miércoles, junio 22, 2022

La Impalada 2022 (III): el (largo) viaje.

No sé si este año estoy siendo demasiado minimalista en los detalles, pero al menos la intención es buena: se trata de que os animéis a planificar vuestras propias rutas y perdáis miedo a salir con las motos a hacer recorridos largos. Si hay una sola idea que me encantaría poder trasladaros es justo ésa: merece la pena al 100%. 

En la actualidad tenemos cien herramientas distintas con que trabajar en la planificación del viaje, y probablemente terminéis usando una combinación de muchas de ellas como me sucede a mi. Pero en puridad, basta con un ordenador conectado a Internet desde el que puedas acceder a Google Maps, Google Earth, Tomtom Mydrive, Via Michelin, o la que más coraje os dé, que cada una sirve para lo que sirve y aporta cosas que las demás probablemente no tienen. Con una conexión y un papel donde apuntar en qué punto cambiáis de una carretera a otra, más que suficiente ... que hoy siempre nos queda el "comodín del móvil" si las cosas se ponen mal.

En mi caso (masoca que es uno) sigo dando una oportunidad al software Basecamp con que Garmin nos estropea la vida a quienes compramos sus productos. Un programa complicado de instalar en un Mac, difícil de gestionar, complejo de personalizar, y que consume recursos como si no hubiera un mañana. Pero que tiene el encanto de que, tras horas afinando una ruta en tu pantalla y pasarla al GPS (un Zümo XT en mi caso), el GPS la "importará" y hará con ella lo que le salga del pirulo, aportando un ingrediente extra a la aventura.

Increíble pero cierto: defines un modo de conducción, aplicas unos criterios de carretera, pules tramo a tramo el tipo de recorrido que quieres hacer ... y el dichoso Garmin recalculará todo una vez que transfieras la ruta del ordenador al GPS. De locos. O de imbéciles, que debe ser mi caso.

Y sin más atizarle al Garmin, que de todos modos no nos hará ni puñetero caso, os cuento cómo fueron planificadas las etapas, en qué me equivoqué, y qué cosas nos sucedieron por el camino. Intentando, eso sí, daros algún consejo útil, que es con lo que vamos a empezar:

Consejos para planificar rutas viajando con moto clásica:

  • Inicia el recorrido siempre lo más temprano que permita la época del año, y no preveas llegar demasiado tarde. El tiempo extra te vendrá bien si tienes alguna incidencia, y no tendrás que conducir de noche, que estas motos no alumbran demasiado.
  • No estires los repostajes más de cuenta. Calcula que te sobren al menos 50 kilómetros de autonomía en cada punto de recarga, y fija como puntos de repostaje gasolineras de cadenas conocidas, cuyos horarios puedas consultar con antelación.
  • Lleva siempre un par de botes de aceite más de lo que calcules que vas a necesitar. No sabes qué marca y tipo tendrán en la gasolinera, y es mejor no mezclarlos. Siempre un 2% como mínimo y sube al 2,5% en verano si hace calor y harás tiradas largas. Sintético de buena calidad, por supuesto.
  • Si usas un GPS, emplea una buena cantidad de puntos de paso obligatorios en cada ruta. Cuantos más emplees, menos probable será que el GPS te desfigure mucho el recorrido que querías hacer, y más pronto retomará la ruta planificada si tienes que saltarte alguno.
  • Termina siempre cada etapa rellenado el depósito por completo antes de llegar al hotel o lugar de descanso. Controla el consumo para tener una indicación de si el motor está funcionando con normalidad o hay algún problema.
  • Antes de salir cada mañana, verifica presiones, mira la tensión de la cadena y asegura bien el equipaje. Ten siempre muy a mano la ropa de agua, y un modo de asegurar las capas de ropa que vayas a ir quitándote a medida que suba la temperatura (si viajas en verano).
  • Los lugares donde pienses comer o dormir, resérvalos antes. Y procura que te ofrezcan opción a guardar la moto por la noche, o a verla mientras comes si no quieres quitar el equipaje.
  • Si viajas en invierno, la ropa debe ir dentro de bolsas de plástico, aunque estés convencido de que tu portaequipajes es impermeable. Sólo el plástico no cala cuando cae agua de verdad.
  • Lleva las herramientas necesarias, sin volverte loco (pesan mucho), y siempre dos pares de guantes de nitrilo por si tienes que trabajar en ruta. No hay nada peor que manchar de grasa unos guantes de moto por dentro tras ponerte las manos perdidas arreglando una cadena en ruta (o un reenvío del cuentakilómetros de una Impala).

