domingo, septiembre 27, 2015

Las Montesa Gran Turismo

Como sabréis los habituales de estas páginas, este mes de Junio tuvimos la suerte de poder acudir a la Impalada 2015 con las motos. Y la excursión sirvió no sólo como divertimento, sino para darnos cuenta de que nuestras motos son capaces de hacer muchas más cosas de las que podíamos sospechar sus propietarios. Sí, ya sé que todos hemos leído sobre la Operación Impala y sobre cómo estas motos fueron capaces hace 50 años de recorrerse África de abajo a arriba sin mayores problemas. Pero uno lee esas cosas y no les encuentra relación con la Impala que tiene aparcada en el garaje ... hasta que un día se decide a ponerla a prueba.

Y lo malo de hacerlo, es que la moto te enamora, porque la experiencia del viaje en compañía y disfrutando del paisaje nos lleva mucho más allá de donde teníamos previsto ir. Y te quedas con ganas de repetirlo a la primera oportunidad.


Así que, como Fernando y Nacho decidieron devolvernos la visita a Madrid, encontramos una excusa estupenda para echar las motos a la carretera de nuevo. La idea era tan simple como acercarse a Sigüenza a recoger a los que llegaban de Barcelona para acompañarlos hasta Madrid. En total unos 300 kilómetros por carreteras secundarias que, como os podéis imaginar, son un chiste para nuestras montesitas.

Quedamos a las 9:30 de la magna para repasar el plan, pero cuando me dirigía ya al punto de encuentro, recibo una llamada de José María que me cuenta que se le ha fastidiado el cable de gas como a un kilómetro y medio de destino. Le sugerí que intentara cubrir la distancia tirando del cable de gas, y afortunadamente funcionó, con lo que fue cuestión de un cuarto de hora comprobar que el único problema es que se había soltado el prisionero ... lo que convirtió la reparación en una chorreada absoluta que pudimos hacer con las herramientas que llevábamos en la caja ... y los benditos guantes de nitrilo que siempre llevo en la moto y que nos evitan acabar con las manos como cerdos cuando te pasa una cosa de este estilo. Por si fuera poco, los guantes ayudan a inmovilizar el contenido de la caja para que no suene. Todo son ventajas. :-)


A partir de ahí, gasolina y gas para intentar llegar lo más rápido posible al final de un horizonte que en Castilla siempre queda lejano:


Precioso día de final de verano, con una temperatura ideal ...


... y paisajes conocidos desde la Impalada, pero que no me canso de mirar ...


... hasta que llegamos a Sigüenza, en cuya plaza mayor nos esperaban Fernando y Nacho con la Texas y la Sport con que salieron el día anterior de Barcelona.


Toda una diferencia su viaje y  el nuestro. Supongo que el resumen es que un arquitecto y un ingeniero planifican de modo diferente a un economista y un abogado. O más sencillamente, planifican. No os podéis imaginar la precisión con que habían medido paradas, distancias, puntos de aprovisionamiento y previsto casi cualquier incidencia posible. Aunque, como luego se verá, Dios protege más a los imbéciles que a los planificadores.

Abajo reportando en Sigüenza ... el origen del único problema tonto que hubo en el viaje.


Desde allí nos acercamos hasta Jadraque, pueblo donde por alguna razón mi GPS siempre propone una ruta absurda por una carretera infernal de baches, pero donde en esta ocasión nos paramos a comer para cortar un poco el viaje. Deliciosa la tortilla de patatas con cebolla que aparece en la foto. No sé si justifica la visita por si sola, pero nos supo a gloria acompañada de unos pinchos morunos. Curiosamente, estando en la terraza apareció una MV Agusta moderna que aparcó junto a nuestras motos ... con lo que consiguió que nadie le hiciera ni puñetero caso. Las fotos que se dispararon allí fueron todas para el grupo de ancianas con su equipo de viaje.


Terminada la comida (y el intento del GPS de volvernos a meter por el camino de cabras de Jadraque), nos pusimos en marcha, disfrutando de la carretera y la compañía. Pasamos por Fuencemillán, que no formó parte del recorrido de nuestra ida en la Impalada ...


... y tuvimos que parar a cambiar una bombilla en Uceda. Curiosamente una bombilla que Nacho recordaba haber cambiado ¡30 años atrás! en Mallorca, y cuya defunción -que imputamos inicialmente a un sobrerégimen- se debió a un cable pelado en el interior del coco del faro. Descanse en paz.

Como no puedo resistirme, os pongo la foto de la caja de herramientas con que un ingeniero viaja en una Impala. Es impresionante:


Entre otras cosas, no menos de ¡9 bombillas de posición! y una cantidad de llaves que nos hubieran permitido poner el Sputnik en órbita de nuevo si nos hubiera caído en lo alto. Y conste que lo que se ve en la caja roja es sólo una parte del material que transportaban, porque había más cosas distribuidas por el resto del equipaje.

Pero, como os decía antes, tanta planificación hace que Dios no esté tan atento a los ingenieros como lo está con los imbéciles que nos echamos a la carretera sin haberlo pensado demasiado. Por eso se produjo el único incidente tonto del viaje, cuando Fernando se quedó sin gasolina en la Texas. Si en lugar de medir con precisión los cc de aceite que necesitaban los 4 litros exactos que pusieron en Sigüenza hubieran llenado el depósito entero y echado el aceite a ojo, no había pasado.

Conclusión: ¡¡Improvisar es bueno!! ... como Nacho debe haber aprendido.

Poco más que contar sobre el día de paseo con las motos, excepto que nos supieron a poco los 300 kilómetros, y estamos valorando si acudir a la Montesada desde Madrid para devolver la visita a los dos interfectos de la imagen de abajo.


Seguiremos informando.

6 comentarios:

  1. qué gustazo es hacer kilómetros con la Impala. Hay que hacer muchos más. Un viaje largo en Impala es mucho más que un viaje.

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    1. Suena a slogan publicitario, pero no es menos cierto que el "Con Montesa llegará" queda pobre para explicar lo que sientes en un viaje largo con estas motos.

      Me apetece Cabo Norte, Domínguez. Aunque eso son unos pocos de días ...

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  2. Más lejos complicado ir y cuandp pregunten por qué vamos, la respuesta será la de Mallory: Porque está ahí.

    Es decir, que por mí, encantado. Supongo que el verano es la época para subir.

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    1. Final de primavera o verano, supongo. Habrá que empezar a mirar con calma. Hay un libro de Arturo Borja que se llama "En Impala a Cabo Norte", que va de ese viaje justamente. Debo tenerlo en casa.

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  3. No se si planificamos mucho, pero hoy he colgado la crónica del viaje, con mi rapidez habitual. Y me he puesto a leer entradas (hace tiempo que no miraba nada) como esta, descubriendo tu gran poder de observación !llevábamos 9 bombillas¡, ni idea. Ya ves hasta he puesto que no pasó nada de nada. La verdad es que si hago caso a mi espalda (y tu cuerpo no suele engañar), debería coger la Texas cada día. Un placer de viaje, gracias por todo otra vez.

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    1. Maravillosa tu narración del viaje, compañero. Ahora hay que ponerse de acuerdo en el siguiente objetivo!

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.