lunes, noviembre 10, 2025

Confieso que he pecado (con una Vespa)

Mi primer recuerdo de una Vespa, más allá de eventuales paseos con las que abundaron en mi pandilla a los 16 años, es el de la P200E de mi hermano Rafa. Mi Ducati Desmo estaba parada por falta de presupuesto, su muñeca escayolada y le cambié el Ford Fiesta por la moto durante unas semanas. Suficiente para darme cuenta de que aquello era completamente distinto a cualquier cacharro de dos ruedas que yo hubiera conducido antes. Y eso que venía avisado, porque los inicios de mis amigos con las Primavera fueron traumáticos; que yo recuerde en este momento, Eduardo se partió un brazo al frenar sobre adoquín mojado, "el Botijo" la untó contra una farola en un pique con la Derbi de Pepe, Rafa se dio otro porrazo con la Vespa de "el Cepa" a la que hubo que cambiarle el chasis, y algunos otros arrastrones de menor entidad.

Cuando recuperé el Fiesta y la Ducati, me olvidé de aquel bicho extraño que se cruzaba al frenar fuerte de atrás y hacía cosas increíbles cuando usabas el freno de delante. Y así pasaron cuarenta y tantos años hasta que Tomás me puso un WhatsApp para preguntarme si aceptaba como regalo una 200 con intermitentes que su suegra llevaba demasiado años viendo parada en el garaje. Adjuntaba unas fotos donde se podía ver que estaba bastante entera, aunque con señales claras de no haber llevado buena vida:  


Además, el estado legal era complicado, puesto que los papeles estaban a nombre de un antiguo dueño que murió sin que la moto se tuviera en cuenta en la herencia. Pero como no tenía proyecto a la vista, me hice cargo de la moto después de que el bueno de Ricardet me solucionara el embrollo legal. 

El caso es que, al recogerla, me dio una primera alegría, que fue arrancar en cuatro o cinco patadas ... sin ni siquiera cambiar la gasolina del año 2002 que tenía en el depósito. Y así llegó a casa poco antes del verano de 2025, a la espera de venirse al pueblo para que empezara a darle un repaso. Ahí la tenéis en el garaje junto a mis dos antílopes, a la espera de su primer viaje a la estepa.



Y en la estepa quedó hasta que a principio de Septiembre me escapé un fin de semana para darle una primera vuelta y hacer control de daños.


 

Había unos cuantos, como era de prever. Las ruedas estaban completamente fósiles, con las llantas muy podridas. La imagen sólo muestra el estado exterior, pero lo de dentro era penoso. Faltaban algunos de los espárragos, la capa de óxido interno era profunda, y conducirla en esas condiciones era comprar papeletas para tener un disgusto serio.




El carburador estaba tan sucio como cabía suponer, el escape muy oxidado, y la rejilla de protección del ventilador había conocido tiempos mejores. Pero a estas alturas, debo reconocer que le estaba empezando a coger cariño a este engendro mecánico que el destino había puesto en mi camino. Hay que reconocer que con la rejilla pintada, el carenado fuera (nunca me gustaron) y una limpieza, empezaba a verse otra cosa.



Pero quedaba mucho por hacer, y por aprender de una mecánica de la que desconozco casi todo. Aunque con los vídeos de Youtube las cosas se han vuelto mucho más sencillas para los chatarristas de 2025. Un poco de Eduardo Esteban Caballero por un lado y otro de Arzente Motori por otro, te ayudan a perderle el miedo y a entender que o cambias el retén del buje trasero, o te vas a matar pronto. 


Limpias un poco cosas importantes como los cables del selector de cambio, aprovechando el cambio de cableado ...


... que me consumió una mañana completa de retirar mugre y sustituirla por cables y fundas en buen estado. Parece mentira, pero con un poco de paciencia no es tan complicado cambiar todo lo que estáis viendo en el cubo de basura. 



Y sumando un cambio de llantas y neumáticos quedó lista para pasar la ITV en Madrid. Aquí veis que también monté dos espejos homologados y un embellecedor negro en la horquilla.