Con esto y una cinta de la Virgen del Pilar en la moto, no hay nada demasiado malo que te pueda pasar.

Etapa 1.- Madrid a Alcañiz

Comienzo con la planificación del viaje. Que en esta etapa fue la mar de correcta, como podéis ver en la segunda imagen, llena de puntos de paso para no perder el hilo. Al final, nos pasa que nos gusta repetir tramos que nos gustaron en años anteriores, y el recorrido atiende más a eso que a ninguna otra limitación.

El recorrido lo veis en color rojo sobre el mapa de abajo, donde se cruza en algunos puntos con el azul oscuro que seguimos el domingo al volver.


Y aquí empezamos a saltarnos la planificación. Porque si bien, a pesar de la lata que iba dando la alimentación del GPS, empezamos disfrutando como marranillos en Brihuega y las salinas de Saelices ...



... quedándonos pasmados de lo que pueden parecerse Riba de Saelices y un rincón cualquiera de la Toscana ...



... o parando en nuestro rincón favorito para hacernos la misma foto que hace tres años ... 



... nos quedamos sin gasolina en la Turismo entre Corduente y Molina de Aragón, como os conté en la crónica anterior sobre incidencias. Y unos kilómetros antes se había soltado el reenvío del cuentakilómetros de la misma moto en mitad del parque natural del Alto Tajo. 

Lo más curioso del caso es que aún no me explico por qué después de echarle 5 litros en la garrafa que veis en la foto, seguía sin salir gasolina una vez puesto el macarrón en su sitio. Soplamos el filtro, desmontamos el grifo, le hicimos de todo, y al final arrancó. Pero sigo sin saber por qué. Menos mal que el parón lo tuvimos en un lugar con sombra abundante porque el sol empezaba a apretar.


Así las cosas, y una vez que respostamos las dos motos y cambiamos líquidos a los pilotos en la gasolinera Repsol de la entrada de Molina de Aragón, optamos por tomar camino de Alcañiz por carreteras nacionales, renunciando a alguna parte del recorrido que teníamos pensado. Y eso nos llevó hasta Castel de Cabra, donde paramos a comer.


En la foto de arriba podáis ver el lugar donde (es un decir) comimos. Atendido por una señora extranjera la mar de amable que nos dejó poner las motos en la sombra, a la par que nos explicaba que no se podía comer en la terraza por no sé qué problema administrativo. La buena mujer dejaba las mesas y sillas fuera para que se viera que el restaurante estaba operativo.

Menú del día con los macarrones más malos que haya tomado en mi vida (puñado de macarrones, cucharada de tomate de bote mal distribuido, poción pequeña de atún y tres lonchas de queso prefabricado metidas al microondas para que se calentara, que ni con el hambre que llevaba fui capaz de acabarme), unas pechugas de pollo lamentables y un postre que decía ser flan. Ni siquiera me consoló que el escalope de Carlos fuera aún más indescriptible, así que seguimos para El Trillero, donde siempre dormimos al pasar por Alcañiz.



Allí revisamos mi lío con la instalación de la batería, que amenzaba con fastidiar el recorrido, y guardamos las motos para echarnos una siesta tranquila antes de cenar en el bar "La Estación", de la Plaza del tres de marzo, donde las ensaladas de tomate son una auténtica delicia, y se puede tapear a un precio razonable y en terraza. 

