domingo, marzo 01, 2015

Yo también tuve una como ésa ...



Abro con una foto del pasado 19 de Febrero en Madrid. Plaza de los Cubos, y mi Impala 2 frente al cartel de la presentación del precioso documental sobre la "Operación Impala" ... con Manolo Maristany firmando uno de sus libros sobre su asiento. A la izquierda del cartel, Manel Garriga, director del documental e impalero de pro, como no podía ser de otra manera.

En el mismo acto, que servía de prólogo al Classic Auto 2015, se presentaba también la maqueta de la Impala Sport que ha hecho Altaya recientemente. Una versión escala 1:5 francamente bonita ... aunque no tan lograda como la versión de Pere Tarragó.

El caso es que lo que pensaba contaros no era eso, pero como no tenía una foto de la anécdota que me da título, busqué en el teléfono fotos recientes de mi moto, y me apareció la que os puse arriba, de modo que no podía dejar pasar el comentario. Ahí lo dejo, y entro en materia.

La historieta que os contaré a continuación creo que la vivimos todos los propietarios de una Impala, cada vez que la sacamos. Pero, a riesgo de que no resulte original para muchos de los lectores, quería contarla para los menos familiarizados estas motos.

Domingo, 13:30. Puerta del garaje de casa, volviendo de dar una vuelta por el almacén de nuestra empresa, donde he estado charlando con mi socio José María, también impalero.

Detengo la moto frente a la puerta, cierro el grifo de gasolina manteniéndola el ralentí (tengo la manía de dejar las cubas de los carburadores siempre vacías en las motos de dos tiempos cuando las paro para más de un par de horas), me empiezo a quitar los guantes para sacar del bolsillo de la cazadora el mando a distancia, y veo que por mi derecha se acerca un grupo de personas mayores andando despacito, vestidas de domingo. Probablemente saliendo de misa con dirección al aperitivo.

Se paran al ver la moto arrancada y a su dueño abriendo el garaje, pero -educado a la antigua como estoy- les sonrío y les pido por favor que pasen. Que es justo lo que hace el grueso del grupo. Pero a mi lado queda un hombre mayor. Cazadora austriaca verde, pelo muy blanco, y unos ojos claros que no se despegan del depósito de la Montesa. Mira el depósito, mira las llantas con cara de sorpresa, y finalmente me dice el clásico "yo también tuve una de ésas" y añade con cara de saber de qué habla ... "¡qué bien ralentiza!, la tienes muy cuidada".

Una frase repetida cien veces, pero que siempre hace ilusión escuchar. Y más aún en ocasiones como esta, cuando tienes tiempo para que el caballero en cuestión te cuente las aventuras que vivía con su Soriano, con la que iba de Madrid a Murcia ... y se le salía de punto. "No se puede usted imaginar lo que era poner a punto el encendido; aquel volante no llevaba chaveta, y tenía que llevar una bujía con una escala graduada para poder hacerlo al lado de la carretera".

Al final el abuelo se ha despedido diciéndome que me estaría dando la lata con sus historias, sin imaginarse el buen rato que me ha hecho pasar.

Lo curioso del caso es que, escasamente diez minutos antes de esto que os cuento, la conversación con José María había terminado con el inevitable "¡cómo me gusta las Impala!" que nos sale del alma cada vez que uno de los dos aparece subido en su montesita.

¿Qué tendrán estas motos, que sacan siempre lo mejor de cada uno?

3 comentarios:

  1. Alma es lo que tienen. Otros lo llaman duende. En todo caso, pocas motos cincuentonas logran este efecto. Bueno, cincuentonas y jóvenes, pocas consiguen enamorar así.

    Viva Montesa y Viva la Impala.

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  2. Olvidaba comentar lo que suele ocurrir por Madrid cuando vas a lomos de una Impala y es que casi todos te miran con cara de sorpresa-admiración-envidia y alguno habrá que con cara de "mira que hay friquis". Estos últimos, los pobres, puede que no sean responsables de su ignorancia. Invariablemente son hombres, la inmensa mayoría peina canas, como es natural pero algún chaval también se queda ojiplático (mis disculpas pero tenía ganas desde hace tiempo de utilizar el palabro y no encontraba la ocasión) y siempre pienso lo mismo: este chico tiene futuro, le interesa su pasado..

    Lo único que llevo mal es la cantidad de gente, bien intencionada sin duda, que en los semáforos te hace el gesto bultaquistas por excelencia y es como el sonido del disco que se raya.

    Supongo que en Barcelona no ocurre o, al menos, lo hace muchas menos veces. Allí tienen la fortuna de disfrutar de esta belleza de forma habitual.



    Por cierto, ya era hora de que escribieras algo, se te están pegando malas costumbres de peores compañías.

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    1. Entre la falta de tiempo y la falta de cosas que contar, está la cosa chunga. :-)

      Gusto verte por aquí!

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Como diría Juan Ramón Jiménez, mi troll es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.

Probablemente no tiene huesos y por eso insulta bajo seudónimo. Pero además de cobarde es tan coñazo que he decidido que sólo me moleste a mi. De tal modo que a partir de ahora me quedo con la exclusiva de leer sus bobadas. Disculpadme el resto que os haga pasar por la "moderación" de vuestros comentarios.