martes, marzo 07, 2017
Pepe Maciá. In memoriam.
Esta es la entrada que uno nunca querría escribir. No sólo porque sobreponerse a la brutalidad de la muerte siempre cuesta un esfuerzo, sino porque el amigo que se nos ha ido era su antítesis. Pepe era la vida en estado puro: un hombre familiar, cariñoso, deportista, abierto de mente, curioso ... y con una elegancia y una capacidad de darse a los demás poco frecuentes de encontrar en un ser humano.
Creo que nunca se lo dije, pero cada vez que nos enseñaba una foto suya con su nieto en el Jeep, pensaba que era el abuelo que todo el mundo querría tener ... como para nosotros ha sido el amigo que sólo necesita un par de años para meterse en tu corazón y te hace sentir que estuvo allí siempre. Un hombre de humor inteligente, con la perspectiva y la serenidad que dan los años, con un saber estar absoluto, y siempre preocupado por los demás.
Hace un rato, mientras pensaba en ponerle unas letras como homenaje, recordaba los últimos contactos que tuve con él. En el último me felicitaba por un logro profesional, en el anterior nos contaba una jornada de ski en familia con la que había disfrutado, y en el primero de los tres me llamó por teléfono para preguntarme qué podía hacer por un amigo al que encontraba en baja forma. Y si siguiera hacia detrás la tónica no cambiaría mucho. Un hombre, como decía Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno".
Pasado mañana, Pepe, voy a Zaragoza. Y volveré de allí con seis cintas verdes para poner en nuestras motos y no olvidar nunca lo mucho que te debemos, amigo.
¡Hasta siempre, caballero!
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