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El Domingo 2 de Diciembre cerrábamos la temporada 2.007 del Trofeo Madrileño de Clásicas con la carrera de Becerril de la Sierra. Pero la foto con la que abro no corresponde a esa carrera, sino a la anterior de Collado Mediano. Y abro con esta foto y este título porque no se me ocurre mejor resumen de lo que ha dado de sí el año trialero.
La foto recoge una de las zonas más complicadas de Collado, y se me ve en pleno descenso mientras José María observa desde lo alto de la cantera, donde me espera para irnos juntos a la zona siguiente.
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Misma carrera y misma compañía que la foto de abajo, donde estamos esperando a entrar en zona (y juraría que se trata de la entrada a la misma zona de la foto de arriba) por detrás de Manolo y su Bultaco.
Y eso ha sido una buena parte del año trialero: aprender en buena compañía. Unas veces con los Trialmadrid en pleno, y otras sólo con quien ha terminado el año siendo una parte insustituible de esta afición, que es José María. Tanto, que cuando el otro día hablaba con mi hijo de la posibilidad de que el año que viene se apuntara al plan de algún modo, me miró muy serio, y me dijo: "mira, papá, lo que yo necesito para aprender de verdad es un José María". Se ve que el Domingo que pasamos los tres juntos montando en La Mancha se quedó con la copla: cualquier cosa que uno haga mejora mucho si es en buena compañía.
Y en ése sentido, el año ha sido para no olvidar. Si me hubieran dicho que iba a ser alumno de Mick Andrews junto con un grupo de amigos o que iba a tener el privilegio de visitar el archivo particular de la familia Permanyer como amigo de uno de ellos, nunca lo hubiera creído. Como tampoco hubiera pensado nunca que a partir de un blog apareciera un Corsino en mi vida dispuesto a removerla un poco, ni tantas otras cosas estupendas como me ha tocado vivir.
No sé qué nos traerá 2.008 , pero si los años se valoran por la gente que entra en tu vida, la cosecha de 2.007 no podía haber sido mejor.