sábado, junio 27, 2015

Nuestro tatarabuelo, Diógenes.

Anoche estuve cenando en casa de mi primo Alfonso. Creo que casi podría haber dicho que cené en casa de mi primera mujer, puesto que fue la primera persona con quien compartí una casa que no fuera la de mis padres. Hablo del año 1989; yo estaba en Madrid haciendo mi Master, y mi primo se vino a hacer la carrera, con lo que acabamos viviendo juntos durante dos años largos. Probablemente dos de los años más felices de mi vida: sin preocupaciones, sin presupuesto, sin nadie de quien ocuparme, y con dos motos aparcadas en la puerta: la Ducati Desmo que me traje de Córdoba y la Guzzi Le Mans III que compré en cuanto empecé a ganar dinero.

Por aquella época yo no tenía coche. Ni lo quería. Con mi Guzzi iba y venía de Córdoba a Madrid, o incluso de Cádiz a Madrid durante los veranos. No fue hasta mucho después que mi suegro le regaló a mi mujer un Seat Ibiza. O me convirtió en chófer, no sé. El caso es que, desde tiempo antes de llegar a Madrid, tenía una chaqueta Mototécnica de las primeras que llevaron componentes especiales: una chaqueta con Thinsulate. Y para cruzar la Estepa en invierno la complementé con un pantalón de la misma marca, unos guantes con el mismo material, y unas botas BMW Gore-Tex que aún conservo.

Cuando me casé y abandoné aquel remanso de paz que fue mi apartamento de soltero, quedaron atrás muchas cosas. Entre otras, el pantalón y la chaqueta que regalé a mi primo porque empezaba a ver claro que una Guzzi Le Mans no se podían transportar las veinte bolsas dispersas en que a mi mujer le gustaba meter el equipaje para un fin de semana. Cinco años de matrimonio me costó hacerle entender que la ecuación "1 maleta grande = 15 bolsas pequeñas" era real. Pero tampoco eso me arreglaba nada y mi vida como motero de largos recorridos sufrió un parón que duró hasta esta última Impalada.

Me pierdo con la emoción.

El caso es que hace un par de veranos, al contarle a Alfonso lo que estaba disfrutando con las Impalas, me comentó que en su última mudanza había aparecido el pantalón Mototécnica, y que me lo daría cuando fuera por su casa. Pero como la vida en las ciudades grandes es un lío, no fue hasta anoche cuando llegó el momento de la verdad y aparecí por allí con ocasión de una cena entre los primos que vivimos por aquí. El resultado podéis verlo en la foto:


¡No sólo había aparecido el pantalón, sino también la chaqueta! Y además en un estado más que aceptable. No hay rotos ni desgarros y sólo necesitan una limpieza suave, recoser un poco uno de los velcros de cierre del pantalón y una mano de grasa. Para completar mi felicidad, hasta quepo dentro de ambas prendas sin parecer una morcilla de Burgos. Espectacular. Porque, si no recuerdo mal, con este equipo se podía viajar en pleno invierno con la Le Mans a cruceros que hoy día son impensables sin arriesgarte a pasar dos años a la sombra si te pilla la Meretérita.

En fin ... que es una suerte haber compartido mi vida con Alfonso. El tatarabuelo Diógenes nos legó a ambos una misma visión de la vida, donde todo se aprovecha y nada se tira. Ahora sólo falta ver si soy capaz de pulir la visera del casco Sure que usé en aquellos años y que, por supuesto, aún anda por casa. ;-)

6 comentarios:

  1. Bendito Diógenes.

    Cómo lamento no haber tenido ese síndrome en su momento. Aún conservaría las botas Dunlop. el casco AGV con su visera y su barbuquejo y, por supuesto, el 600.

    En fin, como diría mi abuela, bendito el dinero que a casa vuelve, en este caso en forma de Barbour. Y no uno cualquiera, el tuyo y de Mototécnica, casi nada.

    Enhorabuena.

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    1. El caso es que también tengo unas botas Mototécnica de trial, pero tendría que encontrar un zapatero con ganas de complicarse la vida, porque las partes que no son de cuero están muy degradadas. :-(
      También yo daría algo por agarrar mi primer 600. :-)

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  2. Qué gran hallazgo Julian, ya sabes que para estas cosas soy un sentimental...

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    1. :-)
      Lo sé, Germán. Y a ver si nos vemos, que estás muy perdido!

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  3. Hola. He llegado a este blog un poco quizá por casualidad. O no. Quien sabe... Lo cierto es que yo también tuve un barbu de Mototécnica. Lo tuve muuuchos años. Al final ya contaba con algunas heridas de guerra , alguna que otra ijada donde el negro ya parecia de un marrón pardo , pero le tenía cariño. Un día me lo puse y creo que casi parecía un pordiosero , mi mujer termino tirándolo a la basura , fue todo un disgusto pero es que a las mujeres no hay quien las entienda. Ahora ando detrás de comprar otro igual pero me está costando localizar uno. Quizá alguno de vosotros me podáis ayudar. Gracias. Un saludo.

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.