Etapa 2.- Alcañiz - Siurana - Torelló

En este caso, vuelven a coincidir en el mapa el trazado verde de esta etapa con el rojo de la vuelta del sábado. Y, si os fijáis en la segunda imagen, hay varios puntos de corte claros hasta la hora de comer y, a partir de ahí cometí el error de unir el restaurante con la gasolinera de llegada sin poner ningún waypoint más ... lo cual tuvo efectos devastadores en la ruta, por culpa de los benditos recálculos del Garmin.

La idea era salir de Alcañiz haciendo de nuevo algunos tramos que ya pasamos en Impaladas anteriores (muy especialmente el de Bot a Prat del Compte, y la subida a Siurana) y reunirnos con Fernando y Eugeni más o menos a mitad de camino para comer juntos y volver con ellos hacia Manlleu.

Os cuento lo que dio de sí sobre algunas imágenes.




Salimos de Alcañiz por la N 232 en dirección a Monroyo (foto de abajo), donde teníamos previsto tomar la A 1414 hasta Valderrobres, un pueblo precioso de la comarca del Matarraña. 



Desde Valderrobres, en cuyo puente de hierro paramos para hacer la foto de rigor, tomamos la A 231 y T 330 en dirección a Horta de Sant Joan. Obligatorio parar y tomar alguna foto. Son paisajes que conoces, pero te siguen emocionando.


Desde allí a Prat del Compte, para volver levemente sobre nuestros pasos y tomar la TV 3301 en dirección a Bot. Un tramo con el llevábamos soñando varios años. Esta vez lo hicimos al revés que en la última ocasión, y la verdad es que no sabría decir en qué sentido me gusta más. 

Podéis ver el vídeo aquí mismo si os apetece; despista un poco porque el título del vídeo dice que es desde Bot en dirección Prat y es lo contrario. Pero vale para hacerse una idea. Y añado una nota por los comentarios de algún amigo: el motor no tiene ningún problema en las retenciones; el ruido espantoso que se escucha viene del carenado y del antirrobo del GPS, que es como una matraca.


En Bot paramos un momento para comprarme una muñequera, porque me dejé en Madrid la que siempre uso, y mi mano derecha estaba notando la falta de kilómetros y el exceso de curvas.


Acabada la sobredosis de curvas, N-420 hacia Corbera de Ebro y Mora de Ebro. No es mala carretera pero se hace aburrida comparada con el tramo anterior. Seguimos por ella hasta alcanzar la TN 7401 que debía llevarnos hasta Siurana, donde teníamos previsto reunirnos con Eugeni y Fernando. Carretera entretenida que te lleva a Porrera, localidad de nombre evocador, donde cambias a la TN 7402 que desemboca en la C 242 que debes seguir hasta Cornudella de Montsant desde donde tomas la subida a Siurana.

Por el camino nos llamó Fernando (un invento esto de llevar el Interphone conectado) para decirnos que estaban echando gasolina y que subiéramos por nuestra cuenta sin esperarles abajo. Sobre la subida sólo diría una cosa. Es obligatoria. Punto. 


Y no sólo porque el trazado sea magnífico, el asfalto bueno, y el entorno para alucinar, sino porque te lleva a un pueblo que es una auténtica maravilla. Para muestra, un botón: 

 

 


Y allí nos reencontramos con los dos amigos que venían con sus Impala para acompañarnos el resto de la jornada.



Lástima que este año no nos dejaron entrar con las motos y nos quedamos en el parking Fernando y yo poniendo los tornillos del filtro de mi moto mientras Eugeni le enseñaba el pueblo a Carlos, que no lo conocía de la edición anterior. Era mucho arriesgar dejar las motos solas con todo nuestro equipaje sin más vigilancia que el paisano sudoroso que nos impidió el paso.

Acabada la visita, respostaje de las Impalas mesetarias en la misma gasolinera de Prades donde lo habían hecho las catalanas minutos antes, y nos dirigimos a la preciosa T-700 que atraviesa el Parque Natural del Monasterio de Poblet. Otra delicia de carretera que nos llevó vía la C 241d hasta Santa Coloma de Queralt donde teníamos previsto comer. En la foto de abajo nos podéis ver con los polos de la Impalada 2017 en homenaje a Pepe Maciá que en paz descanse. Si eres creyente y te marcas una oración por su alma, te lo agradeceré.