Y con este primer arreglo y los papeles definitivamente en orden para poder circular la he tenido unas semanas en Madrid. Tal como recordaba, tiene una estabilidad que te acongoja según te bajas de la GS, unos frenos que son una broma, una suspensión casi inexistente, y un sonido que te devuelve a los 20 años y te hace olvidar todos los pequeños inconvenientes que puede llegar a tener.

Uno de ellos es que la cruceta del cambio, que es la pieza clave en el mecanismo de seleccionar las marchas se desgasta con el tiempo. Y el resultado es que en ocasiones la moto salta de una marcha a otra. En mi caso, con una cierta frecuencia entre tercera y cuarta, y alguna vez entre segunda y primera. De tal modo que me vi en la necesidad de desmontar el motor más a fondo para reemplazarla. Lo típico: una pieza de 10 euros, pero que te obliga a desmontar media moto para sustituirla.


También lo típico, al sacar el cilindro piensas que si lo llegas a saber, hubieras comprado unos segmentos para reponer los suyos. Pero te consuelas pensando que al menos vas a poder limpiar el motor por dentro un poco, y que el juego de juntas sólo vale 7 euros, y tienes variedad de recambistas serios donde comprarlas.

El cambio de la cruceta no fue complicado, pero como pasa siempre, al desmontar te encuentras con invitados inesperados. En mi caso, el cableado procedente del estátor, que empezó a tener mala pinta al retirar el cableado de la bobina de alta ... 



... y mucho peor cuando lo desmonté por completo:


De tal manera que el tiempo que iba a invertir en cerrar motor y pintar la carcasa superior del faro fue a parar a una restauración completa del cableado. Porque la foto de arriba a la derecha no lo muestra del todo, pero en la otra cara el cruce de cables sulfatados daba miedo verlo.

Y con lo poco que me gusta un soldador, me encomendé a San Ramón Valls bendito y rehice a fondo la instalación. Las dos anécdotas de la mañana fueron que tuve que unir dos cables blancos de menor sección para sustituir el original (de mayor calibre que el que tenía) y que tuve que recurrir a una IA para enterarme de cuales eran algunos de los colores, que de tan deteriorados que estaban los cables, era imposible saber si aquello fue alguna vez verde, gris o azul claro.   



Pero aunque la moto se quedó en el taller por falta de tiempo para acabarla, he mejorado mi técnica con el soldador, he aprendido cosas nuevas, y estoy como loco por volver y terminar con la Vespa para reintegrarla en mi día a día. 

A la vejez, viruelas.


viernes, junio 20, 2025

La historia de nunca acabar (II): Preparando el taller nuevo.

Como podéis imaginar, antes del traslado tocó complicarse la vida pensando en cómo hacer con el taller nuevo. Y creo que sólo los que hayáis partido de un papel en blanco (que no era el del presupuesto, sino el del diseño) os podéis hacer una idea de lo complicado que es empezar a imaginar algo tan complejo. Y eso, sin contar con las peculiaridades que tenía la parcela, cuya forma añadía complejidad, por no ser regular, tener una entrada muy alargada y algunas cuestiones más.

Pero como Dios protege a los imbéciles, tuvo a bien poner en mi camino al bueno de Fernando Piris. Que no sólo es un amigo de verdad, un enamorado de las motos viejas, y un ex piloto de trial y enduro ... sino también un arquitecto fuera de serie. Sin su ayuda, todo habría sido para cortarse las venas. Pero tenerlo "a vuelta de teléfono" cada vez que lo necesité, fue un lujo absoluto. Con el mérito añadido de que una buena parte de la obra se desarrolló durante el mes de Agosto. Millón de gracias, Piris.

Así que para no aburriros mucho, haré un recorrido cronológico por lo que fue aquello, omitiendo la fase de generar los planos, que eso queda como secreto de sumario entre Fernando y yo.

Primera idea: el solar era alargado y estaba hecho un auténtico desastre. Pero tenía algunos muros antiguos que se podían aprovechar para hacerlo todo algo más barato. De tal manera que empezamos con hacer las zanjas para preparar la cimentación.



