martes, octubre 30, 2007

Una historia de amor

Para aquellos que nunca han sentido la moto como parte de una vida, seguro que ésta será una de las cosas más extrañas que hayan leído. Tanto como para llamar al loquero y que venga a echarme ese cable que tanto necesito.

Pero seguro que para los que andan, como yo, paseando un remolque y una moto por esas carreteras de Dios, resultará algo más próximo y familiar. Sólo ellos serán capaces de entender hasta qué punto puede una persona llegar a establecer un lazo de amistad con algo que para el común de los mortales es poco más que un objeto. Menos aún podrán llegar a entender que, al igual que sucede con las personas, a veces una relación que empieza por casualidad llega a ser importante en una vida.

El caso es que así es. A veces uno llega a enamorarse de un objeto, al punto de sentir la necesidad de explicarlo al mundo, a riesgo de que el mundo se limite a mirarlo a uno con la cara que corresponde ...

La historia que cuento hoy es la de mi Cota 349/4. Una moto que llegó a mi vida casi por casualidad, en un momento en que buscaba otra cosa y me tropecé con ella.

Tan poco prevista la tenía, que al ver la foto no me resultaba familiar como una de las Montesa de trial que tenía localizadas. Sabía, eso sí, que fue la moto con que muchos pilotos españoles consiguieron éxitos internacionales, pero quedaba fuera de los años en que seguí de joven las revistas de motos. Pero como el destino es el destino, di con ella en el Segundamano. No eran fotos muy claras, pero sí parecía estar muy entera. De modo que un buen día puse un correo a la persona que la vendía y le pedí más información.

La persona resultó ser Ramón Valls, que hoy es amigo y forma parte de mi vida tanto como la moto que me vendió, aunque lo vea menos. Y como buen catalán de pura cepa, fue de lo más preciso y honesto al darme la información que le pedí. Tanto como para enviarle el dinero sin haberle visto en mi vida. Poco tiempo después, Ramón se marcaba el primero de los mil detalles que ha tenido conmigo, trayendo la moto en persona a La Mancha, donde iba a quedarse.

Pasamos un día estupendo, me dejó apalabrada una Cota 25 para mi hija Cecilia, y se volvió para Barcelona dejando en el campo una moto que estaba tan entera como yo suponía. La idea era usarla como moto de "día a día" en el campo para pasear a los niños, hacer que mi mujer aprendiera, y restaurarla del todo cuando dejara de cumplir su función.

Y así pasó un par de años. Utilizada a fines de semana sueltos, sin habérsele cambiado ni el aceite ni la bujía, pero arrancando siempre a la primera o segunda patada, con independencia del frío que hiciera en la estepa castellana.

Y así fueron las cosas hasta que apareció en mi vida Corsino, dispuesto a tener compañía trialera cerca de casa, que no paró hasta llevarme casi de la oreja a Cabanillas, primer trial del campeonato de Madrid. Mi idea era haber corrido con mi 247 MkIV o con la 348, pero el arranque del campeonato se adelantó y me encontré con que ninguna de las dos estaba preparada. Como ni la Sherpa ni la Ossa amarilla eran una opción para un montesista de toda la vida, decidí cambiarle las ruedas a toda prisa (la combinación de Barum trasero y Pirelli Gara delantero era para matarse) y en mitad de una nevada tremenda la subí al carrito y me presenté en la carrera como se puede ver arriba: con una moto que aun llevaba la instalación eléctrica original y el manillar de fábrica. Por cierto, se ve perfectamente cómo el dichoso retén del cigüeñal empezaba a hacer de las suyas.


Pasada una primera carrera apasionante, llegó la segunda en Valdemorillo, donde ya aparecimos con un manillar Renthal y botón de paro como Dios manda, pero donde el humo se convirtió en una pesadilla, en conjunto con una carburación imposible como resultado de la entrada de aire y aceite al cigüeñal. Maldito retén.

El problema, aunque identificado por descarte, siguió sin poder arreglarse para la tercera carrera (Las Rozas), porque sólo había una semana entre una y otra, lo que me dejó sin margen de reacción. Pese a ello, pasamos un día estupendo con la BSA de José María por medio haciendo música en las zonas.