En el restaurante "L'Estrella" (extraño nombre a caballo entre L'Estela y la Estrella) comimos bien y atendimos con paciencia a un autóctono que pretendía restaurar la Benelli 500 de su padre. Que Dios le dé prudencia o una cartera sin fondo. Terraza agradable, motos a la vista y la mejor de las compañías. ¿Se puede pedir mucho más? 

Hasta ahí, un viaje delicioso. Pero, como comenté arriba, cometí la torpeza de dejar libertad al dichoso Garmin entre Santa Coloma y Torelló, donde nos íbamos a reunir con el resto del grupo para cenar juntos. Y el Garmin hizo de todo: primero nos metió por la autovía C25 hasta que me salí en Manresa para reprogramarlo y forzarle a ir por la N141C, infinitamente más entretenida.

Y luego remató la fiesta quedándose sin batería (se había desconectado el cable mini USB sin que me diera cuenta) cuando estábamos a unos cinco kilómetros de destino, Menos mal que Eugeni me reemplazó como guía tirando del bendito Google Maps en su móvil, y conseguimos repostar cerca de destino y alcanzar el Hostal El Trevol, donde pasaríamos la noche:
  




En la foto de arriba ya está Nacho, que se ocupó de toda la logística. Hostal cómodo, garaje estupendo donde dejar las motos durante la noche, y perfecta la elección del sitio para cenar: Cal Nan, donde nos atendió una camarera a la que no entendí un pimiento (ella hablaba castellano con dificultad y mi catalán es nulo ... lo cual hubiera sido una base sanísima para construir una relación de largo plazo si no llego a estar casado), pero a la que se le podía perdonar porque tenía unos ojos verdaderamente espectaculares.



Gracias a que el bueno del tesorero (Sechu Casamiglia) no está en la foto, nos podéis ver a Eugeni Tiana y Carlos Badía en la primera fila, Nacho Bartlett y yo en la central, y Carlos Sáez y Fernando Piris al fondo. Deliciosa la cena a base de tapeo moderno pero sustancioso ... y a la cama prontito, que el día siguiente tocaba la gran paliza.

Etapa 3.- Torelló - Manlleu (Impalada) - Alcañiz

Nuestro sábado era la etapa reina, como nos suele suceder. Primero Impalada y luego vuelta a Alcañiz ... con el añadido de que este año la Impalada partía y volvía sobre sí a 80 kilómetros de Barcelona en dirección opuesta a Aragón, con lo que nos tocaba desandar más camino que en otras ocasiones.

Así las cosas, divido en dos mitades el recorrido: la primera para la Impalada como tal, con salida y llegada en Manlleu, y la segunda para la vuelta a Alcañiz.


No voy a consumir mucho tiempo en describir la Impalada como tal. Porque los que no hayáis ido quizá no creáis que es el evento de motor clásico mejor organizado de España (y probablemente de Europa), y porque en este mismo blog me podéis leer otras crónicas donde ya me sorprendió el nivel ... como ahora me sorprende que cada edición supere en organización a la anterior.

Más de 400 motos, recorrido perfectamente marcado, ambulancia, coche escoba, marshalls para controlar que nadie se vuelva loco... y esto es sólo una parte. Porque la selección del recorrido es siempre acertada, la comida estuvo muy bien, y el sitio era una preciosidad.

¿Algún problema? Pues tal vez sí: la acústica; 400 personas hablando a la par en una sala sin cortinas, con bóvedas que devolvían el sonido a tierra y con alguna pared de cristal para mejor rebotar las ondas sonoras, forman un pandemónium considerable.

Salvo ése tema puntual, que no sé si es en parte imputable a mi progresiva sordera, un diez absoluto.

Algunas fotos para que os hagáis una idea del nivel de la organización:


 


Pero no sólo es el pequeño detalle, sino también lo no tan pequeño:




Si alguien encuentra una moto mal aparcada, le doy dos euros.