Trasto, como siempre, estuvo inspeccionando el correcto desarrollo de los acontecimientos. Siempre preocupado, porque aquello parecía muy peligroso.

A partir de ahí montamos la plataforma y los primeros ladrillos que permiten hacerse una idea de cómo iban a quedar las paredes.



Ya ahí tienes una primera idea de cómo van a ir quedando las cosas ... y mucho menos presupuesto que al principio. Pero cuando de verdad te lo vas creyendo es cuando das los primeros pasos para techar.



En la última foto, parece como si el animal supiera dónde iba a ir la puerta de entrada, que es el sitio donde pasa media vida ahora cuando me acompaña. Como buen perro pastor, siempre pendiente de por dónde pueda llegar el peligro para su rebaño.

Una de las primeras alegrías serias fue comprobar cómo el tejado elegido era una maravilla en términos de luminosidad interior. Tened en cuenta que es una nave, con una sola puerta grande entrada y dos pequeñas ventanas para poder ventilar, y para mi tener claridad sin luz eléctrica era esencial. Consecuencias de vivir en un ático y haber pasado la juventud en un chalet: o tienes luz, o te mueres de pena.



A estas alturas del partido ya teníamos incluso puerta. Aunque el camino de entrada seguía siendo una polvareda constante, que había que solucionar. Más hormigón y menos presupuesto. Pero nos permitió pintar, que era un paso fundamental.



También pusimos durante esos días el suelo interior, acabando con epoxi la parte del taller. Me hubiera gustado darlo a toda la superficie, pero estábamos ya más tiesos que una mojama, que dicen en Cádiz. Así que sobre el suelo empezamos con las instalaciones de agua, aire comprimido, electricidad y demás follones. Que todavía estábamos de prestado con la luz y el agua del vecino. 


A partir de ahí fue cuando ya empezamos a poder trasladar motos y complicarnos la vida con cómo distribuir el lío de cosas que os enseñaba en la entrada anterior del blog ... y empezamos también a encontrarnos con cosas que no se pensaron bien desde el primer momento y requirieron ajustes, repensadas o rectificaciones. Bastantes cosas en realidad. Como la idiotez de no poner agua caliente en el taller pero sí en el baño (que queda en la otra punta de la nave, con lo que hubo que meter un segundo termo pequeño como veis en la foto bajo el fregadero). Pero supongo que es inevitable equivocarse cuando tienes mucha libertad, un presupuesto limitado, y poca idea de cómo terminarás por usar las cosas.

En la siguiente entrada os cuento por dónde siguió la cosa. Gracias por la compañía.

viernes, junio 06, 2025

La historia de nunca acabar (I): trasladando un disparate de más de 20 años.

Casi tres años llevo sin aparecer por aquí. Y no por falta de cosas que contar, sino porque la vida a veces se complica más de lo que uno quisiera, y no hay modo de encontrar un hueco para acercarse a este huequecito de la web a contar paranoias.

Pero si tuviera que resumir esta larga temporada sin aparecer por aquí, centraría el tiro en contaros un traslado imprevisto, que es en parte responsable de mi silencio.

Los que sigáis esta página desde el principio me habréis oido contar que esto empezó por casualidad, y aprovechando un espacio que mi suegra puso a mi disposición en su rincón de la Mancha. Allí me instalé hace más de 20 años con idea de guardar la King Scorpion y la Ducati 500 que había dejado en Córdoba para que mi madre no las tirase al río. Y desde entonces hasta ahora, mi historia con las motos viejas ha degenerado a medida que yo mismo envejecía. El resultado son 28 motos a fecha de hoy, que habían ocupado casi todo el espacio disponible en la antigua casa de la abuela de mi mujer.

Nunca lo vi como un lugar definitivo, y tampoco hice grandes cambios en un espacio que no sabía qué futuro tendría. Allí me quedé, como okupa feliz y agradecido, hasta que al cabo de los años mi suegra decidió que la casa sería para mi cuñada, y ella empezó a pensar en cómo arreglar aquello antes de que se le cayera en la cabeza.

