viernes, junio 06, 2025

La historia de nunca acabar: trasladando un disparate de más de 20 años (I)

Casi tres años llevo sin aparecer por aquí. Y no por falta de cosas que contar, sino porque la vida a veces se complica más de lo que uno quisiera, y no hay modo de encontrar un hueco para acercarse a este huequecito de la web a contar paranoias.

Pero si tuviera que resumir esta larga temporada sin aparecer por aquí, centraría el tiro en contaros un traslado imprevisto, que es en parte responsable de mi silencio.

Los que sigáis esta página desde el principio me habréis oido contar que esto empezó por casualidad, y aprovechando un espacio que mi suegra puso a mi disposición en su rincón de la Mancha. Allí me instalé hace más de 20 años con idea de guardar la King Scorpion y la Ducati 500 que había dejado en Córdoba para que mi madre no las tirase al río. Y desde entonces hasta ahora, mi historia con las motos viejas ha degenerado a medida que yo mismo envejecía. El resultado son 28 motos a fecha de hoy, que habían ocupado casi todo el espacio disponible en la antigua casa de la abuela de mi mujer.

Nunca lo vi como un lugar definitivo, y tampoco hice grandes cambios en un espacio que no sabía qué futuro tendría. Allí me quedé, como okupa feliz y agradecido, hasta que al cabo de los años mi suegra decidió que la casa sería para mi cuñada, y ella empezó a pensar en cómo arreglar aquello antes de que se le cayera en la cabeza.

Haciendo el cuento corto, cuando llegó el momento de empezar a pedir presupuestos para su obra, caímos en la cuenta de que el espacio que yo "okupaba" iba a necesitarse para almacenar los muebles de la abuela, que no podían estar por medio mientras reconstruían la casa. Y eso implicaba que "algo tenía que hacer" con mis motos ... y de paso, con el montón de trastos que fui metiendo allí a lo largo de los años.

Como mi tesoro no cabía en la casa de mi suegra, que es la que nos quedábamos nosotros, había que buscar otra opción. Y afortunadamente, ésta se presentó en formato "solar de proporciones extrañas (y difícil de vender) que mi suegra nos regaló para que nos lleváramos allí todo. Un solar con una entrada relativamente estrecha y larga que terminaba en un cuadrado más ancho. Complicado para una vivienda, pero que resultó ideal en manos de mi buen amigo Fernando Piris, que me diseñó un taller estupendo.

Eso sí ... me encontré con un solar, lleno de basura de años, que, por no tener, no tenía ni siquiera una puerta por donde pudiera pasar una moto. Así que lo primero fue tirar un muro enorme para poder hacer el hueco necesario, y taparlo luego con una portada que compramos de segunda mano. 


Y a partir de ahí, un lío descomunal. Porque se trataba de construir un sitio nuevo ... y vaciar otro cuya organización se había montado a base de parches. Y cuando digo "a base de parches", creo que la imagen siguiente es bastante autoexplicativa.


En parte derecha de la foto falta la primera mesa, que ya se había llevado a otro sitio. Pero creo que vale para hacerse una idea del disparate que teníamos montado. Con lo cual calculo que debí tomar la imagen el segundo o tercer fin de semana de los muchos que dedicamos al traslado. Para eso tuvimos que alquilar una furgo grandota y pedir a varios espontáneos que echaran una mano, porque yo solo no podría haberlo hecho. Así que aquí dejo mi homenaje gráfico a mi sobrino Alberto y su amigo José Luís, y a mi amigo Carlos y su hijo. Sin ellos, esto no hubiera terminado nunca.



Tened en cuenta que no sólo había que sacar un montón de trastos ... sino también intentar que llegaran a destino con la menor cantidad de polvo que fuera posible. No era poca tarea cuando hablamos de cosas que llevaban literalmente años empeñadas en atraer cada ácaro disponible en la estepa.

Con algunos retos particularmente apasionantes por medio, como por ejemplo ... ¿y cómo hago para trasladar un montón de cajitas de tornillería que si se caen me montan un destrozo? y ¿podría llevarme una lavadora de piezas sin vaciarla? Un ejercicio completo de ingenio, paciencia y buenas manos por parte de mis ayudantes, que fueron muchos.

Aquí podéis ver cómo marchaba la cosa cuando estábamos a medio camino ...



Y un poco más abajo a mi sobrino descubriendo lo bonitas que son una King Scorpion y una Norton a plena luz del día del invierno manchego ...  


O alucinando con el montón de motos  que cabían en aquella habitación ...  



Una paliza. Pero poquito a poco, conseguimos vaciar aquello. Lo creáis o no, con una pena grande, pese a que me iba a un sitio mejor. Pero la sensación de estar cerrando un capítulo de mi vida casi que pesaba más que la alegría del cambio. Es curioso cómo algunos humanos no somos capaces de mirar hacia delante sin complicarnos la vida.
 

Tal vez la diferencia esté en que, en la imagen de arriba vosotros veis una bandera española con la cara de Ángel Nieto, un par de lámparas puestas de cualquier manera, y una escalera de madera perfectamente extraña en mitad de una habitación llena de polvo. Pero yo veo el día del homenaje a Nieto con las Impala, la sensación de "por fin veo" tras hacer una instalación eléctrica chapucera para poder trabajar de noche, o la escalera que mi padre tenía en su bodega para llegar a las estanterías de arriba. Como casi todo en la vida, una cuestión de perspectiva.

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.