Pasado el corte de las primeras carreras, la 349 me acompañó al cursillo de Mick Andrews donde tuvo el honor de ser afinada por el Maestro, después de dos días magníficos en que aprendimos de todo, nos reímos mucho, y preparamos Robregordo, que era la carrera clave del campeonato. La suerte adicional estuvo en que Televisión Española grabó el cursillo para hacerlo aún más inolvidable para todos los que participamos en él.


Para Robregordo la moto llegó en un estado mecánico fantástico, fruto del cambio del retén y de las atenciones de Mick. Creo que fue en esa interzona donde definitivamente me dí cuenta de que aquella Montesa no era ya una moto cualquiera, sino una parte importante de mi vida. El destino hizo que tuviera que correr sin compañero aquel día, pero nunca me sentí solo mientras sentía el pistonear de mi 349.


Aquella carrera marcó un antes y un después en mi vida en muchos sentidos. Hice amigos, eché en falta a otros, aprendí mucho sobre los límites del ser humano, y sentí que aquella moto roja ponía de su parte lo mucho que sabía para convertir mi vida en algo más agradable.

Desde que entró en casa han llegado muchas otras. Unas más jóvenes, otras con más historia, otras más competitivas ... Pero cada vez dudo más de que algún día me decida a dar el cambio y dejarla a un lado.

Supongo, que como pasa con las personas, en el fondo no es más que una cuestión de confianza.

9 comentarios:

  1. Anónimo8:32 a. m.

    Hola King, aqui Nacho 247. No se si ha aparecido el comentario anterior, pero lo repito.

    ¡¡¡Bonita historia y más interesante blog!!! A ver si puedo "enamorarme" de mi 349 cuando le ponga las piezas de Jeff.

    Un abrazo

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  2. Seguro que sí, Nacho. Es una moto dulce a más no poder. Si quieres probar la mía, creo que el Jueves entrenaremos donde siempre. :-)

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  3. Julián, qué grande eres.
    Desde luego, estamos enfermos. Sólo de recordar las veces que he hablado con mi moto en una interzona... y lo peor es que la jodía me contestaba... y yo la convencía para que me sacara de los apuros... y ella me echaba un cable...
    Qué recuerdos.Espero la puedas seguir disfrutando muchos años, antes de que os lleguen los ecologistas mal entendidos.
    un saludo.

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  4. Ya sabes que tienes sitio y moto cuando quieras, caballero. Te enseñaremos que también en La Mancha se puede hacer trial en buena compañía. ;-)

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  5. Julián, bonita historia que me ha recordado, cómo no, el amor que yo mismo siento por mi sherpa, al de toda la vida.
    Tu post está tan bien escrito que hasta a un Bultaquista le has tocado la fibra.
    Efectivamente los objetos, y las motos concretamente se arraigan en nuestras vidas formando parte de ellas, como algo indisoluble. Estas monturas son realmente trozos de nosotros, y realmente lo son porque nos hablan de historias, de amigos, de anécdotas, de carreras, pero también de disgustos, de sufrimientos. De todo lo que sentimos en los años en las que están o han estado en nuestras vidas.
    Espero con ansiedad el próximo post.

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  6. Gracias, amigo.

    Parte de lo mejor que tiene esto es la oportunidad de compartir ratos con gente como vosotros. Por no mencionar que aquel artículo tuyo sobre el duende de tu Sherpa fue una de las cosas que más me han ayudado a comprender el espíritu de esta afición.

    Un abrazo, Togno. :-)

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  7. Nada que añadir que valga la pena. Muy bien expresado. Te entiendo perfectamente. Los que no han sentido algo así no lo pueden entender. Ellos se lo pierden.

    Por la misma razón que inspira este post, deberías darle mimos a la blanca, aunque parece que ya ha encontrado quien le quiera. Además, estoy seguro que después de hoy la cogerá con más ganas.

    El domingo se escribirá una página más de esta historia.

    ¿Una cerveza a que repetimos puntuación?

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  8. Si repetimos, la pago yo con gusto, caballero. Será que sigo aprendiendo.

    Y gracias por cuidarme al enano, que ha vuelto encantado contigo.

    :-)

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  9. Anónimo10:04 a. m.

    Madre mia¡¡¡¡¡¡La cantidad de trabajo que tienes metido en este blog.
    Un saludo y gracias por la ayuda.

    Javier Cruz

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.