo amigo, y feliz Año Nuevo.


    PS. Cuelga una foto de la BMW, anda

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  4. Cumplida su deseo de ver a la interfecta, caballero.

    Con relación a sus comentarios, puntualizo lo siguiente:

    1.- No me envidies. Todo llega en la vida, y es mejor que llegue en su momento a que se adelante.

    2.- Mi mujer es excepcional también en esto. Lejos de reírse del idiota de su marido, localizó eficientemente el teléfono y le pareció razonable que siguiera mi paseo después del susto. Si todas fueran como ella, habría más niños.

    3.- Harvey me dio varias lecciones sin pretender dármelas. Tal vez sean los Harveys la esperanza que nos queda en que esto mejore algún día.

    4.- El Guardia estuvo de lo más amable y correcto en todo momento. Lo que hizo al ver el derrame fue sacar un trapo para limparnos todos, porque todos acabamos oliendo a gasolina. Aunque un minuto antes de que apareciera Harvery, me miraba con un cierto cachondeo. Pero se limitó a mirar ... y juraría que luego ellos mismos subieron al mensajero hasta la gasolinera con su coche.

    Un abrazo, camarada. Y recuerdos a Gilito.

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  5. Habría más niños y más hombres felices o por lo menos infelices.

    Hablando con un enamorado de BMW el otro día, me comentaba que siguen siendo tan fiables como siempre pero que al llevar más electrónica, la probabilidad de tener algún "problemilla" aumenta. Me habló también muy bien de la 1150. En todo caso son las mejores motos.

    Mucho me temo que los Harveys son la excepción que confirma la regla pero, por lo menos y más en estas fechas, animan a seguir creyendo en los Reyes Magos.

    Feliz año.

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  6. Los Reyes están a tres días vista ... y no he pedido nada porque me daba vergüenza. A ver con qué se descuelgan.

    Desearía localizar a Harvey, realmente. Y hacer de Rey Mago este año. Me faltaron reflejos, supongo. :-(

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.