Y el recorrido, como siempre: una pequeña maravilla, con dos opciones para pilotos más o menos cansados (en nuestro caso preferimos tomar la vía rápida al final para no sobrecargarnos mucho) con paisajes muy bonitos y carreteras estupendas.

Aquí una muestra de nuestro ritmo: charlando con Pep y Santi, que cerraban la Impalada ...


... y el descanso en Ripoll, ya con Ramón Valls en la foto, que era el único que nos faltaba para completar el grupo de sospechosos habituales:



Por alguna razón que se me escapa, Sechu y Carlos no están en la de arriba, pero sí en la de abajo, descansando a la sombra de los árboles que hay en la plaza del Monasterio. Que me queda una cuenta conmigo mismo: tengo que hacerme un viaje por el románico catalán en la GS con mi mujer.

Y unos kilómetros después de esto completábamos la Impalada echando gasolina en Manlleu y comiendo en una mesa llena de amigos, siguiendo la tradición. Mesas más grandes este año, si no recuerdo mal, dado que había un par de incorporaciones de fuera de nuestro grupo hasta completar diez comensales.

Por medio, mil amigos a quienes no mencionaré con nombre para no ser descortés con los que me dejara fuera. Le falta a uno el tiempo para compartir un instante con todos a quienes quisiera escuchar un rato. Sólo apuntaré a uno, pero por ser muy especial: mi Paco Mateo, que cada año me riñe por la última herejía que le haya hecho a la Impala. Pero estoy convencido de que en el fondo, le divierte ver al hereje andaluz trastear con "su" moto. Porque si de alguien es ésa moto aparte de Milá y los Permanyer, ése es Paco. Gracias por estar ahí, maestro.

Y a las cuatro y media de la tarde, sin tiempo para tomar el postre siquiera (recordad lo que os decía al principio sobre no quedaros sin luz), salida para recorrer los más de trescientos kilómetros que nos faltaban para llegar a Alcañiz.





Recorrido sin mucho misterio por autovías catalanas y carreteras nacionales, por aquello de minimizar el impacto de cualquier potencial problema. Quedarse tirado un sábado por la tarde es chungo, pero si te pasa de noche y en mitad de la nada, puede ser un drama.

El recorrido que os pongo en los dos cuadros de arriba no fue el que hicimos en realidad, sino el del mapa de abajo que recoge el track grabado por la moto. Porque el día anterior reseteé el GPS y lo perdí (Sí, ya sé. Absurdo, porque sólo se borró ése. Pero es Garmin, ya sabes), de modo que tocó reprogramar el cacharro por la noche en el Hostal en lugar de descansar. Y elegí una ruta rápida entre Manlleu y Reus, donde enlazamos con la N-420 para conectar con la N-232 hasta Alcañiz.

Recorrido rápido sin mucha incidencia y charlando con Carlos a través de los intercomunicadores. El invento del diente del peine (ver la entrega anterior) mantuvo la alimentación del GPS bajo control, y no hubo mucho que mencionar en el primer tramo del viaje, hasta repostar en la autopista cerca de Tarragona.



Pero a partir de ahí, un par de sucedidos. Y el primero fue un susto gordo que olvidé reseñar en la primera parte de la crónica sobre incidencias. Vamos con ello, procurando no dramatizar mucho, porque imagino que para cualquier lector conocedor de estas motos, es suficiente con la secuencia de los puros hechos.

En una rampa larguísima, como a unos 100 kilómetros de Alcañiz, escucho la voz de Carlos diciéndome: "Julián, la moto está perdiendo potencia". El ritmo era vivo, la subida larga y piensas: "Dios mío, que no esté gripando, que puede ser un show" y le dices con toda la calma de la que eres capaz: "procura no abrir mucho gas, no la fuerces, que es mejor terminar de subir en primera y que no se pare del todo". Pero un instante después escuchas a tu amigo decir: "Se ha parado. Ha ido perdiendo potencia y se ha parado". Y paras tú también, claro. Sin verlos, porque se han quedado bastante atrás, pero escuchando a Carlos resoplar en el casco.

