Casi un mes sin escribir por aquí. Mezcla de mucho trabajo, pocas ocasiones para pasar un rato en la Estepa y no demasiado tiempo para contarlo.
En realidad, estuve un fin de semana anterior con uno de mis sobrinos y mi hija mayor, pero fue una mañana de cuidar de que los chavales no se me abrieran la cabeza más que de montar yo. Tenga en cuenta el amable lector que mi hija tiene el A1 recién sacado y llevaba una Enduro 250, mientras que mi sobrino pasaba de su scooter de 50 a una Cota 200. Mucho salto en ambos casos, que no daban para andar pendiente de la cámara de fotos.
Sin embargo hoy hemos tenido suerte. Salimos tempranito de Madrid en dirección a la Estepa con una niebla importante. Pero ya entonces se veía que el sol se impondría rápido sobre las nubes bajas, como así fue. Y quedó un día espectacular. Unos 12 a 15 grados, con lo que al sol se estaba con una sensación maravillosa. Como deberían ser todas las mañanas de invierno.
Al llegar al pueblo, y mientras despejaba, José María aprovechó para pulir los bujes de las dos Enduritos que anda arreglando mientras yo hacía algunas cosas en el taller. Pero a eso de las 11:30 agarramos mi 349/4 y su 348 y nos fuimos a ver lo que daba de sí el cambio de condensador. Y la verdad es que el resultado es magnífico. Se acabaron los arranques chungos, se acabaron las vacilaciones en bajas revoluciones y se acabó la sensación de inseguridad que producía la moto.
La cuestión es que las dos monturas iban tan bien que empezamos a probar límites, y en este momento escribo con una pierna izquierda levemente contusionada. El premio merecido por intentar subir casi parado una cuesta llena de barro jabonoso. Moto yéndose para atrás, piloto que le tiene demasiado cariño para soltarla y talegazo que te crió, aunque sin muchas consecuencias. Iba con botas, guantes, casco e incluso chaqueta de moto.
Estuvimos no sólo en el "Hoyo del destino" como lo bautizó Charlie, sino en un par de sitios más. Entre otros, en un lugar donde hemos descubierto el único escalón de piedra que debe haber en todo el término municipal. Con su pequeño contraperalte y todo. Tanto como para que JM se animara a levantar la rueda, cosa que es rarísimo de ver. Pocos pilotos tienen tanta alergia a aligerar el tren delantero como mi compañero, pero aquí queda constancia gráfica de que si hay que levantarla, se levanta:
Una mañana estupenda como prólogo de un día de Nochebuena, y un modo inmejorable de empezar mis vacaciones de Navidad. Dios mediante intentaré pasarme algún otro día para montar un poco más. Que cada vez que saco al campo la 349/4 o la Tambores Grandes me pasa lo mismo: acabo por recordar que debería dedicarme mucho menos a la herramienta y mucho más a disfrutar las motos. Ya llegará el momento en que sólo nos quede el taller.
Que tengáis todos unas Felices Navidades.