Desde las primeras pruebas con la 247 MkI de John tenía claro que aunque el motor sonaba sano y bien, la moto no rendía como yo esperaba. A final de la semana pasada pusimos unos chiclés de prueba, pero no llegué a llevar la moto al campo de nuevo, con lo que no me sirvió de nada, puesto que sólo la arranqué.
Cuando llegamos el sábado me puse a ajustar los cojinetes de dirección, que es siempre una labor tediosa. Pero esta vez hubo suerte (¿o práctica?) y ninguna de las 44 bolas aprovechó para irse al suelo, y dejamos el tema cerrado para centrarnos en el carburador. Durante la semana comenté con Esteve, un amigo de la Maneta que sabe todo lo que vale la pena saber de los Amal, y me recomendó que aumentara el chiclé de baja (recordad que traía un 20), aumentara la escotadura de la campana (me recomendó pasar de 2,5 a 3) y no subiera mucho más allá de 140 en el chiclé de alta.
La recomendación no corresponde exactamente con las medidas que trae la moto de serie como se puede ver en el despiece de abajo, según el cual debería ser un 40 de baja, 160 en alta y 2,5 de escotadura.
Pero en su criterio, la moto iba a ganar algo de alegría y finura con el cambio. Así que pedí piezas a Amal UK, pero como no me llegaron, inicié pruebas con una mezcla: 35 y 140 junto con un emulsor y una aguja nuevos, y su campana 2,5 de serie. Y el resultado ha sido estupendo. Otra moto. Más alegría, mayor regularidad en baja, y un motor con mucho más tacto abajo del que tenía la moto tal como la recibí. Entre el cambio en carburación y lo que gané en confianza por el aseguramiento del tren delantero, acabé disfrutando como un enano. Y para muestra, una foto hecha por la amiga de José María.
Y su hermana a tomárselo con algo más de calma:
Pero un rato después, ambos se sentían mucho más sobrados que a principio de la mañana. Tanto como para que su padre dejara la cámara porque ya no sabía donde mirar, ni con que cara. Pero creo que valió la pena. Al cabo de un rato, primer revolcón porque la 330 tiene muy mal genio cuando le retuercen la oreja con fuerza. Y primer resoplido de la mañana.
Y un rato después, segunda toma de contacto con la realidad. Creo que mi hijo debe llevar pinchos hasta en la hipófisis después de los tres revolcones que se ha dado.
La lástima es no haber podido coger con la cámara su primer giro con una rueda en el aire. Pura casualidad no buscada al apurar una salida en cuesta. Pero la controló bien y sin nervios. Con el peso en su sitio y sin histerias con el gas. La cara había que vérsela; una mezcla de pánico con "qué bueno soy" que no se puede explicar si no se está delante.
Pero creo que hoy el día ha merecido la pena. No hemos podido estar en Pobladura, pero no me importaría que los domingos fueran siempre como éste que hoy os cuento.