Acojonado por completo, piensas aquello de "es sábado, son como las 8 de la noche, nos falta algo más de una hora para llegar a Alcañiz, y la moto no tiene seguro de asistencia en carretera porque lo dimos de baja los años en que hubo pandemia". Y haces la pregunta clave, muerto de miedo por la posible respuesta: "Charlie, tío, ¿la palanca de arranque se mueve, o está clavada?". Y te llevas una primera alegría cuando te dice que el motor gira y que va a tratar de arrancarlo. Le dices que te espere y que vas a darte la vuelta para ayudarle, pero al instante escuchas el ronroneo de la Turismo, mientras esperas más noticias. Y las hay: "tranquilo, Julián, ha arrancado y anda perfectamente".

"Dios protege a los imbéciles", piensas. Y esperas a que tu compañero esté a la vista para reemprender la marcha con un alivio que sólo si has sentido eres capaz de explicar.

Segundo mal rato serio con la gasolina de la Turismo. Está claro que el grifo que lleva se va a cambiar por uno como el mío.

Y seguimos en ruta, hasta el segundo sucedido. La noche va cayendo poco a poco, y el cielo se va poniendo cada vez más negro en nuestro rumbo. Y le pides a Dios que no se ponga a llover porque te da una pereza infinita sacar la ropa de agua (el chubasquero en realidad, porque te dejaste el pantalón en casa, viendo que la previsión no daba lluvia). Por fin, llegas a la gasolinera donde estaba previsto repostar antes de aparcar en El Trillero. Y mientras pones gasolina, se abren los cielos en canal y cae toda la que te podía haber caído si Dios no te tuviera en la lista de idiotas con especial protección. Tanto, que hubo que acondicionar las motos para no mojarnos en los cientos de metros que nos faltaban hasta la meta.



Poco más, excepto un detalle que se repite como una pequeña tradición: antes de irnos a la cama, subimos a la habitación una magdalena gorda y un Cacaolat para no arrancar con el estómago vacío la ruta del día siguiente. Que si madrugas demasiado, nadie te va a dar algo para comer.



Etapa 4.- Alcañiz - Molina de Aragón - Madrid

Y como toda historia tiene un inicio y un final, llegaba la hora de volver a Madrid. Tras cenar el día anterior la misma ensalada de tomate de la ida, a la cama para salir temprano al día siguiente. El recorrido es todo un clásico: el que marcaron por nacionales Nacho y Fernando hace muchos años, que es rápido, suficientemente atractivo (excepto los últimos 100 kilómetros de autovía) y te lleva a casa con tiempo para comer con la familia y que se note menos que te has quitado de en medio cuatro días.




Y cada año madrugamos más. No sabría decir hora exacta, pero no eran las 7 de la mañana cuando estábamos con las motos cargadas y listas para volver a casa



Sin ser los tramos más interesantes del viaje, lo cierto es que entre Alcañiz y  Molina hay unos cuantos puertos bonitos, que te hacen la mañana fresca y variada:




La lástima fue que este año no coincidimos con el propietario de la Kenya con el que hemos dado otras veces al repostar en Molina; no sé si porque llegamos algo antes. Y tras desayunar nuestra tostada con aceite y ponernos la pomada antirozaduras, seguimos ruta.



La Turismo de Charlie nos recordó que el prisionero de embrague estaba sin terminar de arreglar desde Manlleu, y nos dio a posibilidad de parar un par de veces más para ajustarlo. La última no nos vino mal para quitarnos los softshells que iban sobrando a medida que subía la temperatura. 



Y como todos los años, nos dijimos adiós en la gasolinera de María de Molina, para separarnos en la Castellana; Carlos rumbo a Mirasierra y servidor a Moncloa, donde las motos pudieron empezar a tomarse un descanso más que merecido. Creo que las caras de los pilotos reflejan bien lo que se siente tras cuatro días de amigos, naturaleza, carreteras e Impalas.


No podía ser de otro modo: cierro con una foto de la protagonista, llena de mosquitos hasta las trancas y riéndose del Lexus y la BMW que nunca tendrán un pedigree como el suyo. Ojalá las disfrutemos en compañía muchos años.