Escribo desde Barcelona aprovechando un hueco en un viaje complicado. La verdad es que tenía abandonadas estas páginas a base de trabajo y líos ajenos a las motos.
Robregordo se acerca, el retorno a casa de la 247 Mk I también, y por el camino he aprovechado para envenenarme con una moto más. La preciosísima BSA B40 de José María. Justo: la que no salía en la foto de familia del trial de Las Rozas porque ya iba en el remolque. Podéis verla en la foto de abajo en una mañana de Domingo como deberían ser todas:
Recuerdo que cuando su dueño me empató a puntos con ella en las Rozas (y ganó por ceros) pensé que, además tenía el gran mérito de haberlo hecho sobre una moto mucho menos competitiva que mi 349/4. Y aunque siga pensando que mi Montesa es mucho más competitiva, probar la BSA ha sido toda una sorpresa.
Por bonita que resultara de aspecto esperaba una mecánica tosca y un cierto tacto a hierro. Y ni una cosa, ni la otra. La moto tiene una horquilla magnífica, un cambio de marchas preciso, y un motor que suena más redondo de lo que uno pueda suponer en una ancianita de este tipo. Y la dulzura al dar tracción es grande. Incluso con un neumático Pirelli de peor calidad que mis Michelín X11. Entiendo que en el barro de Las Rozas la cosa puede haber sido un factor positivo, y me encantaría poder probaarla en terreno deslizante. Sé lo etéreo que es hablar de sensaciones, pero el único modo en que puedo explicarlo es que la notas morder el terreno de otro modo diferente a como lo hace una 2T de gran cilindrada. Ambas tienen par motor para exportar, pero las sensaciones que producen son diferentes por completo.
Mucha moto para un piloto tan poco experto con ellas. Pero supongo que a poco que se me cruce una, la Norton no quedará como única angloparlante en el garaje de casa.
lunes, abril 16, 2007
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