Tal vez la mejor película sobre motos que se haya rodado sea "On Any Sunday", en la que Steve McQueen y un grupo de amiguetes se lo pasaban como los mismos indios montando en moto. Más que una película se trata de un documental donde se intenta explicar lo mucho que engancha la afición a las motos. Probablemente esa sea la razón del título original (traducido significa "En un domingo cualquiera") que por alguna extraña razón en España deformaron como "Prueba Uno" que no significa absolutamente nada. Una lástima.
El caso es que la película muestra muchos tipos de especialidades motociclistas tanto de campo como de carretera, y cierra con unas imágenes que hoy serían más falsas que los efectos especiales de George Lucas, porque son unos minutos de derrapadas interminables con tres motos de cross por unas playas completamente vírgenes. Y hoy no quedan playas de esas, y por las que tenemos no se nos permite montar.
Sea como fuere, película completamente recomendable, de la que tomo el título prestado para contar que este fin de semana no ha habido taller. En concreto, no me había llegado el segmento superior de la Impala, y José María estaba de cumpleaños de su hija, con lo que servidor tenía pocas ganas de herramientas. Además, ayer sábado abortamos un paseo en moto con otros amigos de "La Maneta" por culpa de la lluvia , y con el mono de excursión que me quedó, según terminé de ducharme pensé que hoy era un día tan bueno como cualquier otro para hacerle unos kilómetros a la alemana, y me encasqueté la ropa de carretera.
Como no soy de Madrid, ni he rodado mucho por la provincia, no tenía maldita la idea de qué ruta seleccionar, así que opté por poner rumbo a Rascafría, donde borrosamente recordaba que había una carretera con muchas curvas y que merecía la pena. El recuerdo viene de la época en que teníamos el Ibiza rojo, que se nos quedó casi sin frenos en aquella carretera, de la paliza que le metí. Eran otros tiempos y todavía corría de vez en cuando.
Tanque lleno en la gasolinera de Cea Bermúdez, salida por Castellana hacia la Avenida de Burgos y autovía hasta el desvío a Rascafría. Estoy seguro de que tiene que haber un modo más "curvilíneo" de llegar allí, pero como voy de novato, no sé hacerlo mejor. El caso es que llego a Rascafría con poca curva de momento ... justo para encontrarme con una "Fábrica de chocolate natural" en uno de los cruces del pueblo, así que paro y compro dos tabletas porque mi hija pequeña es tan aficionada como su padre. Tal como se ve en la foto, el día estaba claro, pero con alguna nube. Una iluminación preciosa para haberse parado a hacer muchas más fotos, porque daba unos contrastes magníficos.
Desde antes de la entrada en Rascafría llevaba un rato viendo indicaciones que marcaban "Puerto de Cotos" y "Navacerrada", y como parecía una ruta interesante, para allá que nos fuimos la BMW y servidor. Lo que no sabía era que había una cantidad de nieve bastante considerable pese a que el puerto estuviera abierto. Tanta como que en mitad de la subida, a unos 1.500 metros de altitud, me encontré con un Nissan de la Guardia Civil señalizando que unos metros más arriba se había ido a la cuneta un chino con una fragoneta en un despiste. Señal de que era mejor tomarlo con calma, porque el centro de la calzada estaba despejado, pero la nieve tapaba incluso las líneas blancas de las cunetas. Como una imagen vale más que mil palabras, las cosas estaban más o menos así ...
Supongo que para los lectores de padres siberianos no debe ser gran cosa. Pero para los oriundos del sur, miramos un paisaje como este y se nos congela absolutamente todo. Las vistas son una auténtica maravilla en esta carretera, además. Y como vamos despacito y con cuidado, da tiempo a saborear al paisaje y a parar de vez en cuando para tomar alguna foto.
No sé muy bien cuantos kilómetros son entre Rascafría y Navacerrada, pero puede que anden en veintitantos. Asfalto en impecable estado y curvas bien trazadas. Según os acercábamos al puerto, vi por primera vez en la moto saltar la alarma de posible hielo, y paré para hacerle una foto. Marca 2,5 grados, pero me parece que el sensor de temperatura es un tanto optimista. En ese instante llevaba los puños con la calefacción al máximo, pese a que bajo los guantes me había puesto unos polares finos. Y palabra que no me sobraba nada. :-)
Y poco más que contar. Lo dicho: un domingo cualquiera, que no lo fue gracias a la compañía de la recién llegada, que se portó como una auténtica campeona. 175 kilómetros, 5 litros a los 100 de consumo y una velocidad media de poco más de 81 km/h hasta la puerta de casa.
El próximo fin de semana volveremos a la llave inglesa. Que tengo pendiente un ajuste de cuentas con una Cota 247 que yo me sé ...