Haciendo el cuento corto, cuando llegó el momento de empezar a pedir presupuestos para su obra, caímos en la cuenta de que el espacio que yo "okupaba" iba a necesitarse para almacenar los muebles de la abuela, que no podían estar por medio mientras reconstruían la casa. Y eso implicaba que "algo tenía que hacer" con mis motos ... y de paso, con el montón de trastos que fui metiendo allí a lo largo de los años.

Como mi tesoro no cabía en la casa de mi suegra, que es la que nos quedábamos nosotros, había que buscar otra opción. Y afortunadamente, ésta se presentó en formato "solar de proporciones extrañas (y difícil de vender) que mi suegra nos regaló para que nos lleváramos allí todo. Un solar con una entrada relativamente estrecha y larga que terminaba en un cuadrado más ancho. Complicado para una vivienda, pero que resultó ideal en manos de mi buen amigo Fernando Piris, que me diseñó un taller estupendo.

Eso sí ... me encontré con un solar, lleno de basura de años, que, por no tener, no tenía ni siquiera una puerta por donde pudiera pasar una moto. Así que lo primero fue tirar un muro enorme para poder hacer el hueco necesario, y taparlo luego con una portada que compramos de segunda mano. 


Y a partir de ahí, un lío descomunal. Porque se trataba de construir un sitio nuevo ... y vaciar otro cuya organización se había montado a base de parches. Y cuando digo "a base de parches", creo que la imagen siguiente es bastante autoexplicativa.


En parte derecha de la foto falta la primera mesa, que ya se había llevado a otro sitio. Pero creo que vale para hacerse una idea del disparate que teníamos montado. Con lo cual calculo que debí tomar la imagen el segundo o tercer fin de semana de los muchos que dedicamos al traslado. Para eso tuvimos que alquilar una furgo grandota y pedir a varios espontáneos que echaran una mano, porque yo solo no podría haberlo hecho. Así que aquí dejo mi homenaje gráfico a mi sobrino Alberto y su amigo José Luís, y a mi amigo Carlos y su hijo. Sin ellos, esto no hubiera terminado nunca.



Tened en cuenta que no sólo había que sacar un montón de trastos ... sino también intentar que llegaran a destino con la menor cantidad de polvo que fuera posible. No era poca tarea cuando hablamos de cosas que llevaban literalmente años empeñadas en atraer cada ácaro disponible en la estepa.

Con algunos retos particularmente apasionantes por medio, como por ejemplo ... ¿y cómo hago para trasladar un montón de cajitas de tornillería que si se caen me montan un destrozo? y ¿podría llevarme una lavadora de piezas sin vaciarla? Un ejercicio completo de ingenio, paciencia y buenas manos por parte de mis ayudantes, que fueron muchos.

Aquí podéis ver cómo marchaba la cosa cuando estábamos a medio camino ...



Y un poco más abajo a mi sobrino descubriendo lo bonitas que son una King Scorpion y una Norton a plena luz del día del invierno manchego ...  


O alucinando con el montón de motos  que cabían en aquella habitación ...  



Una paliza. Pero poquito a poco, conseguimos vaciar aquello. Lo creáis o no, con una pena grande, pese a que me iba a un sitio mejor. Pero la sensación de estar cerrando un capítulo de mi vida casi que pesaba más que la alegría del cambio. Es curioso cómo algunos humanos no somos capaces de mirar hacia delante sin complicarnos la vida.
 

Tal vez la diferencia esté en que, en la imagen de arriba vosotros veis una bandera española con la cara de Ángel Nieto, un par de lámparas puestas de cualquier manera, y una escalera de madera perfectamente extraña en mitad de una habitación llena de polvo. Pero yo veo el día del homenaje a Nieto con las Impala, la sensación de "por fin veo" tras hacer una instalación eléctrica chapucera para poder trabajar de noche, o la escalera que mi padre tenía en su bodega para llegar a las estanterías de arriba. Como casi todo en la vida, una cuestión de perspectiva.